El BCE se plantea una ampliación de los estímulos monetarios para marzo
Draghi avisa de que la baja inflación complica la devaluación interna en países como España
Llegar tarde es casi tan grave como equivocarse para un banquero central. El Banco Central Europeo (BCE) actuó sistemáticamente con retraso durante la Gran Recesión y su jefe, Mario Draghi —una especie de bombero del euro—, erró el tiro en diciembre con una tímida vuelta de tuerca a las medidas de estímulo. Draghi rectificó ayer a la vista de los riesgos que acechan a la eurozona. El BCE emplazó a los mercados, en medio de una nueva y aguda fase de estrés, a una nueva ronda de expansión monetaria en marzo. Sus augures esperan que el BCE se pase esta vez de largo para lanzar un mensaje inequívoco sobre el compromiso de Fráncfort para atajar la crisis.
Draghi tiene por costumbre hablar antes de disparar: las denominadas "intervenciones verbales" son casi tan importantes como las decisiones para que los mercados calibren la importancia del próximo paso. Tras la reunión del consejo de gobierno, el italiano fue rotundo: "Las condiciones han empeorado y el BCE revisará y posiblemente reconsiderará sus medidas de política monetaria en marzo". Draghi subrayó que esa decisión es unánime —Alemania incluida— y no dejó ninguna puerta cerrada. "Tenemos poderío y estamos en disposición de actuar sin limitaciones", dijo. Eso puede suponer elevar el volumen de las compras de activos (60.000 millones mensuales). Ampliar el plazo del QE europeo más allá de marzo de 2017. Activar incluso una segunda versión de ese programa, un QE2 con reglas distintas y menos limitaciones. Y el menú completo: seguir rebajando los tipos, elevando las tasas negativas en la facilidad de depósito para que la banca no deje fondos ociosos en la ventanilla de Fráncfort.
Casi una década después del inicio del huracán, Europa no despega. El riesgo de deflación o las perspectivas de una inflación baja para mucho tiempo siguen ahí. Preocupan los emergentes, en especial China, con un gran potencial desestabilizador. El petróleo y las materias primas se hunden. Incluso la banca periférica vuelve a generar dudas y hace temer por el enésimo despertar de la crisis. Los mercados ya castigan esa incertidumbre. Y Draghi vuelve a salir al rescate con el preanuncio de una nueva ronda de estímulos, junto con una advertencia: la política fiscal debe cambiar.
Europa necesita gastar en "infraestructuras públicas", según Draghi, "vitales para impulsar la creación de empleo y elevar la productividad". Atrás quedan los tiempos en los que Fráncfort reñía a los Gobiernos por gastar más de la cuenta. Draghi está lejos de ser un keynesiano al uso, pero a su manera deja cada vez más claro que la eurozona se ha metido en una trampa de liquidez: ya no basta con la política monetaria, incapaz de azuzar la inflación, para salir de ésta. El mandamás del euro advirtió que en los próximos meses podrían registrarse tasas negativas de precios. Bruselas —y sobre todo Berlín— siguen encajando de perfil esas referencias cada vez menos veladas en favor de un cambio en la política económica, aunque la crisis de refugiados y de seguridad obligan a la eurozona a gastar un poco más.
Sobre la crisis de asilo, explicó que "va a cambiar de los pies a la cabeza a nuestras sociedades", y subrayó que está en manos de los gobernantes "la capacidad de transformar la crisis en una oportunidad para el futuro crecimiento de la eurozona". Sobre la crisis bancaria que ha emergido en Portugal e Italia, apuntó que el BCE "sigue muy de cerca" las caídas de la banca en Bolsa, pero aún no ve "signos de inestabilidad como en otras fases de la crisis". Y respecto a España, evitó meterse en líos sobre la formación de Gobierno, pero entonó un inusual mea culpa: "Para los países que han hecho duras reformas, y España es un caso de éxito en ese aspecto, la baja inflación hace más difícil el proceso de devaluación interna". El BCE incumple su mandato —un IPC cercano al 2%— desde hace tres años, y no espera recuperar ese listón al menos hasta 2018. Parte de los presuntos efectos positivos de la devaluación interna, como la recuperación de competitividad, desaparecen por ese sumidero.
Políticas fiscales
Frente a las visiones complacientes sobre la recuperación europea, el jefe del BCE puso el énfasis en las malas noticias: de ahí la necesidad de nuevas medidas. Apuntó que en solo mes y medio se han materializado graves riesgos en China y los emergentes, una rebaja del precio del crudo que preocupa al BCE por su efecto sobre las expectativas de inflación y, sobre todo, ha cristalizado una inestabilidad inesperada en los mercados.
A punto de cumplirse el noveno aniversario de la Gran Recesión, la recuperación de la eurozona no vuela. Cada vez es más patente que no basta con una política monetaria ultraexpansiva que no consigue animar los precios. Las cicatrices de la crisis son profundas y duraderas, y para que Europa esté a la altura la política del BCE necesita un complemento: "Las políticas fiscales deberían apoyar la recuperación", insistió Draghi en un mensaje telegrafiado para Bruselas y Berlín, para Berlín y Bruselas: tanto monta.
La llegada de refugiados, una oportunidad para el crecimiento
El presidente del BCE, Mario Draghi, ha afirmado este jueves que la llegada de refugiados a Europa es "una oportunidad para el crecimiento económico" del continente. "Las actuales políticas fiscales en la zona del euro se está volviendo más expansionistas, lo que refleja en particular medidas en apoyo de refugiados", ha afirmado el banquero italiano durante una conferencia de prensa. El presidente del BCE ha calificado la llegada de refugiados a Europa de "cambio importante social y geopolítico, pero que también es una oportunidad para el crecimiento".
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