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Reportaje:

Escuchar con las manos abiertas

El Fondo de Cooperación teatraliza historias reales para educar en la solidaridad

Pasados los setenta, Maruxa decidió que no quería morir sin aprender a andar en bicicleta. Dicho y hecho. No estuvo sola en su empeño. A esta y a otras nueve vecinas de edad de Torneiros, una aldea próxima a Allariz, se les antojó encaramarse al sillín y empezar a pedalear sin hacerle mucho caso al DNI, el frío o la osteoporosis. Su hazaña, cuesta abajo por la pista de fútbol, fue filmada y hace cinco meses que el vídeo pulula por el portal You Tube.

"As bicicletas son para as mulleres" es un ejemplo de voluntad colectiva y de superación personal en la tercera edad, casi en la cuarta. También es una de las tres historia que Brais y Marta, las dos mitades de A tropa de trapo, cuentan a los escolares en la gira teatral que el Fondo Galego de Cooperación e Solidariedade -una entidad sin ánimo de lucro que agrupa a 100 ayuntamientos gallegos- tiene en marcha para "educar en valores" a los adolescentes gallegos.

A Tropa do Trapo gira por institutos recaudando fondos contra la pobreza
Agita las conciencias adolescentes, enseñando a vivir con menos

Esta semana les tocó el turno a los alumnos de los institutos de Canido y Concepción Arenal de Ferrol. Cerca de 200 chavales de 16 años de 1º de Bachillerato de los dos centros públicos se saltaron una hora de clase para asistir a la representación en su centro. El mensaje, con el día de los Derechos Humanos (10 de diciembre) como telón de fondo, es muy sencillo: las cosas pequeñas son capaces de grandes cosas.

Con tres historias reales adornadas con teatro y que tienen por escenarios Galicia, Nicaragua y el desierto del Kalahari, A tropa de trapo mete el dedo en la conciencia de los chavales para agitarlas. La mayoría, como Adrián, tienen móviles de última generación, ropa de marca y "probablemente más cosas de las que se necesitan", pero de las que no están dispuestos a prescindir. "Les transmitimos pesimismo y la idea de que no es posible hacer nada. Adoptan una actitud pasiva, pero no indiferente", reflexiona Marta Ortiz.

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En 2010, ella y Brais Gutiérrez llevaron sus Contos coas máns abertas a 20 centros gallegos. Con la regira de este curso, que costea el Fondo, llegarán a otros 42. Su herramienta son las palabras y para escenificarlas se apoyan en gestos y una guitarra.

El primero de esos cuentos, para abrir boca y en clave de humor cuenta con retranca la historia de las diez vecinas de Allariz "con alma de rotonda" que hace un lustro empezaron a reunirse en torno a un café de pota y se retaron en concursos de postres y empanadas primero, y en clases de yoga y pilates después.

"Los gallegos tenemos alma de rotonda porque en lugar de decir las cosas, las dejamos caer tras varias vueltas", aclara Brais, entre risas. Tanto empeño pusieron ellas en aprender, que el herrero terminó por fabricarles a medida unos ruedines para adultos. Aprendieron a pedalear y la fuerza del empeño colectivo.

Marta, catalana de 32 años, es la otra mitad de A Tropa y domina el gallego sin titubeos. Les cuenta a los adolescentes que el Fondo Galego lleva desde 1997 llamando a las puertas de todos los ayuntamientos en busca de dinero público para sufragar proyectos de cooperación en Cuba, Perú, Mozambique y Cabo Verde. "Empezaron siendo cuatro y este año son 100", dice animosa.

Su historia, más sensiblera, traslada a los chavales hasta Nicaragua para hablarles de una cooperante llamada Nuria que trabó amistad con José, el guardián del poblado donde ella levantaba una escuela. José era analfabeto y acudía a Nuria cada noche para dictarle cartas de amor a Gwendolín. Le contó que había crecido en un catefal con los granos por juguetes y que combatió en la guerrilla sandinista. Su amistad con la cooperante lo animó a estudiar y meses después, ella recibió la primera carta de José con letra tosca. "Ha animado a este viejo a leer. A darle al pueblo la palabra. Sin las cosas más pequeñas no se harían las grandes", contaba la misiva.

La última historia, la favorita de Nicole y Marta y la más aplaudida, es la de Manolo, un vecino de Oza dos Ríos al que el debut de España en la UE le privó de sus tesoros bovinos: Marela, Pinta y Herminia. Las tres vacas fueron embargadas junto al resto de la cooperativa. Deprimido y desesperado, puso rumbo a África en busca de la tribu que le sonreía sin cesar desde los documentales de La 2. Cuenta Brais que un armador vigués llamado Lito acercó a Manolo hasta "capetón", como llaman los marineros gallegos a Ciudad del Cabo, y de allí puso rumbo al Kalahari. Una tribu lo rescató desfallecido y tiempo después regresó a Galicia con alma de bosquimano.

Brais, que llegó a conocerlo, cuenta que Manolo pasó "una semana en taparrabos en el puerto de O Berbés" para demostrar que se puede vivir con menos, sonreír en lugar de pelear y "escuchar con las manos abiertas". Suena el timbre del recreo, pero ninguno de los chavales se mueve de la silla hasta que acaba el cuento del bosquimano gallego.

Uno de los monólogos por los derechos humanos que se representaron en el instituto Concepción Arenal de Ferrol.
Uno de los monólogos por los derechos humanos que se representaron en el instituto Concepción Arenal de Ferrol.GABRIEL TIZÓN

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