El pazo del narco se convierte en hotel de lujo
La antigua mansión de Laureano Oubiña es hoy propiedad de una cooperativa vinícola que la compró al Estado por 15 millones para transformarla en un centro turístico de alto nivel
Desde que Laureano Oubiña lo comprara hace ahora 25 años y fuera después embargado por la justicia, el pazo de Baión ha sido el símbolo de la ostentación de los narcos que emergieron de la Galicia más profunda en la década de los ochenta. Este castillo rodeado de una inmensa finca, popularmente conocida como Falcon Crest, es hoy propiedad de una cooperativa vinícola que la compró al Estado por 15 millones de euros para convertirla en un centro turístico de lujo y para una demanda muy elitista, un proyecto inspirado en la exclusiva cadena hotelera Relais & Château.
Fue la primera, pero también la más fastuosa propiedad que la justicia intervino a los capos del narcotráfico en España. Desde junio de 2008, el pazo de Baión tiene nuevos dueños tras un largo proceso de expropiación que se inició a principios de los noventa, cuando sus antiguos dueños, Laureano Oubiña y su mujer, Esther Lago (ya fallecida), se habían consagrado como los principales traficantes de hachís.
El edificio principal tendrá 15 'suites', en línea con la exclusiva cadena internacional Relais & Château
Los nuevos dueños deben destinar el 5% de los beneficios de la venta del vino a programas de ayuda a ex toxicómanos
Esta enorme mansión de Vilanova de Arousa perteneció a varias generaciones de aristócratas y terratenientes hasta que en 1988 cayó en manos del famoso capo gallego. Con 28,7 hectáreas de terreno, es el mayor latifundio de Galicia dedicado al cultivo de vino albariño de la denominación Rías Baixas. Ahora, con unas reformas millonarias, sus nuevos dueños, la cooperativa Condes de Albarei, la abren para un público muy selecto y como un exclusivo centro turístico donde el vino de alta gama y los servicios de lujo serán su principal atractivo.
En junio de 2008, la bodega gallega, con 400 socios, compitió con otras conocidas firmas del sector, como Freixenet o Marqués de Riscal, en la puja para hacerse con una propiedad por la que pagó 15 millones de euros, doblando el precio de salida en la subasta pública que convocó el Plan Nacional sobre Drogas. Una rentable operación tanto para la cooperativa como para el Estado, que por fin se quitaba de en medio una larga intervención judicial y la pelea de Oubiña y sus dos hijas por recuperar el predio, una batalla que todavía libran en varios tribunales como el de Estrasburgo.
En apenas dos años se han acometido más de la mitad de las reformas que se proyectaron cuando la bodega se hizo con la finca. Una primera inversión de cinco millones de euros para gestar el lanzamiento de un albariño de producción limitada, cuya marca pretende crear su propio centro de enología y viticultura, el primero en esta comunidad autónoma. Además contará con unas instalaciones de degustación gourmet y organización de eventos que se inaugurarán dentro de pocas semanas. La empresa Ruta Jacobea se encargará de los contratos y del catering.
Las primeras 50.000 botellas ya salieron al mercado el pasado año y ahora se va a duplicar esta cantidad con los excelentes resultados de la última vendimia, aunque la idea es no superar las 140.000. Con un precio de 21 euros por unidad, el albariño Pazo Baión ya se vende en restaurantes de Australia, Suiza y Puerto Rico.
Son los mismos viñedos que cultivó Laureano Oubiña y luego la firma Freixenet, la empresa que se encargó de explotar la finca durante el tiempo que estuvo intervenida por la Audiencia Nacional, pero comercializando el vino con otro nombre. Los actuales dueños han registrado el pazo de Baión como marca comunitaria y pretenden situarlo entre los blancos más selectos del mundo, como el primer "vino de pago" de Galicia y en el vértice de la pirámide de los vinos con denominación de origen españoles.
Según el nuevo concepto de negocio de la marca Pazo Baión, la calidad está reñida con la cantidad y nada de lo que se proyecta dentro de este latifundio será para todos los públicos. "Nos dirigimos a un cliente elitista de alto poder adquisitivo que sepa valorar la calidad del producto y el servicio que aquí queremos ofrecerle, porque la idea es amortizar lo que estamos invirtiendo, y no solo en el vino", señala el gerente de la empresa, Xavier Zas. "Si no lo hiciéramos así, los números nunca nos saldrían", añade, mientras saborea el magnífico vino del pazo.
Salvo la estructura de las edificaciones construidas en piedra, ya se han transformado 5.000 de los 9.000 metros cuadrados de instalaciones, una metamorfosis donde el arquitecto gallego César Portela ha dejado su impronta. La antigua vaquería pronto será la boutique del vino y centro de degustación de otras variedades como aguardientes y licores. Contigua a esta sala se encuentran los depósitos de acero inoxidable donde reposa el vino, la sala con una nueva máquina de embotellado, todavía precintada, y otra donde se procesan las botellas para etiquetarlas. Un tren de manufactura que los visitantes podrán contemplar a través de un ventanal interior, rodeado de una pared acristalada desde donde se divisa una imponente postal del pazo.
