La verbena filantrópica de Banderas
El actor malagueño, arropado por amigos y famosos, anuncia que quiere convertir Marbella en "el centro mundial de la solidaridad"
La gala benéfica Starlite bien podría llamarse la verbena filantrópica de Antonio Banderas en Marbella. El actor malagueño se ha convertido en una especie de Rey Midas que convierte en oro lo que toca. En la noche del sábado, sin ir más lejos, subastó su reloj por 15.000 euros y una conversación de diez minutos con él y su querida esposa, Melanie Griffith, por 10.000.
La cena de gala Starlite, concebida para recaudar fondos para la fundación de este cofrade de la Virgen de las Lágrimas y los Favores y otras organizaciones humanitarias, resultó ser como una verbena de pueblo, con orquesta incluida y algunas actuaciones estelares de amigos, como la de una Sara Baras afónica que le felicitó por su 53º cumpleaños [por el sábado] y le dio las gracias “callandico, como en los pasos de Semana Santa”, o un dúo del anfitrión y Alejandro Sanz cantando Esta noche vi llover de Armando Manzanero, o un Happy Birthday a lo Marilyn entonado por Marta Sánchez y un Corazón partío coreado, palmeado y bailado por Antonio Carmona y los 450 asistentes al cenorrio que, dicho sea de paso, no valía ni por asomo los 800 o 1.000 euros que se pagaban por cubierto, por mucho MasterChef que hubiera metido en el ajo (blanco, por cierto, y de primero).
A Banderas, hijo predilecto de Andalucia 2013, el gran vocero del “orgullo andaluz”, le regalaron un reloj suizo de Cuervo y sobrinos. “Como dicen en mi barrio, un peluco”. Soltó el actor ante el pasmo de la representante de la marca y las risas de los comensales.
Aceptó el regalo, no sin antes anunciar que el suyo, “el que llevo puesto", lo incluiía en la subasta. La puja, al final de la cena y con las copas en la mano, se convirtió en una especie de despliegue de famosos jugando a sentirse ricos. Seguramente porque, como dijo Melanie Griffith en una de sus múltiples apariciones de la noche, “son ricos”.
Sobresalieron en ese baile de miles de euros el empresario (y actor y deportista) Enrique Sarasola, que ya apuntaba maneras cuando pagó directamente una mesa entera. La modelo Valeria Mazza, galardonada con uno de los premios Starlite por su compromiso con los derechos de la infancia, la promotora del evento (y del Starlite Festival) Sandra García-Sanjuán, y el mismísimo Banderas a través de su agente, Paco, nombre que --junto al del malagueño-- fue el más repetido en todos los chistes de una velada presentada a trompicones, como las campanadas, por Anne Igartiburu e Imanol Arias.
Aunque la organización no precisó el valor de tanta solidaridad —“menos que la anterior” según varios de los asistentes, “y eso que el año pasado dirigió la subasta Ana Obregón”—, el datáfono que corría de mesa en mesa al menos facturó los 3.000 euros de dos botellas de vodka de una edición limitada, tres retratos (de Banderas, Sanz y Arias) por 26.000, un abrigo de visón reversible de Elena Benarroch por 22.000, dos Ford Eco Sport, que se empezarán a vender a final de año, por 30.000...Un total de 160.000 euros, incluyendo los 18.000 que se pagaron por las gafas de realidad aumentada de Google, “las primeras de España”, donde teóricamente saldrán al mercado por unos 1.000 euros. El año pasado la gala recaudó 268.000 euros, según los organizadores.
Aunque tanta fiesta y tanto despiporre de miles de euros resultaba en algunos momentos ligeramente obsceno combinado con las imágenes de los proyectos benéficos de las fundaciones filantrópicas de los anfitriones —por las que también desgravan a Hacienda—, quedaron claras varias cosas. La primera es el poder de convocatoria de Banderas, que claramente se lleva el gato al agua frente a la Gala Global Gift de su exsocia Eva Longoria, que ahora va por libre con la beneficencia también en Marbella. La empatía, la simpatía y el “orgullo andaluz y patrio” que derrocha Banderas en cuanto abre la boca y ensalza su acento contrastan con las antipáticas distancias con la prensa a las que acostumbra la tejana. Lo segundo es que, convertido en embajador de lo español, ha conseguido que se enganche a su chepa la Marca España con Carlos Espinosa de los Monteros al frente —“el vecino” de Melanie, que cuando oyó su nombre le comentó a su marido que vivía en la misma zona de Málaga que ellos: Los Monteros—.
Junto al responsable de “la venta” de lo español en el extranjero, estaban también en la cena la alcaldesa de Marbella, Ángeles Muñoz (PP), y el alcalde de Málaga, Francisco de la Torre (PP). Los tres representaban la metáfora de un hecho y un logro que anunciaba ayer el propio Banderas: “Queremos institucionalizar la gala” para —y aquí viene lo bueno— “convertir a Marbella en centro mundial de la solidaridad”.
En tercer y último lugar, quedó claro que la gala de Banderas es una reunión de amigos —y en consecuencia de famosos, famosillos y potentados que van desde “el hombre de negro” de El Hormiguero hasta Carmen Lomana— disfrazada (con alfombra roja y toda la pesca) de evento estrictamente mediático, puesto que solo la prensa acreditada tiene acceso esa tarde-noche al cerro de Las Canteras de Nagüeles, allá en lo alto del reino español del ocio de verano de lujo, en la cima de esa especie de oasis dentro de la crisis que es Marbella.
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