Lecciones sobre la crisis del Banco Popular
La situación de la entidad que preside Emilio Saracho hace volar por los aires las recetas neoliberales que se han aplicado tras la crisis financiera
El sistema bancario español es uno de los más sólidos y fuertes de Europa, afirmaba el expresidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero al inicio de la crisis financiera de 2007. Ahora es Mariano Rajoy, actual jefe del Ejecutivo, el que afirma que la banca en España ha superado la crisis financiera y es sólida y rentable. Ni tenia razón Zapatero entonces ni la tiene ahora Rajoy.
Sobre la banca española existe muy poca transparencia y los mensajes lanzados desde el Gobierno pueden estar justificados con el propósito de evitar pánicos financieros que puedan acabar en huidas masivas de depósitos. Pero lo cierto es que la banca española no goza de buena salud. Y la prueba fehaciente de ello –posiblemente no sea la única– es la situación crítica en la que se encuentra actualmente el Banco Popular. Téngase en cuenta que en el cómputo de los niveles de capitalización de los bancos, sobre los que se superan los famosos test de estrés, se están incluyendo los créditos fiscales, que corresponden a la parte de impuestos que las entidades deberían pagar por la obtención de beneficios económicos, y que no están pagando.
El Banco Popular es el sexto banco más grande de España con una cuota de mercado según depósitos del 7% sobre el conjunto del sistema bancario. No presenta el tamaño del Santander o del BBVA pero su dimensión es significativa y en el segmento de la financiación a pymes alcanza el 18% de cuota de mercado. Se trata, por tanto, de una entidad de cierta dimensión y de relevancia en la financiación bancaria, que también participó activamente en la creación de la burbuja inmobiliaria de los años noventa y dos mil. De hecho, una de las causas que han provocado su mala situación es el elevado volumen de activos inmobiliarios tóxicos que ha ido acumulando durante la crisis; al no haber utilizado la venta de esos activos a la Sareb como sí que han hecho otras entidades, por ejemplo Bankia, el Popular se ha visto obligado a dotar cada vez más provisiones, lo que ha agravado su situación. En el año 2016 sus pérdidas fueron de alrededor de 2.000 millones de euros y algunas entidades señalan que puede tener unas pérdidas ocultas de más de 3.000 millones de euros.
Las fusiones bancarias han provocado una pérdida de poder para los consumidores
Por otra parte, el Banco Popular acumula créditos morosos por más de 17.000 millones de euros, un volumen superior al de dos otras grandes entidades, Santander y Caixabank, lo que supone una tasa de morosidad del 14,66%, cinco puntos por encima de la media del sector, que está en el 9%, y solo superada por Liberbank (16,56%), aunque muy próxima también al Banco de Crédito Cooperativo (cabecera del Grupo Cooperativo Cajamar, 13,93%) y al BBVA (11,49%). Todas estas tasas de morosidad, que se encuentran por encima del 10% (junto con Mare Nostrum, con el 10,47%), son insostenibles a medio y largo plazo. Para evitar la caída del banco, se ha propuesto su venta a alguna de las entidades bancarias de mayor dimensión (Santander, BBVA o la propia Bankia).
De la crisis del Banco Popular, después de todas las medidas que se han tomado tanto por parte de la Unión Europea a través del BCE como desde el Ministerio de Economía y el Banco de España, se desprende una serie de conclusiones que conviene destacar.
Primero, la crisis de la banca en España no ha finalizado aún. Al principio fueron las cajas de ahorros las que fueron cayendo, por lo que se optó por su transformación en fundaciones bancarias privadas y la cesión de su negocio a los grandes bancos; pero ahora empiezan a caer los bancos privados. Esto demuestra que las medidas tomadas han sido totalmente ineficaces. Y han sido ineficaces porque se ha hecho un diagnóstico equivocado del problema de la banca. Las fusiones bancarias y el aumento de la capitalización han servido para aumentar el tamaño de las entidades y concentrar aún más el sector –la banca española es la que más se ha concentrado en Europa durante la crisis– con la consiguiente pérdida de poder para los consumidores, y no han resuelto sus problemas de fondo. Por tanto, a fecha de hoy continúa pendiente la implementación de una verdadera reforma del sistema bancario español que evite nuevas crisis.