Mampostería combinada con acero, cristal y carpintería de madera con tratamiento de resina han transformado esta mansión amurallada, en la que se invertirán otros cinco millones de euros para adaptar el edificio principal a un hotel con 15 suites, en línea con la exclusiva cadena internacional hotelera Relais & Château. En lo que fue en su día la vivienda de los caseros del castillo de estilo medieval se habilitarán otras 12 habitaciones también lujosas, donde el cliente podrá contemplar los valles de O Salnés que rodean la mansión; visitar el que fuera un enorme palomar, y que Laureano Oubiña consagró como espectacular bodega recubierta de nichos donde reposan las botellas, o descansar bajo el palmeral.
Condes de Albarei ha ido a una primera ampliación de capital de 2,5 millones de euros para financiar las obras del pazo, aunque su saneada situación le permite repartir entre 4 y 5 millones de euros anuales de beneficios entre sus socios. Para integrarse en la cooperativa, la empresa exige al nuevo socio la aportación al grupo vinícola de 5 ferrados (3.100 metros cuadrado de terreno) y un depósito de 15.000 euros.
Cuando el juez Baltasar Garzón decretó el embargo del pazo, aún no se había terminado el proceso en los tribunales. La huida con retorno del capo a Grecia, recorriendo varios países de Centroeuropa, cuando ya conocía el fallo de su segunda condena, obligó a la Fiscalía Antidroga y al propio magistrado a castigarle con el pago inmediato de 2,5 millones de euros que debía al Estado en multas e indemnizaciones.
Garzón decidió "levantar el velo", descubriendo a los testaferros del matrimonio Oubiña, e iniciar la expropiación de la finca antes de que, por medio de una sentencia, se acordase su decomiso. Fue entonces cuando las asociaciones de madres contra la droga, como Erguete, se movilizaron para que el santuario de Oubiña se destinara a centro de tratamiento para toxicómanos. No lo consiguieron, pese a los años de concentraciones ante las puertas del pazo.
Pero el concurso de adjudicación de la propiedad se reguló por un convenio de colaboración que exigía a los nuevos propietarios el compromiso de destinar el 5% de los beneficios anuales de la comercialización del vino para programas de reinserción de drogodependientes, así como en la contratación de ex toxicómanos.
Este año, el segundo como propietarios, la bodega ha triplicado su aportación con 18.000 euros en programas sociales de ayuda y prevención. Además, la cooperativa ha asumido el compromiso de ofertar un mínimo de 400 jornadas de trabajo anuales, aunque este año ya superó el millar. Laureano Oubiña se hizo con el pazo tras comprarlo en 1987 por 138 millones de pesetas (unos 830.00 euros) en una operación en la que hizo de intermediario el abogado Pablo Vioque, secretario general de la Cámara de Comercio de Vilagarcía de Arousa y bróker en sus ratos libres. Más conocido como contrabandista de tabaco que como narcotraficante, Oubiña acababa de salir de la ruina económica tras trabajar de camionero. Hacer portes con las cajas de tabaco de contrabando le permitió relacionarse con la flor y nata del estraperlo de la época y lanzarse a aguas más profundas.
Así, el 24 de marzo de 1988, Oubiña y su mujer, Esther Lago, se convirtieron en los propietarios fantasmas del señorial pazo que habían descubierto unos empresarios de Madrid, vinculados a la Compañía de Jesús, en medio de una aldea entonces remota. Allí plantaron unos viñedos originarios del Rin, pero desistieron ante las costosas inversiones que demandaban las dimensiones de la finca.
Mientras la mansión quedaba al recaudo legal de dos empresas panameñas y dos cuñados de la pareja, el dinero entraba en cantidades ingentes en una entidad bancaria de Vilagarcía. El pazo era un ir y venir de capataces, albañiles y operarios que se encargaban de las vaquerías, de la bodega y de la descarga del material necesario para habilitar el castillo donde el matrimonio tenía previsto fijar su residencia.
Por aquel entonces, Oubiña ya dirigía sus negocios desde su acristalado despacho del pazo, y su mujer, al volante de un todoterreno, era la perfecta supervisora del latifundio. El vino albariño que producían se convertiría en una de las excelencias mejor vendidas con la marca Pazo de Bayón y con el tiempo tendría muchos imitadores.
Pero la proyección social del matrimonio duró apenas dos años porque en junio de 1990 ambos fue detenido en la Operación Nécora. Un helicóptero aterrizaba en el pazo en medio de un despliegue que desconcertó a los cuatro pueblos del entorno.
No hubo tiempo para rematar las obras. La futura residencia de los Oubiña, presidida por sus efigies talladas en piedra, solo albergaba cajas de azulejos desperdigadas por las decenas de estancias. La policía no encontró ningún rastro de los negocios del Oubiña traficante y mucho menos indicios de que fuera el propietario de la mansión. El capo siempre dijo que solo era el gerente y no el dueño del pazo, pero la Guardia Civil halló en su casa de Vilagarcía unas acciones al portador a nombre de Esther Lago.
Oubiña sigue batallando por recuperar su estatus de terrateniente y reclamar lo que era de su mujer. Ha llegado hasta el Tribunal de Estrasburgo, al igual que sus hijas, que pretenden hacerse con la herencia de su madre, fallecida en accidente de tráfico en 2002, meses antes de celebrarse el juicio en el que se decidió el futuro del pazo. "El Estado lo malvendió", ha dicho Laureano desde la cárcel, de la que no saldrá hasta 2014, según Instituciones Penitenciarias.
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