"Solo van a quedar en pie las ruinas"
Sofia Sakorafa (Trikala, 1957) no es una política al uso, al menos en la extensión que la palabra suele revestir en Grecia: la política como profesión vitalicia; como inversión de futuro. Lanzadora olímpica de jabalina -batió el récord mundial en 1987- y ciudadana palestina honoraria gracias al difunto Yasir Arafat, lo que le permitió representar a sus conciudadanos en los Juegos Olímpicos de 2004 "como un gesto para promover la paz"; militante, en fin, de cualquier causa difícil, para muchos griegos es, sobre todo, la cara visible de la oposición a las medidas de austeridad. Sakorafa es un azote al viento, como el mechón que orla su melena.
Parlamentaria del Movimiento Socialista Panhelénico (Pasok) hasta mayo de 2010 -y luego independiente-, abandonó las filas del partido en el poder tras la adopción del primer plan de ajuste, previo al rescate de la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional. Desde entonces la han seguido cinco correligionarios, lo que, en menos de dos años, ha reducido en seis escaños la holgada mayoría absoluta del Pasok. La sangría parlamentaria amenaza con ir a más en un otoño que se aventura, más que caliente, incendiario, como los artefactos que casi a diario se estampan a las puertas del Parlamento.
"El plan de ajuste será la tumba de generaciones enteras en Grecia"
Arde Atenas, en todos los sentidos, y Grecia entera se consume en la pira de los mercados, que reclaman sus tributos. Casi 40 grados a la sombra, rociados de gases lacrimógenos, azuzan aún más la inquietud de los ciudadanos. O contribuyentes, dice Sakorafa que convendrá llamarlos a partir de ahora. "El plan de ajuste será la tumba de generaciones enteras. Ni un solo griego se merece un futuro ruinoso, y menos aún pergeñado por nuestros supuestos socios de la UE. El segundo plan de ajuste es mucho peor que el primero, y condena a la miseria al país entero", explica en su despacho del centro de Atenas, con un tocho de folios entre manos: el texto del programa adoptado el 30 de junio, que contempla economías por 28.000 millones de euros y el ingreso de otros 50.000 millones en privatizaciones de empresas públicas.
Y el segundo rescate de la UE y el FMI, recién aprobado, ¿no aliviará un poco la penuria? "Será aún peor, porque hipoteca nuestro país a 30 años, siendo optimistas. ¿Alguien puede imaginar lo que eso supone? La vida de generaciones enteras sojuzgada por designios ajenos".
Entre tazas de café bien cargado y recomendaciones de islas griegas, que se suceden como un intercambio de cromos, la charla discurre por los meandros de la cultura: el legado clásico, que supone uno de los mayores activos del país, pero también la ruina, nada metafórica, en que las exigencias de los acreedores pueden convertir el país. "En Grecia solo van a quedar en pie las ruinas tras la aplicación del plan de ajuste. La explicación es sencilla, de economía doméstica: si tienes algo hipotecado, no puedes contraer más deudas. Exactamente lo contrario de lo que está haciendo el Gobierno...", explica. Algunos datos cotidianos parecen apuntalar su pesimismo: el incremento en un 40% de los suicidios desde que empezó la crisis (en el país con la menor tasa de ellos de la UE); las tiendas de barrio, que caen como fichas de un triste dominó (cierra una de cada cuatro); el 35% de paro juvenil...
"Los griegos creemos en Europa, pero no a este precio. Eso no quiere decir que no estemos dispuestos a afrontar nuestras obligaciones, pero no queremos que otros decidan cómo, porque lo hacen por sus intereses, es decir, por los intereses de sus bancos". Sakorafa lidera el Comité por la Auditoría de la Deuda Pública, un intento de asomarse, con luz y taquígrafos, al insondable agujero negro de 350.000 millones de euros.
Determinada, segura, resistente, en la voz de Sakorafa, sin embargo, no hay asomo de autocrítica. Puede que esa sea la única característica que iguala a todos los griegos, a los que maquillaron las cuentas y a los que pagarán la factura.
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