Segundo, la crisis financiera en España no ha sido una crisis del modelo de cajas de ahorros, como algunos, interesados en denostar la banca pública, están afirmando. El modelo de cajas de ahorros no era un modelo caduco e ineficaz, sino todo lo contrario, pues durante varias décadas había demostrado con claridad su eficiencia y rentabilidad, ganando cuota de mercado a la banca privada. Su problema no ha sido que fueran entidades públicas, que de hecho no lo eran, ni tampoco que estuvieran politizadas, al menos no del todo, sino algo que compartían con el resto del sistema bancario: una mala gestión del riesgo crediticio que se ha traducido en la concesión de créditos inmobiliarios y a la construcción sin criterios profesionales y un mal gobierno corporativo basado en la falta de transparencia y en el abuso de operaciones especulativas de alto riesgo.
Cajas de ahorro y grandes bancos han compartido una mala gestión del riesgo crediticio
Lo que sí que es cierto es que la excesiva politización de las cajas ha ayudado a incrementar los problemas asociados con este comportamiento, pero no fue lo que lo causó. Esto es muy importante señalarlo, porque se ha demonizado a las cajas de ahorros, responsabilizándolas de todos los males de la crisis, lo que ha justificado su eliminación. Lejos de desaparecer, con la eliminación de las cajas de ahorros el mal gobierno de la banca española irá aumentando con el paso del tiempo, pues son las grandes entidades las que más practican este tipo de comportamientos especulativos y oportunistas.
El modelo de banca de proximidad, que representaban las cajas de ahorros junto con las cooperativas de crédito, era especialmente apropiado para la economía española, porque desempeñaba una función clave en la financiación de la economía productiva y en particular de las pymes. Así es como sucede en los principales países de la Unión Europea (Alemania, Francia, Holanda e Italia), donde la banca de proximidad alcanza cuotas de mercado próximas al 40%, mientras que en España su peso se ha reducido a un 5%.
Tercero, el Banco de España, como institución responsable de la supervisión y control del sistema bancario español, está teniendo una gran responsabilidad en la crisis bancaria. No fue capaz de detectar a tiempo la excesiva dimensión que estaban adquiriendo los créditos hipotecarios en bancos y cajas, ni tampoco de tomar medidas para resolver este problema. Sin embargo, no se han depurado responsabilidades; ni siquiera se han asumido.
Lo realmente grave es la fuerte politización del Banco de España, pues el nombramiento de sus principales cargos, entre ellos el de Gobernador, corresponde al partido político en el Gobierno. Este hecho le convierte en una correa de transmisión del ministro de Economía de turno y sus decisiones más relevantes están fuertemente condicionadas. Por lo tanto, sería urgente un cambio organizativo profundo y radical de esta institución, si realmente se quiere resolver el problema de fondo del sistema bancario español.
Lo realmente grave es la fuerte politización del Banco de España
Cuarto, el tamaño no es una variable determinante en el éxito de una empresa y, por consiguiente, las fusiones no son la solución a los problemas de la banca en España. No existen garantías que cuando un banco aumenta de dimensión, mejore su capacidad de gestión, rentabilidad y eficiencia. Esto es una falacia del neoliberalismo que deberíamos abandonar. Sin embargo, el aumento de tamaño de un banco sí que incrementa su riesgo sistémico y la probabilidad de que en caso de quiebra pueda arrastrar a una parte importante de la economía.
En definitiva, la crisis del Banco Popular hace volar por los aires las recetas neoliberales que desde el Ministerio de Economía se han estado aplicando desde que estallara la crisis financiera. Los problemas estructurales de la banca española siguen existiendo, y solo con una reforma de fuerte calado, que transforme las estructuras organizativas y de decisión internas de los bancos, será posible conferir solidez y estabilidad a las entidades. No se necesitan bancos grandes, sino bien gestionados, con un sistema de gobernanza basado en la transparencia y la profesionalidad, sin injerencias políticas ni interesadas que buscan beneficiar a unos pocos. Se precisa también una reforma radical del Banco de España, que despolitice su gestión para así asegurar el cumplimiento de sus funciones de control y de supervisión.
Los ciudadanos no podemos seguir pagando, con nuestros impuestos, la mala gestión de los banqueros de este país. En este sentido, la compra del Banco Popular por parte de Bankia supondría una vez más tener que sanear una crisis bancaria con el dinero de todos los contribuyentes.
Joan Ramón Sanchis Palacio es catedrático de Economía de la Empresa de la Universitat de València y experto en iAhorro.com.
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