Los iberos viven en Cerdanyola
El Museo de Ca n'Oliver, inaugurado en 2010, marca el fin de una época en la construcción de estos centros culturales
Al entrar en el museo de Ca n'Oliver de Cerdanyola del Vallès (Vallès Occidental), un edificio de nueva planta construido junto al poblado ibérico del mismo nombre, la sensación es que allí vive gente. Durante la visita a la exposición permanente Cerdanyola: tierra de iberos no deja de oírse, aparte del canto de los pájaros, el sonido de un martillo que golpea el metal, el torno de un alfarero, el murmullo de los campesinos mientras cultivan el campo o cuidan su ganado o el lamento de un grupo de personas por la muerte de un ser querido.
El truco es fácil. Además de las 525 piezas expuestas que dejan ver la riqueza material de este yacimiento excavado desde 1986, se han instalado más de media docena de vídeos en los que se recrea la vida de los layetanos, la tribu ibera que vivió aquí más de quinientos años, entre los siglos VI y I a. C. El efecto es mayor cuando vemos a los protagonistas de las imágenes (personas actuales vinculadas a entidades sociales de Cerdanyola) mirarnos desde el interior de las vitrinas.
"Queríamos alejarnos de la idea del bonismo del primitivo y de la caricatura. Aquí no vivían los Picapiedra; la vida era dura y la supervivencia cara. La prueba es que la media de vida era de 32 años", explica Joan Frances, arqueólogo, técnico de patrimonio de Cerdanyola y alma de este proyecto por el que ha luchado desde que en 2005 se redactó el plan de museización del yacimiento. "Este es un museo didáctico, un viaje al pasado dedicado al público familiar, donde hemos huido del academicismo", explica.
Entre los elementos que más llaman la atención figuran dos escenografías de impacto: en una, más de cincuenta sacos apilados permiten ver el grano que los iberos de Ca n'Oliver guardaban en uno de los muchos silos del poblado. En la otra, se ha restituido la escultura de un león de piedra -una pieza excepcional que pertenecía a un monumento funerario de la necrópolis que todavía no se ha encontrado-, a partir de dos fragmentos recuperados.
Las piezas expuestas, los más de 2.000 registros conservados en el almacén y los 4.600 metros cuadrados de yacimiento visitables hacen de Ca n'Oliver uno de los poblados más importantes de la antigua Layetania y del mundo ibérico catalán. En su periodo de máximo esplendor, el poblado controlaba el territorio circundante y otros poblados de la zona como el cercano de Can Xervacins.
El edificio de dos plantas construido por el equipo AV-62 Arquitectos pasa casi desapercibido pese a sus 1.000 metros cuadrados ya que se integra en la montaña, y recupera su perfil destruido por una antigua cantera.
El museo, que abrió sus puertas en octubre de 2010, han recibido unas 6.000 visitas, doblando el número de personas que subían hasta esta montaña del barrio de Montflorit. Frances está seguro de que con una mayor difusión los números mejorarán. "Somos como una película de arte y ensayo que funciona por el boca oreja. Un museo no es un equipo de fútbol ni un reality, y hay que venderse continuamente, pero nuestro fuerte no es el marketing sino picar piedra", comenta con humor el arqueólogo.
"Este proyecto ha sido posible con la complicidad y financiación de muchos. Tener que exponer el proyecto para que lo financien empresas como Aguas de Barcelona, La Caixa, Abertis o Epson y administraciones como la Unión Europea para obtener fondos Feder, el Estado para el Plan Zapatero, la Generalitat y la Diputación, lo ha puesto a prueba y lo ha enriquecido. Este museo marca el final de una época, creo que no se harán museos como este en mucho tiempo", se lamenta Frances.
El Ayuntamiento de Cerdanyola, aportó el 30% del total y buscó la máxima financiación externa para no hipotecar otras inversiones prioritarias. El problema es que el nuevo centro se inauguró coincidiendo con el peor momento económico. La fuerte inversión realizada (2,6 millones de euros) para construir el edificio no ha estado acompañada de la dotación de personal para dar servicio al público. Solo dos personas se encargan de la apertura del museo, las tardes de miércoles a viernes y los fines de semana. Las mañanas son para grupos escolares y otros colectivos.
"De los problemas hay que hacer virtud y para gestionar la situación que nos ha tocado vivir no hay más remedio que ser tenaces, tejer complicidades e incrementar las existentes. El yacimiento está en pleno parque de Collserola. Esperamos seguir colaborando con ellos, lo mismo que con el Museo de Arqueología de Cataluña y los otros yacimientos de la Ruta de los iberos", asegura Frances, que matiza: "De todas formas, en el mundo de la arqueología nunca ha sobrado el dinero. Todo se hace con los recursos imprescindibles, y con imaginación. Este trabajo tiene mucho de militancia". Como la del Col· lectiu de Recerques Arqueològiques de Cerdanyola (CRAC), que desde hace 12 años organiza actividades en el yacimiento de forma voluntaria.
Tras dos años sin poder hacerlo las excavaciones volverán a Ca n'Oliver. "Tenemos que acabar la planta del yacimiento, conectar las diferentes áreas, ver si el foso continúa y si existe la torre de defensa que nos falta", explica Frances, que piensa pedir la declaración de Bien Cultural de Interés Nacional cuando terminen estos trabajos: "Será la guinda".
El museo nació con la voluntad de explicar la cultura ibérica y quiénes eran los iberos layetanos, dando respuesta a muchas preguntas que en 12 años de visitas la gente ha formulado. "No sé si lo hemos conseguido pero, desde hace un año, cuando la gente nos pregunta dónde están las cerámicas, las armas, los restos de las personas y todo el resto de material que sale en la excavación, les podemos decir que están aquí. Y la verdad es que es una colección muy buena", concluye Frances.
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