Wert blande todas las espadas
El nuevo ministro de Educación vuelve a los viejos temarios
José Ignacio Wert ha llegado al Ministerio de Educación, Cultura y Deporte con vocación de mando, afán resolutivo, altura de miras. Desde el primer momento les dio una arremetida a los internautas para dejar claro que ahí donde el equipo de Zapatero había fracasado con la llamada ley Sinde, él no iba a pestañear, y que procedería sin compasión con cuantos se lucran con los derechos de autor. Así que tomó el florete con desenvoltura, cortó el aire en dos y miró al mundo con el desdén de un tipo corajudo.
Su última exhibición de poderío la ha hecho hace un par de días con un sablazo rotundo vía Boletín Oficial del Estado. El golpe ha sido certero y con un único movimiento ha liquidado los temarios que había aprobado el Gobierno saliente para concursar en las oposiciones de maestros, profesores de escuelas oficiales de idiomas, secundaria y formación profesional.
Por descontado que no se le ha movido un pelo a la hora de justificar su arrojo: si él fuera opositor, ha dicho, “estaría dando saltos de alegría”. El nuevo ministro no solo es valiente, es también un hombre bueno. Y por eso ha pensado que, “para elegir a los mejores” —como sostuvo un portavoz del ministerio al hacerse pública la medida—, lo idóneo es volver a los contenidos de 1993 y 1996, que deben de tener ya aire de intemporales.
Para qué actualizar unos temarios que deben haberse mirado ya muchos opositores y por qué hacerlo, además, si la iniciativa fue cosa de los socialistas? Que se fastidien los 60.000 afectados que llevan ya un par de meses estudiando sus nuevos libros. ¿No había sugerido el propio Wert a las comunidades autónomas que no convocaran este año oposiciones? Como hubo algunas rebeldes que lo hicieron, el ministro tuvo que sacar la espada para cortarles la cabeza a los nuevos temarios.
Como siga haciendo las cosas con tanto ímpetu, igual empieza a parecerse a Erich von Stroheim cuando hacía de malvado. Hay muchos que lo prefieren cuando interpreta el papel de dócil político que procura también que la Conferencia Episcopal dé saltos de alegría. Para eso recurrió a la espada hace unos días y se cargó la asignatura de Educación para la Ciudadanía. El sociólogo crítico y centrista se está transformado en un ministro más papista que el Papa.
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