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Columna
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La CEV en la encrucijada

La Confederación Empresarial Valenciana (CEV) se enfrenta al desafío de elegir presidente para los próximos cuatro años y decidir quién ha de ocupar la silla que dejará vacía José Vicente González, actual presidente de Cierval. Los tres posibles candidatos son Salvador Navarro, del sector del Transporte y titular de Cepymev; Juan Eloy Durá, presidente de la patronal de la construcción y Vicente Lafuente que preside Femeval.

Si José Vicente González, recién estrenado presidente de Cierval, no cuenta en la CEV con un presidente que sintonice con sus planteamientos para desarrollar el proyecto empresarial que tiene previsto en el ámbito autonómico, se puede augurar que los empresarios de la Comunidad Valenciana difícilmente podrán dar la imagen de coherencia y cohesión que necesitan, para merecer respeto entre las organizaciones del resto de España. En la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE) la representación valenciana -de Alicante, Castellón y Valencia- ha ido perdiendo influencia y credibilidad, casi desde que un día de 1986 Vicente Iborra Martínez tuviera que dejar la presidencia de CEV y Cierval, presionado por los acontecimientos que se ventilaron en torno a su persona. Los hechos acaecieron poco después de que Iborra interviniera en una sonada asamblea de CEOE, con una dura crítica a la intervención del Estado en la vida económica y empresarial.

Los empresarios necesitan inteligencia, mano firme, liderazgo, honorabilidad y dedicación plena

Vicente Iborra, primer presidente de CEV y de Cierval, mandaba mucho en la Comunidad Valenciana y era respetado en Madrid. Con unos niveles de autoridad e influencia que no se han repetido después de su dimisión, salvo en la época hegemónica del secretario general de CEV, Cierval y AVE, Luis Espinosa Fernández, en cuya etapa de esplendor ejercía más poder que sus propios presidentes. Esta constatación conecta con una frase popular que reconoce que donde no hay cabeza, todo son pies. Descabezada la burguesía valenciana con el escándalo que motivó la salida de Vicente Iborra, aquel grupo que trató de conectar en la Transición con los orígenes económicos, financieros y empresariales del siglo XX, se difuminó y dejó paso a otros empresarios que se decantaron más por presidir Cámaras de Comercio, cajas de ahorros y ferias, dejando de lado el verdadero núcleo de poder empresarial, que quedó en manos de secretarios y camarillas. Esta ha sido la trayectoria frustrada de unas organizaciones empresariales, que por fin y después de muchos forcejeos, tienen la capacidad y la responsabilidad de decidir sobre el futuro de las Cámaras de Comercio de su demarcación.

Este es otro reto, que aunque Vicente Boluda, presidente de AVE, ha simplificado, diciendo que necesariamente Cámaras y patronales tendrán que fusionarse o desparecer, el asunto suscitará complicaciones y recelos.

Los empresarios valencianos en estas horas duras de crisis económica y desconcierto político, necesitan un liderazgo indiscutido y la imagen de unidad sin fisuras, para resolver problemas y tener capacidad para enfrentarse a unas Administraciones públicas voraces de recursos, influencia y parcelas de poder.

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Las Cámaras de Comercio firman su sentencia de muerte cuando pierden su independencia y se ponen en manos de los políticos. Las patronales han estado también en la cuerda floja, sobre todo cuando detentan el poder los partidos que les son más afines.

Las entidades económico-empresariales valencianas deben de volver a sus raíces. No solo las patronales y las Cámaras, sino también las ferias, las autoridades portuarias, los institutos tecnológicos, la Bolsa, el Impiva, el Ivex, el Itva y tantos entes que han sido desviados de su naturaleza empresarial, pero que sin las empresas no son nada.

Los empresarios valencianos necesitan inteligencia, mano firme, liderazgo, honorabilidad, dedicación plena, conocimientos y un excelente equipo de profesionales que, desde el respeto y la consideración, sea capaz de situar a la economía valenciana donde le corresponde.

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