Invitación al hedonismo
"César Manrique tomó la isla de Lanzarote como un gran material artístico". Para José María Churtichaga, arquitecto y vicedecano de la IE School of Architecture, la obra del artista canario se explica a partir de esta idea. "No se puede entender Lanzarote sin esta intervención. Manrique no solo respeta el paisaje, sino que lo interpreta, lo cataliza y actúa sobre él. Una ruta por su obra comienza en el Mirador del Río, frente a la isla de La Graciosa, donde la ceremonia de acceso con una entrada serpenteante, el espectáculo de la vista y el vértigo, son tratados como material plástico de manera inigualable".
Churtichaga destaca a Manrique como ideólogo. "Fue el gran defensor de un paisaje extraordinario y único en el mundo. Detecta los valores del paisaje y de la arquitectura popular e intenta sensibilizar a la población de ello". Un pionero y una excepción. "Nadie ha continuado esta concepción. Lanzarote se ha degradado considerablemente, y lo único bello de la isla lo hizo él".
Al Manrique ideólogo se le une el arquitecto Fernando Higueras en "una simbiosis maravillosa", según palabras de Churtichaga. "Con el fabuloso hotel Las Salinas y sus jardines, crearon una obra cumbre de la arquitectura turística". "Entendieron perfectamente lo que tenían entre manos", añade, como plasmaron en Lanzarote, arquitectura inédita (1974), con la participación de otros expertos, entre ellos el arquitecto Francisco Nieva.
El resultado son "visualizaciones invisibles", como Churtichaga define sus obras. "Tienen esa capacidad de aparecer y desaparecer, se mimetizan, pero a la vez están muy presentes. Como su casa de Teguise o los Jameos del Agua, una secuencia de espacios donde la naturaleza gana terreno y otras veces se retira para permitir la convivencia plástica entre paisaje, arquitectura (con las piscinas blancas y el bar) y una clara invitación al disfrute y al hedonismo. Manrique era un gran hedonista".
El uso de los materiales resulta clave. "Manrique no impone nada que no esté latente en el paisaje, intenta humanizarlo. Por ejemplo, un volcán al hacer de él una cocina -la del restaurante El Diablo, en Timanfaya-, un agujero como espacio casi doméstico en su casa de Teguise".
La visión de Manrique se completa desde la gestión del territorio. "Entiende que el futuro de la isla tiene una derivada turística que hay que domesticar, densificando zonas con menor potencial paisajístico, como Arrecife, para salvaguardas otras". Como la playa de las Conchas, en La Graciosa, que el arquitecto madrileño recomienda visitar tomando el ferry en el pueblo de Órzola, justo al descender del Mirador del Río.
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