_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Los caracoles manzana

Los gallegos tendemos a leer poco. Ese vicio se nos quita de un plumazo cuando salimos al extranjero: ahí sí que no paramos de leer y, además, leemos en sitios inusuales o inadecuados. Mariano Rajoy Brey lee mucho cuando sale de casa. Demasiado, de hecho. En la carrera hacia La Moncloa, José Luis Rodríguez Zapatero (¡qué nombre tan largo!), se queda en la cuneta y salen escopetados su gregario de lujo, Alfredo Pérez Rubalcaba, y el citado Rajoy Brey. De entrada, este último parte como favorito. Alfredo, con callo en el pulgar de tanto darle al timbre de la bici para adelantar, no tanto. Pero Mariano (gallego) tiene un problema: lee; Alfredo (no gallego), no. No nos malinterpreten: no se trata de que lean a Kant o a Walter Benjamin cuando viajan por el mundo adelante, sino de que lean o no sus parrafadas ante las cámaras y las audiencias. El que lee aprende, eso sí, a levantar la mirada entre frase y frase. El que no lee se aprende lo que tiene que decir y lo suelta sin bajarla. O sea que, entre RB y PR (Rajoy Brey y Pérez Rubalcaba), la diferencia la va a marcar el tiempo que se pierda en echar un vistazo al mapa para no perderse entre la campaña, la campiña, el champaña y la rapiña; que de todo hay en la viña del Señor y en los partidos de estos señores. (Uf, menos eñes y más sentidiño, coño...)

Con unas copas de más se habla cualquier lengua: nos hacemos 'bolínglotas' al tercer gin-tonic

Los gallegos tendemos a leer entre líneas y el que quiera entendernos tendrá que leernos las líneas de la mano con lupa si quiere entender algo. Mandamos a RB desde los hilillos del Prestige al tour de force de Moncloa. Nos mandan a PR a modo de vuelta de tuerca de ZP como si no hubiera pasado por allí. ¡Manda truco! Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa: las cosas como son. Y por si fuera poco, una invasión de caracoles-manzana amenaza las cosechas de arroz en el delta del Ebro. Esos bichos no saben leer, pero ven la televisión y creen que multiplicarse desaforadamente les servirá para vender la baba de caracol en la teletienda y forrarse en el mundo de la cosmética. (Ya lo decían los chicos y la chica de Mecano: sombra aquí y sombra allá, que estamos en verano y las sombrillas son muy necesarias para no pillar una insolación.) El caracol-manzana es un monstruo de ¡doce! centímetros de largo (algo así como el diámetro de un CD, para que se hagan una idea) que es capaz de zamparse 400 plantas de arroz en una noche con un colega de parranda. Al alimón: bipartidismo caracolista y al carallo. Pregúntenselo a RB o PR, si tienen ocasión, y la respuesta está cantada:

-Oiga, ¿usted tiene cuernos?

-¡Y yo qué sé! Tengo tantas cosas en la cabeza...

Los gallegos tenemos manzanas que mandamos a Asturias para que nos las devuelvan en forma de sidra. Los gallegos tenemos caracoles que mandamos a la teletienda para que nos los devuelvan en forma de ungüento milagroso para las arrugas. Los gallegos mandamos a RB por el mundo adelante a leer los discursos que le escriben sus caracoles-manzana para que nos lo devuelvan en forma de presidente. Pero los gallegos tenemos un problema: ¿nacionalizamos a PR ya y, pase lo que pase, volvemos a estar en primera división? Aquí pocas veces sacamos los cuernos al sol, que suele estar nublado. El que se fía del hilillo y de la baba, como RB, se fía también de lo escrito y por eso lo lee en público. ¿Pero no éramos unos desconfiados compulsivos?

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Los gallegos aprovechamos el verano para leer el Códice Calixtino. Nos lo llevamos con dos cojones y nos tiramos en Samil o en Santa Cristina para echarle un vistazo bajo la sombrilla mientras le damos un viaje al daiquiri. El general Franco no bebía (la sed que tenía era de tinta para firmar sentencias) pero leía discursos en inglés como si se hubiera puesto hasta las trancas. Esto es porque con unas copas de más se habla cualquier idioma: nos convertimos en bolínglotas al tercer gin-tonic. Aún no sabemos nada de la habilidad en idiomas de RB y PR: sólo constatamos que uno lee y el otro no. Debe ser cosa del bilingüismo.

Los gallegos tenemos un candidato que sabe leer y lo enfrentamos a otro que sólo sabe hablar. Solo falta que Feijóo llegue a la Moncloa hablando en esperanto.

julian@discosdefreno.com

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_