Disonancia cognitiva
La disonancia cognitiva, como tensión entre dos convicciones o entre unas creencias y la situación, provoca estrategias de ajuste. Una de ellas la de hacer oídos sordos a los datos que perturban nuestras convicciones. No es así extraño que, delante de un resultado electoral muy adverso, establezcamos cortinas de humo retóricas que eviten la irrupción de una realidad desagradable en nuestra conciencia. Algo así está pasando con las últimas elecciones municipales en Galicia.
El resultado para la izquierda es francamente malo. Para evaluarlo convenientemente hay que utilizar una perspectiva diacrónica larga, además de la comparativa habitual con el resto de España. El Partido Popular puede estar contento. Rompe la larga tendencia descendente que había iniciado en 1995 y consigue el segundo mejor resultado de su historia (teniendo en cuenta la desaparición del voto emigrante). El conjunto de los votos PSdeG+BNG cae, por vez primera desde 1991, al consumarse algo inédito: que ambos partidos experimenten de manera simultánea una reducción del voto ciudadano.
Cierto es que, en comparación con el conjunto de España, el PSdeG resiste un poco mejor el embate (sus votos totales caen un 14% frente al 19%). Pero como el PP asciende más en Galicia, la brecha que separa a ambos partidos se duplica (pasa de 10 a 20 puntos porcentuales, siendo tan sólo de nueve en España). De tener en cuenta al BNG, la suma progresista pasa (2007) de sacarle 140.000 votos al PP a contar (2011) con casi 40.000 votos menos, algo que no sucedía desde 1999. Dando lugar a una pérdida considerable de poder en el ámbito urbano, en su periferia y en el espacio rural.
Parece, en consecuencia, consolidarse un nuevo ciclo político, iniciado en las autonómicas de 2009, caracterizado por la hegemonía del Partido Popular, como en los más felices tiempos del fraguismo; pero también por la fragilidad del PSdeG como alternativa, la causa de la sideral distancia con la fuerza dominante. La estrategia de "nosotros solos" es menos creíble que nunca obligando al socialismo a buscar, a veces a su pesar, la complicidad nacionalista para configurar gobiernos estables en los lugares donde sea posible: a la fuerza ahorcan.
Complica el panorama que el BNG deje de actuar cómo valor refugio, resbalando poco a poco hasta convertirse en partido muleta. El diagnóstico que haga el nacionalismo sobre las causas de su declive será determinante para el inmediato futuro. De considerar, contra la evidencia, que la causa de la pérdida del favor de los votantes es sobre todo la contaminación de su colaboración con el PSdeG, privilegiará su condición de fuerza de oposición -y debilitará al conjunto de las fuerzas progresistas-.
Las dos principales fuerzas progresistas de Galicia perdieron la conexión con franjas significativas de su base electoral, por causas específicas y comunes, alentando un voto expresivo, que disgregó apoyos y facilitó el triunfo electoral de la derecha. No puede haber complacencia u optimismo. Los electores enviaron un mensaje prístino: así no se puede seguir. O lo integramos en el metabolismo partidario o continuaremos recibiendo recados similares en próximas convocatorias
Consolidar una colaboración estable y equilibrada en el ámbito local y articular gobiernos legitimados y competentes es un primero paso necesario. Pero no llega. Es preciso abordar con realismo y audacia las líneas maestras de un proyecto de modernización inclusiva y sostenible que integre las demandas de amplias capas sociales. Sin conservadurismos; de pensamiento y sin resistencias a dejar paso a los que tienen más empuje y capacidad. Sin miedo a innovar y renovarse, abriéndose a la sociedad.
Xoaquín Fernández Leiceaga fue portavoz parlamentario del PSdeG.
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