James Cameron está de rebajas
Al rey del mundo también le llegan las rebajas. Los oscars le salen por las orejas, lo mismo que el dinero tras taquillazos como Titanic o Avatar. Está sobrado hasta de altura —mide casi 1,90 metros— y ha patentado una nueva era en 3D. Sin embargo, en año de crisis James Cameron nos viene con la versión baratita de sí mismo. No hay timo. La calidad del 3D de El santuario —Sanctum, en su título original—, cuyo presupuesto es de 30 millones de dólares, es la misma de Avatar, la película más cara de la historia. Nada que ver con las conversiones chuscas de otros. Y el agobio que produce esta historia de supervivencia submarina es el mismo vivido por los que tras trabajar con el director lucen camisetas con el "I survived James Cameron" estampado. Pero, como las marcas del Dia, El santuario no lleva su nombre. Solo su sello como productor. "Y ya sabes como es esto. Es la película de [el guionista] Andrew Wight y [el director] Alister Grierson, pero si funciona me llevaré el crédito", asegura a las llanas.
"Con todos mis respetos a Steve Jobs, no quiero que mis pelis se vean en iPhone"
ep3. El santuario es su película más barata de los últimos 25 años de su carrera. ¿Le ha alcanzado la crisis?
James Cameron. Mis gustos no han cambiado, pero con El santuario quiero probar dos cosas: que una película no tiene que ser cara para tener un buen 3D y que no es un formato exclusivo del género fantástico o de animación. Demostrar a la comunidad cinematográfica las tonterías que dicen. Como que cuesta mucho rodar en 3D y por eso ruedan en 2D y hacen conversiones con calzador en el último minuto para cobrar entradas a millón. ¡Luego se sorprenden de las quejas! O que el 3D solo sirve para un determinado tipo de películas. No hay un solo filme que haya visto este año que no se beneficie del 3D. Cisne negro y 127 horas serían fabulosas en 3D porque te harían sentir ahí el miedo al escenario o la claustrofobia entre las rocas. El cine tridimensional es más que un efecto visual. También es un detonante emocional.
EP3. Se le ve enfadado con la industria. ¿Acaso ve en peligro el cine en 3D?
J. C. Por cada paso adelante hay una patada para atrás. Muchos en la industria seguirán gruñendo. Pero lo cierto es que el número de pantallas 3D se ha duplicado en EE UU y es más del doble en el resto del mundo desde el estreno de Avatar. ¡Imagínate el dinero que habría hecho ahora! Y la curva de gente que está aprendiendo a trabajar en 3D ha explotado de tal forma que es una vertical.
EP3. ¿Cuál es el futuro?
J. C. Son varios los umbrales a cruzar. El mercado crece no solo en lo cinemático sino en otros campos como las retransmisiones deportivas, musicales o la tele. Y en lo técnico vamos a unas cámaras más pequeñas, ligeras, sencillas, más automatizadas y listas al instante. En El santuario fueron las mismas de Avatar; aunque la evolución es clara, y para Avatar 2 y 3 será una nueva generación. También aspiro a elevar el número de imágenes por segundo a 48 o 60 para mejorar la calidad.
EP3. Y el 3D sin gafas, ¿para cuándo?
J. C. No existe aún tecnología conocida que permita descodificar las imágenes estereoscópicas desde diferentes puntos de vista. En el hogar será posible en tres o cuatro años. Pero en el cine, afortunadamente para mi negocio, la mayor parte de la gente no tiene problema con las gafas.
EP3. ¿Cómo va el trabajo en Avatar 2 y 3?
J. C. Estoy escribiendo ambos filmes y este año lo dedicaré a desarrollar el software, así como las nuevas técnicas de captura de interpretación bajo el agua. También pondré en marcha mis nuevas instalaciones para dar comienzo a la previsualización con la idea de rodar las dos a la vez en 2013 y estrenar a finales de 2014 y de 2015, respectivamente. Pero necesito asegurarme de que para entonces la tecnología utilizada no estará obsoleta.
EP3. ¿Cuál es su fascinación por el fondo del océano?
J. C. Es mi santuario. Tengo más de 3.500 horas de inmersión y soy capaz de aguantar la respiración durante cinco minutos. Espero llegar este año a los seis sin nadar. Bucear es mi momento de zen. Lo que sí quiero cambiar es el enfoque de mis documentales, hasta ahora dedicados al fondo del mar, para dar más proyección a las capas superiores de la biosfera marina, las más amenazadas.
EP3. ¿Espera un Arnold en 3D ahora que no es gobernador?
J. C. ¡Por qué no? Pero quizá en proyectos documentales que reflejen nuestro interés en temas como el medio ambiente, las energías renovables o el cambio climático. En cine estoy comprometido por los próximos cinco años, y él es un impaciente.
EP3. ¿Y un Avatar de bolsillo?
J. C. Para mí la experiencia del cine es sagrada y lo que más me gusta del 3D es que ha devuelto a la gente a las salas. Con todos mis respetos a Steve Jobs, no quiero que el público vea mis películas en iPhone.
El santuario se estrena el 11 de febrero.
El más difícil todavía
De Governator a Pandora, los ingenios de Cameron le han valido para convertirse en el máximo visionario del cine para las masas. He aquí sus logros.
EL NACIMIENTO DEL 'TECHNOIR'. Ya existía (en emblemas ciberpunk como Alien y Blade Runner), pero nadie lo había bautizado. Hasta que Cameron decidió colgar este nombre en neón a la puerta de la discoteca en la que Sarah Connor tiene su primer careo con Terminator (1984), el ciborg con mente de estadista y cuerpo de culturista venido del futuro para asesinar a su hijo nonato. El club TechNoir definió todo un género.
SALVEMOS LOS MARES.
Las fantasías tecnológicas desarrolladas por Cameron para Abyss (1989) han probado su eficacia más allá de la ficción. El año pasado, tras el vertido de petróleo en el golfo de México, el comité de emergencia de Obama recibió la ayuda del realizador y su flotilla de submarinos high-tech para realizar las tareas de limpieza. Kevin Costner, concienciado con los mares tras Warterworld, también colaboró.
NEOIMPERIALISMO. Antes de que Schwarzenegger transmutara en gobernador de California, Cameron planeaba una secuela de Mentiras arriesgadas (1994). Lo desestimó tras el 11-S aludiendo a que el terrorismo ya no era algo "a tomar a la ligera". Ver a Schwarzie estrellando un cohete con un musulmán enganchado y el strip-tease hipersexista de Jamie Lee Curtis hacen pensar que el realizador no es tan progre como aparenta.
EL AMOR NUNCA MUERE. Para retratar la tragedia de Titanic (1997), Cameron tuvo que convertirse en científico, historiador y oceanógrafo. La película más millonaria de la historia (antes que Avatar) desafió las convenciones de Hollywood dando dos horas de romanticismo empalagoso y una de cine de catástrofes. Ni la pareja más irritante, ni que le convencieran para incluir a Celine Dion lograron restarle rigor al resultado.
COMUNIÓN 'NEW AGE'. Más allá del 3D, la mayor virtud de Avatar (2009) está en acallar conciencias conjugando extremos que se tocan: hipertecnología junto a ecología, primitivismo y futurismo, una raza tan tribal como aria, violencia y espiritualidad, la taquilla colonizada versus un mensaje antiimperialista… Y por encima de todo, el hallazgo de un postsexo vía USB más propio de Gusiluz que de Cronenberg. Borja Bas
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