“También hay que echarle ovarios”
Mineras y mujeres de mineros se vuelcan en la movilización del carbón
Se besan como si llevaran años sin verse. Yoli Lafuente, una ama de casa asturiana de 30 años, se reencontró el martes con su marido tras 19 días separados por la participación de este en la marcha negra. Años no, pero “un par de meses” sí que le han parecido, explica emocionada. Ha sido duro tenerlo lejos, preocupada por qué podría pasarle, pero sobre todo por las preguntas de su hija mayor, de cuatro años (tiene otro de 10 meses): “Solo me pedía que le pusiera la tele a ver si salía”.
Ella ha permanecido en su pueblo, Cerredo (Asturias), participando en las movilizaciones organizadas por las mujeres del carbón. Aunque la mayoría de los trabajadores de la mina son hombres, el lado femenino tiene mucho peso en esta protesta. “También hay que echarle ovarios”, opina una minera en alusión a uno de los lemas, que suele elogiar “los huevos” de quienes trabajan en este sector.
“No somos una plataforma con nombre y eso, somos esposas de mineros que hemos organizado actividades para apoyarles”, explican Almudena Ancares y Pepa López, otras dos amas de casa en torno a la treintena del mismo pueblo que Yoli. Cogieron el autobús el martes al mediodía y por la noche participaron en la marcha por la capital. También planean estar en la manifestación del miércoles. Antes han hecho marchas en el pueblo y han organizado actividades para recaudar dinero para la causa. “También hemos contactado con mujeres de otras cuencas, sobre todo a través de Facebook, y hemos hecho algunas cosas juntas, como la visita al Senado [del 17 de junio]”.
Otras compañeras participan en el movimiento desde dentro. Es el caso de Shaila Hidalgo, maquinista de extracción en el Pozo María Luisa, que iba en la cabecera de la marcha nocturna. Tiene 32 años, lleva ocho en la mina y es una de las cuatro mineras de la columna norte de la marcha negra. “Ha sido una experiencia inolvidable, ahora solo falta que sirva para algo”.
Vanesa Fernández, de 27 años y de Brugos de Fener (León), ha seguido gran parte de la misma marcha, pero de una forma especial. Embarazada de siete meses, a los pocos días de que partiera su marido, uno de los 160 mineros de la columna norte, decidió seguirle en furgoneta. “Al principio iba a verle, pero cuando ya estaba lejos, decidí quedarme”. “La gente me dice que si estoy loca, pero yo quería estar con él, apoyándole cerca. Y mientras mi hija, que es lo primero, esté bien, aquí estaremos”, comenta augurando que su pequeña le saldrá reivindicativa.
Son ejemplos que han “tirado de ovarios”, como reivindica Verónica, otra minera de Lugones, también en Asturias. A sus 31 años, lleva cinco trabajando en la mina de Sotón en el arranque, es decir paleando en una máquina que arrastra el carbón para fuera. Participante en las protestas de su zona, llegó a Madrid para arropar a sus compañeros en la culminación de su marcha y estar en la manifestación del miércoles. ¿Fin del camino? “No sabemos qué va a pasar, tenemos ganas de que esto se arregle, pero ahora no somos ni optimistas ni pesimistas. Simplemente, estamos en la lucha”.
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