El fabuloso destino de Teju Cole
Teju Cole (Estados Unidos, 1975) acaba de regresar a Nueva York desde Brazza, donde participó a mediados de febrero en el festival literario Étonnants Voyageurs. La experiencia cultural que Moussa Konaté mimara en el Mali anterior al estropicio islamista se estrenaba en una nueva sede de la mano del congoleño Alain Mabanckou y con padrinos del prestigio de Henri Lopes y Emmanuel Dongala. Cole llega deslumbrado a la ciudad donde nació, de padres nigerianos, y que siente como su hogar a medias con la caótica Lagos. Escribe un correo electrónico amable en el que su voz es nítida y poética, como la que vaga por las calles de la Gran Manzana en Ciudad abierta, su aclamada primera novela.
"Fue maravilloso estar en el Congo. Disfruté este vislumbre a otro país africano y me inspiró especialmente la gente joven que conocí, veinteañeros tan inteligentes y conmovedores, una parte tan integral del mundo moderno. En cada ocasión que tuve, les dije que contaran sus propias historias a un mundo que les espera. Siempre he creído que, si no cuentas tu propia historia, alguien lo hará por ti. Así que, además de las narrativas de Londres, París y Nueva York, necesitamos las de Lagos y Brazzaville", explica el autor.
Teju Cole / CCCB
Teju Cole no se define como un autor africano. Ciudad abierta, aunque pura oralidad y lírica, no entra en los cánones de lo que se suele entender por literatura africana. Las referencias a la pintura de Brewster, Vermeer o Goya o la música clásica menudean en las páginas de un libro que obtuvo el PEN/Hemingway y que se ha traducido a nueve idiomas. Junto a Mahler, los museos de Manhattan o historias fantásticas de ballenas blancas que embarrancan en el río Hudson, Teju Cole enhebra mitos de los dioses yorubas e imágenes desgastadas de su Nigeria natal, en uno de esos ejercicios de sincretismo que sí podría considerarse africano.
"Primero que nada, debería decir que es un privilegio poder compartir mi trabajo en diferentes sitios y ante audiencias variadas" -precisa- "No hay nada como llegar a un sitio en el que jamás estuve antes y encontrarme a gente que ha leído mi libro y se ha emocionado con él. En la cuestión de mi origen, me muevo entre dos mundos: nací nigeriano y nací americano. Creo que esto invalida todas las alegaciones de pureza y lealtad absoluta. Siempre he comprendido que somos, primero y sobre todo, humanos y que el país de uno es una cuestión de accidente histórico. Eso también me permite tener una opinión compasivamente crítica de todos los lugares. Intento no criticar un sitio sin una causa, pero al mismo tiempo no tengo miedo de ofender. La reciente acumulación de viajes, desde que mi libro fue publicado en el año 2011, ha profundizado mi compromiso con esa noción que mantengo desde hace tiempo de ser un ciudadano del mundo. Un efecto inmediato que ha tenido es que estoy haciendo más escritos políticos. Estoy viendo más y más cómo las cosas que se hacen en una parte del mundo tienen una gran influencia en gente en otras partes y es un tema interesante para explorar con la escritura".
Teju Cole sabe que su primera novela ha gustado mucho. No sólo por los premios y las críticas encendidas. Sus lectores le muestran fervor no sólo en Estados Unidos y Nigeria. También en España, Brasil, Paquistán o Sudáfrica. Y se considera afortunado porque su deseo más profundo como escritor es ejercer sobre sus lectores el efecto que algunos de sus escritores favoritos ejercieron sobre él.
Cole se declara adorador de James Baldwin (The fire next time) y Toni Morrison (Jazz). Wole Soyinka es su gran inspiración en Nigeria, como prueba viva de que "uno de los nuestros" puede crear obras maestras literarias. "Su mejor trabajo, creo, es Death and the King's horseman, pero Ake, sus memorias de infancia, es muy hermoso también". Chimamanda Ngozi Adichie es, en su opinión, la más aventajada de las nuevas firmas de ficción nigerianas. "Es sutil y sabia", apunta. De origen ghanés y nigeriano, se inclina también por Taiye Selasi, cuya primera novela, Ghana must go, va a asombrar, según él, a la gente. "Ella es la próxima estrella del horizonte literario, estoy seguro", concluye.
En estos momentos trabaja en un proyecto en twitter, Small Fates. Algo que podría traducirse como "destinos insignificantes" y que demuestra la abundancia de recursos de la que disponen los escritores que no son tímidos con la tecnología. Como hizo en su día Ben Okri, también nigeriano, con haikus que lanzaba al mundo en twitter, Teju Cole diseña pequeñas historias encapsuladas en 140 caracteres, más o menos crípticas o siniestras o luminosas y que hermanan las secciones de sucesos de los periódicos nigerianos y estadounidenses. Él las considera una prueba de que la humanidad es igual en todas partes y de la cercanía de los deseos y las esperanzas de todos los seres humanos.
"Espero que cuando la gente se ría con el humor negro y se horrorice con las brutales ironías, también registre mentalmente el hecho de que esos nigerianos desconocidos eran tan humanos e interesantes y confusos como cualquier otra persona en la Tierra. Empecé este proyecto porque la gente que me rodeaba parecía no saber nada -de hecho, menos que nada- sobre el país en el que crecí. Y al utilizar historias chocantes y a veces divertidas, esperaba ayudar a cerrar esa brecha un poquito", explica.
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