Pinos autóctonos
La estrecha relación que desde hace décadas existe entre la dictadura franquista y una intensa actividad repobladora con pinos ha determinado que, en algunos ambientes intelectuales, se les considere especies foráneas por lo que existe una suerte de “odio al pino” solo superada por la aversión al eucalipto. Los eucaliptos son exóticos en España, ocupan algo más de medio millón de hectáreas y merecerían otra carta, pero todos los pinos que vemos por nuestra geografía, salvo el pino radiata, son autóctonos. Las investigaciones históricas y prehistóricas demuestran que llevan con nosotros tanto o más tiempo que robles y hayas. Y son siete: piñonero, silvestre, negral, rodeno, carrasco, pino negro o de montaña y el pino canario. El libro de la montería, escrito a mediados del siglo XIV, recoge más de 50 topónimos de pueblos cuyo nombre deriva de la palabra “pinar”, cantidad solo superada por los procedentes de la voz “colmenar”.
La máxima de los ingenieros de montes del XIX fue “Vale más imitar que no enmendar a la naturaleza”, ideario que, cuando pudieron, mantuvieron sus herederos, aunque no pocas veces la política repobladora ha obligado a “resucitar” especies como los pinos o robles. Pero los pinos no son “franquistas” y se utilizaron en las repoblaciones, en España y en otros países, por ser las especies más frugales, las que necesitan menos suelo y las más capaces de prosperar sin protección. Por eso en democracia seguimos utilizándolos. Somos ingenieros de montes y nunca hemos plantado pinos, pero ya nos hubiera gustado.— Inés González Doncel y Luis Gil. Catedráticos de la Universidad Politécnica de Madrid.
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