Carla cogió su maleta
"Bruni tiene que desalojar su palacio, el Elíseo, a toda mecha este fin de semana. Doña Carmen Polo abandonó El Pardo tres meses después de la muerte del caudillo, su esposo, batiendo todos los récords de permanencia 'post mortem'"
En Europa las cosas se repiten. Como ya lo explicara Milan Kundera, no vivimos una vida propia, sino que repetimos una ajena. Por eso resulta curioso que Sarkozy se descabalgara de la escena política coincidiendo con un nuevo aniversario de la muerte de Napoleón. Durante un tiempo, los dos hombres fueron comparables, más que nada por sus estaturas y por su afán de influir más allá de sus fronteras naturales. Pero es que Francia es toda ella influencia, con el triunfo de Hollande el domingo pasado crece la idea de que la nación vecina es el equivalente de Estados Unidos en el Viejo Continente. Influye, determina, perfuma y, desde luego, siempre se adelanta. Ahora que pareciera que la crisis lo devora todo, Francia se erige como la primera que se planta ante el furor caníbal de la austeridad. Lo ha hecho otras veces, fue la primera nación en separar Estado e Iglesia, ¡qué moderna! Y la primera en cortar por lo sano una corona despilfarradora, ¡qué atrevida!
La victoria de Hollande coincide con la derrota de Rato y la incertidumbre sobre la banca y Bankia. Todo encaja, Rato y Sarkozy hacen maletas al mismo tiempo mientras el morbo del encuentro de Rato y su sucesor, Goirigolzarri, solo es comparable al de Belén Esteban y María José Campanario en el pasado concierto de Isabel Pantoja. Sarkozy, siempre gestual, abandona la política como las divas del ballet o el canto dedicando la última etapa de sus carreras a grandes despedidas. Rato ha dicho poco, y su rostro no parece reflejarlo todo. Está en ese momento en que prefiere que otros hablen por él. ¿Pero quién? A Mariano no le gusta explicarse, y los ministros están boquiabiertos y sin habla. Mientras, ya ni en su partido se le recuerda como aquel gran líder que no pudo ser. Rato ha hecho primero su papelón en el FMI, antes que este reaccionara ante la crisis, y ahora remata sin reflotar Bankia. Se marcha, eso sí, con todo su sueldo anual en el bolsillo o ingresado en Bankia, junto a los ahorros de Florentino y de Rubalcaba, que muy ufano aseguró que no pensaba moverlos de allí. Lo de Bankia es la peor noticia que Draghi pudo dar a Rajoy en la reunión de Barcelona la semana pasada. Le llenó la cabeza de cajas de ahorros y ladrillos. Y, claro: ¿por dónde se coge una caja intoxicada?
Pues como la guitarra y la maleta de Carla Bruni: por las asas. Esa María Antonieta contemporánea con melena y jeans, que tiene que desalojar su palacio, el Elíseo, a toda mecha este fin de semana, pues nada: ¡carretera y manta! Y ¡con la música a otra parte! Eso sí, con la cabeza sobre los hombros. Los señores Hollande se mudan allí el martes. ¡Qué prisas! Así que es verdad que no hay tiempo para nada. “Me voy con lo puesto”, susurró al coger la guitarra, a la niña y al perro, “pero no sé si dejar algo, por si acaso vuelvo…”, pensó.
Después del magnicidio de Kennedy, a su viuda, Jackie, le dieron tres semanas para dejar la Casa Blanca. Eran otros tiempos, hoy una semana es el plazo límite. Muchos vieron aquello como un gesto cruel, pero al parecer los desalojos de los domicilios presidenciales son así, tan inflexibles como las leyes de Merkel. Unas amigas pudientes consiguieron para Jackie una coqueta casa en el barrio de Georgetown, donde la viuda, según sus biógrafos, se dio a los tranquilizantes y la desesperación hasta que su cuñado Robert Kennedy la socorrió. En España tenemos el caso de la viuda de Franco, doña Carmen, que abandonó El Pardo tres meses después de la muerte del caudillo, su esposo, batiendo todos los récords de permanencia post mortem. No le hacía ninguna gracia cambiar de casa, y casi se entiende, porque en España vemos las mudanzas como algo largo, agobiante y que necesita tiempo, seas el inquilino que seas.
Resulta muy francés que los nuevos vecinos del Elíseo no sean matrimonio. Valerie y François son divorciados y han evitado casarse entre ellos. Saben que el matrimonio, como la política, también está sometido a un hervor terrible, aunque vivas en una república. Mientras, nuestros Reyes, que cumplen 50 años de cocción el lunes, deciden no celebrarlo sin importarles que se hable de ello, de esta negación a celebrar la fecha. Los comentaristas políticos, porque el Rey es jefe de Estado, dicen que no se puede celebrar un matrimonio que vive distanciado. Otros sugieren que el amor flaquea en ese matrimonio. Pero eso es confundir matrimonio con amor. Tienen que ver, pero no significan lo mismo. El matrimonio es una labor, un proyecto, como Bankia, y por eso se considera un triunfo prolongarlo, de la manera que sea. El amor es un hechizo, un disparo, como la felicidad. Por eso no parece tan buena la idea de no celebrar, siquiera con una tortilla o una ensalada griega, los 50 años de vida en común de la pareja más visible del país. Porque su matrimonio representa también a todos los matrimonios, incluso con los que no estén muy de acuerdo. Dar portazo a su celebración permite que la foto de los Reyes juntos tenga el mismo valor que un bono de banco malo. Como convertirla en un ladrillo, en una caja o en una maleta.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.