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El fanatismo religioso

Matanza por la quema de un Corán

Una turba asesina a siete empleados de Naciones Unidas en el norte de Afganistán en venganza por la profanación del libro sagrado del islam en Florida

Antonio Caño

Una turba enloquecida atacó ayer, tras el preceptivo rezo musulmán de los viernes, la sede de la ONU en la ciudad de Mazar i Sharif, al norte de Afganistán, y mató a siete trabajadores del organismo internacional -tres miembros de la misión y cuatro guardas de seguridad, todos ellos extranjeros- en venganza por un episodio irrelevante que en su momento no despertó el menor interés periodístico: la quema de un ejemplar del Corán en una minúscula iglesia de Florida.

El presidente Barack Obama condenó "en los términos más duros posibles" la matanza y elogió el trabajo de la ONU en Afganistán, "esencial", dijo, "para construir un país más fuerte en beneficio de todos sus ciudadanos". Tanto Estados Unidos, que dirige las operaciones militares de la OTAN en Afganistán, como la ONU trataban ayer de esclarecer los hechos. En todo caso, se trata del mayor ataque contra Naciones Unidas desde el inicio de su misión en ese país y, al mismo tiempo, de un episodio que puede complicar aún más las perspectivas de pacificación y de retirada de las fuerzas internacionales.

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Dada la gravedad del atentado y sus posibles consecuencias, al tratarse de un suceso vinculado con el fanatismo religioso, la ONU está tratando de establecer con precisión lo ocurrido antes de anunciar cualquier decisión sobre el futuro de su misión en Afganistán, mientras que Obama hizo un llamamiento a la "calma y a que todas las partes rechacen la violencia y resuelvan sus diferencias a través del diálogo".

Los hechos, de acuerdo con el relato de algunos periodistas en la zona, trabajadores locales de la ONU y responsables de seguridad afganos, resultan pavorosos. A la salida de las mezquitas, una multitud encolerizada, armada con cuchillos, palos y piedras, avanzó hacia las instalaciones de Naciones Unidas, el más visible signo de presencia extranjera en Mazar i Sharif, para expresar su protesta por la quema del Corán ocurrida el 20 de marzo pasado en la ciudad de Gainesville, situada a unos 12.000 kilómetros de distancia.

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Una vez allí, los cerca de 20.000 manifestantes redujeron a los gurkhas nepalíes que protegían el edificio, así como a los agentes de seguridad afganos que les acompañaban, mataron a alguno de ellos y penetraron en las oficinas y atacaron a todos a quienes encontraron en el camino, entre ellos, al parecer, el máximo representante de la ONU en la ciudad. Algunos testigos dijeron haber visto salir humo y llamas del edificio. Un portavoz afgano aseguró que la mayoría de las víctimas habían sido atacadas con los mismos fusiles que les fueron sustraídos a los vigilantes, excepto dos personas que fueron atrapadas y decapitadas posteriormente. Otro portavoz desmintió este extremo.

Cuatro de los muertos son nepalíes y hay otros tres extranjeros, pero la ONU no mencionó ayer sus nacionalidades ni los nombres, a la espera de más comprobaciones. Informaciones previas hablaban de víctimas mortales entre los afganos que trabajaban en la sede del organismo internacional como ayudantes o personal de seguridad.

El principal encargado de la misión de Naciones Unidas en Afganistán, Staffan de Mistura, se desplazó de inmediato desde Kabul hasta Mazar i Sharif para investigar lo ocurrido y presentar una versión oficial. El último ataque contra la ONU en Afganistán se produjo en 2009 en su sede de Kabul, donde murieron ocho personas.

El suceso ocurrido ayer llega como un dramático recordatorio de la espiral de violencia impuesta por el fanatismo religioso en esa región. Unos días después de la quema del Corán en Florida, al menos dos personas fueron asesinadas y varias iglesias cristianas atacadas en diversas ciudades de Pakistán.

Una autoridad religiosa citada por The New York Times, Mullavi Qyamudin Kashaf, jefe del Consejo de Ulemas de Afganistán, advirtió ayer que "a menos que los responsables de la quema sean severamente castigados, veremos violencia y protestas, no solo en Afganistán, sino en todo el mundo". Las ofensas a los símbolos religiosos o patrióticos no son consideradas delito en Estados Unidos.

El ataque contra la ONU representa una escalada de esa violencia que, además, deja al descubierto la fragilidad de la situación política. Mazar i Sharif es una ciudad habitualmente pacífica que no representa un gran desafío militar. Por esa razón, su control correspondía a las fuerzas alemanas de la OTAN y debía de ser una de las primeras cuya seguridad fuera transferida completamente a las autoridades afganas.

Varios jóvenes trasladan a un hombre herido en el ataque a la sede de Naciones Unidas en Mazar i Sharif.
Varios jóvenes trasladan a un hombre herido en el ataque a la sede de Naciones Unidas en Mazar i Sharif.MUSTAFA NAJAFIZADA (ASSOCIATED PRESS)

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