Bernard Arnault renuncia a ser belga
La Fiscalía de Bruselas se mostró en contra de la pretensión del millonario, propietario del imperio del lujo LVMH El magnate asegura que no pretendió exiliarse fiscalmente de Francia, que intentaba evitar que sus cinco hijos lucharan por la herencia, estimada en 22.100 millones de euros
El multimillonario francés Bernard Arnault, que hace unos meses provocó una oleada de críticas y de indignación en Francia al pedir la nacionalidad belga, ha renunciado esta mañana a esta solicitud, según indica al diario Le Monde. En la entrevista que se publica esta tarde, la primera realizada desde que estallara el escándalo en septiembre del año pasado, asegura que en ningún momento pretendió abandonar Francia y menos exiliarse fiscalmente. Su iniciativa respondía, asegura, a la voluntad de evitar que sus cinco hijos lucharan por la herencia de su fortuna, estimada por la revista Forbes en 22.100 millones de euros, la décima mundial.
“Como sabe, he solicitado la nacionalidad belga además de mi nacionalidad francesa”, recuerda el presidente del gigante del lujo Moët Hennessy Louis Vuitton (LVMH) y hombre más rico de Francia. “Se trataba así de proteger mejor la fundación belga que he creado”, explica. El único objetivo era, asegura, “la perennidad y la integridad del grupo LVMH” en caso de que él muriera y sus descendientes no se pusieran de acuerdo.
Arnault se refiere a la fundación Protectinvest, creada en 2008, que congela las participaciones respectivas de sus cinco hijos, dos de su primer matrimonio y tres de su segundo, hasta el año 2023, cuando el más joven tendrá 25 años. Si él hubiera tenido la nacionalidad belga, sus descendientes no tendrían la posibilidad de cuestionar esta fundación. “Ahora prefiero esa fragilidad relativa y confío en que mi familia siga unida”, añade.
Acto seguido, el multimillonario, amigo íntimo del expresidente Nicolas Sarkozy, y cuya demanda desencadenó una tormenta mediática y política –incluida una sonada, irreverente y algo insultante portada en Libération que provocó una retirada de publicidad en el diario por parte del grupo- admite que “subestimó el impacto de este trámite”. Arnault recuerda que siempre dejó claro que su intención no era evadir impuestos. “En vano: el mensaje no pasó”, lamenta. “Hoy he decidido acabar con cualquier malentendido. Retiro mi pedido de nacionalidad belga”.
Con este gesto, el empresario al que se acusó de falta de patriotismo, espera “expresar” su “querencia por Francia” y su “confianza en su futuro”. Recuerda que el grupo paga cerca de 1.000 millones de euros de impuestos en Francia, más de la mitad del total de tasas globales, cuando realiza el 90% en el extranjero. En cuanto a sus impuestos personales, sin querer revelar las cifras, asegura estar sin duda entre los que más pagan.
Aunque Arnault motiva su decisión de retirar su petición por el daño de imagen que puede suponer para el grupo, lo cierto es que la demanda parecía tener pocos visos de prosperar. En diciembre del año pasado, la Oficina de Extranjeros del ministerio del Interior belga, cuya opinión es simplemente consultiva, se pronunciaba en contra de la naturalización del francés, dado que no cumplía con el requisito de haber vivido tres años en el país. En enero de 2013 la fiscalía de Bruselas también se pronunciaba en contra e incluso abrió una investigación judicial sobre los negocios en el país del empresario. A finales de enero, los servicios de inteligencia por su parte se mostraban favorables. La decisión final debía tomarla esta primavera la comisión de naturalización del congreso de diputados.
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