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Columna
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El nuevo equipo del presidente

Cien días es el plazo que se le suele otorgar a todo nuevo cargo público antes de someterlo a la crítica o escrutinio. El Consell que acaba de alumbrar el presidente Francisco Camps también tiene derecho a esa cortesía, si bien los agentes sociales y los líderes de la oposición ya han avanzado algunas valoraciones que transitan entre el optimismo contenido y el explícito escepticismo. Además, la gravedad y perentoriedad de los problemas que ha de afrontar esta legislatura nos revelarán sin mucha demora las capacidades de gestión del menguado y remozado equipo de Gobierno. Mientras tanto avanzaremos algunas notas colaterales y personales relativas a algunos de los protagonistas, los consejeros y consejeras.

Por lo pronto, no sorprende, pero tampoco deja de resultar llamativo el ascenso y confirmación de Paula Sánchez de León como vicepresidenta única y sucesora en el caso nada improbable de que los tribunales amorticen al hoy jefe del Consell. Debido a esta circunstancia, precisamente, nos parece una apuesta arriesgada e incluso temeraria a la vista del poco calado político, liviana experiencia e indisimulada hosquedad que destila la dama. Ojalá que los hechos desmientan lo que hoy por hoy tiene visos de ser una ocurrencia más. No obstante y en descargo del presidente habría que considerar la posibilidad de que esta elección haya estado condicionada por la falta de banquillo, de individuos aptos, ajenos a la corrupción y libres de sospecha.

Otro nombramiento que merece una glosa es el de Lola Johnson, que asume la portavocía del Consell y las áreas de Cultura y Turismo. De nuevo, un premio a la fidelidad sin fisuras antes que a la capacidad que hasta el momento solo ha demostrado mintiendo, ocultando o manipulando la información como directora de Canal 9. Acaso sea esta faceta la que le califica especialmente para prestarle su imagen al actual Gobierno, tan contumaz en la práctica del ocultismo y la opacidad. En este aspecto, el presidente ha dado en el clavo, son tal para cual. Más dudosa es la cualificación de esta señora para gestionar el sector turístico, que afortunadamente se promueve por sí solo, y la cultura, esa parcela que la derecha ha desdeñado a menudo por reputarla subalterna o cosa de rojos. Por otra parte, disponiendo de tan depauperados recursos pocas iniciativas podrá emprender, lo que quizá sea una buena suerte.

Unas palabras merece el sorprendente desalojo de Rafael Blasco, reputado estratega político y electoral. Su continuidad en el Consell figuraba en todas las quinielas, pues ya era un hábito verle en el pescante de casi todos los gobiernos. Es probable que este cese sea el precio pagado por sus relaciones con las ONG, tan polémicas, y haya servido asimismo para atenuar el de otros pesos pesados. De todos modos, prolonga su vida pública en tanto que portavoz del PP en las Cortes Valencianas, donde viene afrontando una dura polémica con la oposición, y singularmente con la izquierda fetén, los partidos menos condescendientes. Aun tendrá que fajarse en duros combates retóricos para salvar la cuestionada honorabilidad del PP y de su líder.

Y por último, ¿qué recetas prodigiosas aplicarán los responsables de Economía y Hacienda para rescatarnos en la medida que les incumbe de la ruina en que están sumidas las finanzas públicas valencianas? Por lo pronto sólo contamos con su crédito profesional y su arrojo para aceptar un embolado que se agrava por días.

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