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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Mitos y realidades de la recuperación

El PIB y el empleo avanzan pero siguen los problemas de endeudamiento y escasa productividad

Indicadores de la prima de riesgo en la Bolsa de Madrid.
Indicadores de la prima de riesgo en la Bolsa de Madrid. Emilio Naranjo (EFE)

El PIB avanza a tasas superiores al 3%, el empleo crece un insólito 2,8% anual, la demanda interna convive con superávit exteriores por vez primera en la moderna historia del país y Guindos anuncia que abandonaremos la supervisión de la Comisión este año. ¿Cómo hay que evaluar esta situación? Pues, a pesar de todo, con cautela: aunque la recuperación es evidente, no es oro todo lo que reluce. Y ello porque los vientos exteriores que nos empujan son transitorios, y porque la dinámica alcista de hoy tiene poco que ver con la solución de problemas de fondo (deuda, productividad y finanzas públicas). Vayamos por partes.

Respecto del crecimiento, hay que convenir que una parte no menor de su mejora refleja el aumento de renta por la caída en tipos de interés y su impacto en el crecimiento de la eurozona. Se trata de una intervención excepcional: el BCE acabará 2017 con un 25% de la deuda pública española en su balance. Lo nunca visto. Pero no confíen en que ello vaya a durar: ya se anuncian cambios para el próximo otoño. Añadan la caída del euro (un 17% hasta junio pasado) y la del petróleo, y tendrán una panorámica de los poderosos vientos de cola que nos empujan. ¿Eso es todo? No. Sin las reformas efectuadas (laboral, financiera, en pensiones) sería difícil que creciéramos con igual intensidad. Como muestra el contraejemplo italiano (aumento del PIB del 0,7% en media 2014-17, frente al 2,7% español), Draghi no es suficiente.

Pero en lo tocante al endeudamiento no hemos avanzado. La suma del privado y público alcanzó el 247% del PIB en 2016, por encima el 227% de 2007, porque la caída del primero se ha visto más que compensada por el aumento en deuda pública. Tampoco es positiva la dinámica del endeudamiento neto exterior, nuestro talón de Aquiles como mostró la crisis 2011/13. Aunque se ha reducido algo (al 87% del PIB), continúa tozudamente por encima del 35% que la Comisión considera aceptable, y muy alejado del 15% de Italia o Francia.

También malas noticias para la productividad. Dado el reducido aumento de la productividad/ocupado (0,5% anual en 2015-17), la expansión del empleo explica en gran medida el avance del PIB. Mal asunto para un país que, para mantener la mejora de la competitividad, debería sustituir contención salarial por avances en productividad. Simplemente, porque la devaluación interna no tiene ya más recorrido. Finalmente, en lo relativo a las finanzas públicas, el envejecimiento creciente y el hundimiento de la generación de menores de 40 años anticipan aumentos de gasto y dificultades en ingresos.

Lo dicho. Bien está el crecimiento en curso. Pero no lancen las campanas al vuelo. Bajo la actual bonanza yacen problemas estructurales cuya resolución apenas ha comenzado. Por ello, cuiden el excesivo optimismo: puede hacer olvidar lo transitorios que son los vientos de cola que hoy nos impulsan. Algo parecido sucedió ya en los 2000. Convendría no caer en los mismos errores de autocomplacencia.

Josep Oliver Alonso es catedrático de economía aplicada de la UAB y EuropeG.

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