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Ola de cambio en el mundo árabe

El presidente sirio se enroca en el poder

Un nuevo discurso de Bachar el Asad desencadena decenas de manifestaciones - El régimen de Damasco amenaza con exterminar los "gérmenes" rebeldes

Enric González

Bachar el Asad promete reformas desde que heredó de su padre la presidencia de Siria, hace 11 años. Ayer, con el país en plena revuelta, con los tanques de su hermano Maher disparando contra los manifestantes y con miles de refugiados en Turquía, anunció la creación de varios comités con la misión de estudiar posibles cambios. Y aseguró que seguiría siendo implacable con las protestas "vandálicas" organizadas "desde el extranjero". Lo mismo de siempre. El Asad se mostró completamente alejado de la realidad, salvo cuando admitió que la economía nacional estaba próxima al colapso. Su discurso aspiraba a calmar los ánimos, pero consiguió lo contrario: sus palabras provocaron decenas de manifestaciones espontáneas.

En sus palabras solo hubo promesas vagas, las mismas de otras veces
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En un pasaje de su discurso, con la risita que suele escapársele en los momentos menos oportunos, Bachar el Asad pidió que no se hiciera caso a los "rumores" que circulaban sobre su familia. Eso fue significativo. Los "rumores" dicen que Bachar no es más que un títere en manos de su hermano Maher, su cuñado y sus primos. Los dictadores no suelen mencionar los rumores que les desacreditan, ni siquiera para desmentirlos. Por alguna razón, Bachar se sintió obligado a hacerlo.

Quizá para subrayar que sí era un dictador tan peligroso como el que más, llamó "gérmenes" a quienes reclamaban su dimisión y enjuiciamiento. La televisión estatal siria usa con profusión el calificativo "cucarachas", popularizado por Muamar el Gadafi, pero llegado el momento Bachar el Asad optó por el más original "gérmenes", que le permitió además insistir en la necesidad de "exterminarlos" dada su "velocidad de reproducción".

El presidente de Siria llevaba un mes sin hablar en público. El de ayer era su tercer discurso desde el inicio de la crisis, a mediados de marzo. Uno de sus principales aliados, el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, le había instado a que anunciara de una vez una auténtica apertura del régimen y ordenara el retorno de los militares a los cuarteles. Muchos analistas daban por hecho que, como mínimo, El Asad pondría fin de forma inmediata al monopolio político del partido Baaz.

Pero no hubo nada salvo vagas promesas, las ya formuladas muchas otras veces. En resumen, anunció un "diálogo nacional" en el que participarían "100 personas" para valorar posibles cambios que condujeran, tal vez, a unas elecciones pluralistas o a una prensa menos censurada. Palabras vanas, porque los regímenes totalitarios como el sirio (sus fieles corean el grito "Dios, Bachar, Siria, nada más") no pueden reformarse, aguantan hasta que se derrumban.

Al menos admitió que algunas reivindicaciones populares eran legítimas, aunque solo para destacar que "una minoría de saboteadores" utilizaba esas manifestaciones para "desarrollar sus propios planes". No explicó por qué, si algunas protestas eran legítimas, su hermano Maher las acallaba a cañonazos. En su momento más vil, Bachar el Asad proclamó que lucharía contra la corrupción, endémica en Siria. Acto seguido añadió, con una risita: "Eso es más fácil decirlo que hacerlo". La risita sonó macabra, viniendo del primo y amigo del alma de Rami Makhlouf, el magnate sirio que personifica la corrupción en estado puro.

El Asad advirtió de que la economía siria corría peligro de sufrir un "colapso" y en lugar de citar los motivos de sobra conocidos (huelgas y protestas, desaparición del turismo, sequía, corrupción, incompetencia burocrática, agotamiento del petróleo, falta de inversión extranjera), dijo que gran parte del problema era "psicológico".

Igualmente psicológico debe parecerle a El Asad el problema de los refugiados en Turquía, ya más de 10.000, con al menos otros 10.000, según el Gobierno de Ankara, esperando cruzar la frontera en los próximos días. "Que vuelvan a sus casas", dijo, "hay quien dice que el Estado se cobrará venganza, pero yo afirmo que eso no es cierto, el Ejército está para garantizar la seguridad".

En realidad, los refugiados coinciden en relatar que las tropas bombardearon con helicópteros ciudades como Jisr al Shughur, que dispararon indiscriminadamente a quien saliera a la calle, que persiguieron a quienes huían hacia la frontera y que incendiaron sus cosechas y granjas.

En cuanto concluyó el discurso en la Universidad de Damasco, varias manifestaciones se formaron en la propia capital y en Latakia para expresar indignación y corear a gritos la palabra "mentiroso". Durante la noche previa ya se habían registrado manifestaciones no demasiado numerosas en Hama, Homs, Latakia y algunos suburbios de Damasco, así como en poblaciones cercanas a las fronteras con Líbano e Irak.

La ONU estima que más de 1.300 personas han muerto en Siria desde mediados de marzo por disparos del Ejército, la policía o los shabiha, matones armados por el régimen.

Dos hombres desentierran uno de los ocho cadáveres que, según el régimen, yacían en "una fosa común" cerca de Jisr al Shughur.
Dos hombres desentierran uno de los ocho cadáveres que, según el régimen, yacían en "una fosa común" cerca de Jisr al Shughur.LOUAI BESHARA (AFP)AFPAFP
Fotografía de El Asad durante un discurso distribuida por la agencia oficial de noticias siria, Sana.
Fotografía de El Asad durante un discurso distribuida por la agencia oficial de noticias siria, Sana.AFP

Más de tres meses de revueltas

- Marzo. Prende la ola de las protestas árabes en la ciudad sureña de Deraa. El día 23, el Ejército mata a seis manifestantes y dispara sobre cientos. El Asad destituye al gobernador de la provincia. Un día después, el Ejecutivo promete subir el sueldo a los funcionarios y revisar la Ley de Emergencia después de que 37 personas hubieran muerto por disparos de la policía. El 25 es el primer Viernes de la Dignidad, que se repite cada semana hasta hoy.

- Abril. El Gobierno deroga la Ley de Emergencia, vigente desde 1963, pero las protestas, la represión y los muertos se extienden por todo el país. El día 22 de abril 88 personas mueren en protestas en distintas ciudades. El 25 de abril el Ejército cerca Deraa con tanques. El 29, viernes, fallecen otras 60 personas en manifestaciones, y en Deraa, violentamente sitiada, fallece el niño de 13 años Hamza al Jatib, torturado por el régimen y tiroteado. Su imagen será el icono de la protesta siria.

- Mayo. El Ejército aplasta las revueltas en Banias y en Homs. La UE incluye en su lista negra de sanciones a 13 miembros del régimen y días después añade a El Asad.

- Junio. La oposición siria se reúne en Antalya (Turquía) y pide a El Asad que deje el poder. En Hama mueren 54 personas. El día 6 el régimen anuncia que 80 policías han muerto en Jisr al Shughur. La oposición asegura que son los primeros casos de deserción y que la mayoría de agentes fueron asesinados por sus compañeros al negarse a disparar a civiles. En este pueblo empieza el goteo de refugiados que cruzan a Turquía. Ya son más de 10.000. El total de civiles muertos supera el millar.

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