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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Hollande podrá gobernar

La primera vuelta de las legislativas francesa apunta a una mayoría absoluta para los socialistas

Ha sido una campaña apagada. François Hollande la quería así para marcar diferencias con el hiperpresidencialismo activista de su predecesor, Nicolas Sarkozy. Y la abstención en la primera vuelta de las legislativas francesas, que ha favorecido a los socialistas, no deja de ser preocupante. El 42,7% del censo que no ha ido a votar es un triste récord en las elecciones parlamentarias de la V República. Todo un contraste, que refleja cansancio electoral de los franceses, con el 80% de participación en las pasadas presidenciales.

No se ha producido una oleada rosa, pero los resultados son tranquilizadores para Hollande. Según las proyecciones para la segunda vuelta, el presidente podrá contar con una cómoda mayoría absoluta en la Asamblea Nacional, a lo que suma el control del Senado. Los grandes derrotados han sido el centro de Bayrou, el Frente de Izquierdas de Mélenchon y los ecologistas, que quedan muy por detrás de sus expectativas. Hollande gobernará sin estrecheces parlamentarias, aunque la cuestión es con qué margen de maniobra, dado el marco que fija Europa.

Tras la derrota de Sarkozy en mayo, la UMP (Unión por un Movimiento Popular) y sus aliados han retrocedido 11 puntos, pero no se han desfondado. Tendrán que recomponer su liderazgo e ideario. Dar libertad a sus electores para votar al Frente Nacional (FN) antes que a un socialista en la segunda vuelta, es decir, romper el pacto republicano, no parece el mejor camino; es persistir en el error de Sarkozy, que viró hacia los ultraderechistas.

El FN ha logrado casi un 14% de los votos, su mejor resultado en unas legislativas, si bien menos que la propia Marine Le Pen en las presidenciales. La abstención ha jugado en su contra, aunque puede conseguir hasta cuatro escaños en el Parlamento, donde no estaba presente desde 1997. Le Pen no podrá convertirse en referente para la derecha. Pero armará ruido y contaminará el debate francés.

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