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Reportaje:

El dilema de Éric Cantona

El ex futbolista lidera una protesta que llama a retirar los fondos de los bancos, aunque el verdadero riesgo del sistema sea el pánico de los ahorradores

Ramón Muñoz

El ex futbolista francés Éric Cantona lanzó el pasado 8 de octubre una propuesta inaudita y rompedora contra el dogma que están aplicando los Gobiernos de todo el mundo de salvar sus sistemas financieros a toda costa, aunque los bancos hayan sido en gran parte los responsables de esa crisis y su rescate suponga sacrificios sociales extremos. La revolución de seda de Cantona consiste en que, en vez de convocar una gran (e inútil) manifestación de protesta, la gente deje los carteles y los megáfonos y vaya tranquilamente a su banco a retirar su dinero. Si millones de personas se ponen de acuerdo para hacerlo al mismo tiempo, el sistema bancario colapsará.

Lo que eran simples declaraciones a un diario local de Nantes, posteriormente subidas a un vídeo de Youtube, se han convertido en un movimiento social que se ha extendido por Internet. El StopBanque tiene miles de seguidores en Facebook y ha convocado para mañana, día 7, a los ciudadanos de varios países europeos a retirar sus depósitos. En España, 60.000 personas habían confirmado su participación a 30 de noviembre, según la web del movimiento.

StopBanque ha convocado mañana a ciudadanos de varios países
El fondo de garantía es 150 veces inferior a los depósitos totales

Con esas cifras, la efectividad de la propuesta del futbolista se antoja más bien escasa. Incluso si 100.000 ciudadanos retiraran 500 euros (el límite que se suele poner por persona y día en los cajeros) de sus entidades, solo supondrían la salida de 50 millones de euros.

Sin embargo, esa previsible falta de repercusión no resta ni un ápice de coherencia a la iniciativa del futbolista, que se ha significado en su labor a favor de los desfavorecidos a través de su trabajo en la Fundación Abbé Pierre. Como bien dice Cantona el sistema se basa en los bancos y una retirada en masa de fondos supondría su quiebra fulminante. Pero ese efecto tiene más visos de producirse por el pánico de los ahorradores ante una situación crítica, que como una forma de protesta.

Las corridas o pánicos bancarios han jalonado la historia financiera. Las más catastróficas sucedieron durante la Gran Depresión. Entre 1929 y 1933, cientos de bancos quebraron ante el miedo desatado entre los ahorradores que corrían a retirar sus depósitos alarmados por la caída en Bolsa de los títulos de sus entidades. Mucho más cercano en el tiempo fue el corralito argentino. Esta vez fueron las autoridades las que, ante la retirada masiva de fondos, decretaron un cerrojazo en diciembre de 2001 que impedía a los argentinos retirar fondos de más de 250 dólares por persona y semana.

La última crisis financiera también ha provocado pánicos bancarios. La quiebra de Lehman Brothers vino precedida de salidas ingentes de fondos, aunque se trataba de grandes inversores más que de depositantes. Pequeños ahorradores hicieron larguísimas colas en septiembre de 2007 frente a las oficinas de Northern Rock a lo largo de todo el país para retirar sus ahorros, forzando el Gobierno británico a nacionalizar la entidad.

España tampoco es inmune. En los 15 días posteriores a la intervención de la entidad dirigida por Mario Conde -el 28 de diciembre de 1993- los clientes de Banesto retiraron efectivo por valor de 2.100 millones de euros. Para evitar ese caos, el Banco de España no se cansó de repetir que todos los depósitos estaban garantizados tras intervenir Caja Castilla-La Mancha el 29 de marzo de 2009. Entre diciembre de 2008 y enero de 2009, sus clientes habían retirado 1.000 millones de euros.

La última crisis financiera forzó al Gobierno a elevar en octubre de 2008 de 20.000 a 100.000 euros, la cantidad que está garantizada por cada titular en caso de quiebra de una entidad. El principal mecanismo de salvaguarda es el Fondo de Garantía de Depósitos, un fondo financiado por bancos, cajas, cooperativas de crédito y el Banco de España. A cierre de 2009, estaba dotado con 8.004 millones de euros. Si se tiene en cuenta que, según el Banco de España, los depósitos en manos de residentes particulares a cierre de septiembre pasado ascendían a 1,198 billones de euros, es decir, 150 veces más que el fondo, se entiende que se trata de una garantía más bien testimonial si hay problemas.

Hay otras salvaguardas como el coeficiente de caja, es decir, el porcentaje que los bancos centrales obligan a tener a las entidades como reserva líquida y disponible. En el caso de los depósitos, el Banco Central Europeo lo ha fijado en el 2%, es decir, que por cada 100 euros que se depositan, la entidad puede prestar o invertir 98, teniendo que dejar los dos euros restantes disponibles. Una cantidad muy exigua en caso de pánico general como pone de manifiesto que en la CCM se retiraron el 6% de los depósitos en dos meses.

La última garantía de nuestros ahorros es que el Estado, a través del Banco Central, se haga cargo de las obligaciones de una entidad en problemas. Lo hizo el Banco de España con la caja manchega. Pero la medida no es tampoco infalible. De hecho, el Gobierno irlandés se comprometió en octubre de 2008 a garantizar los depósitos, bonos y otras deudas de sus seis grandes bancos nacionales privados. En total, 400.000 millones de euros. El envite ha podido con el Estado irlandés y la UE ha tenido que salir en su rescate.

Otros rescates pueden poner a prueba la fuerza de la UE para defender el sistema. Si el pánico se generalizara ante un rescate fallido, los bancos caerían como fichas de dominó. Y Cantona haría valer su profecía, aunque por motivos muy distintos. Por ahora, es solo una remota posibilidad.

Cantona, en la presentación de su película <i>Buscando a Eric,</i> en Cannes, en 2009.
Cantona, en la presentación de su película Buscando a Eric, en Cannes, en 2009.AP / EFE

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Sobre la firma

Ramón Muñoz
Es periodista de la sección de Economía, especializado en Telecomunicaciones y Transporte. Ha desarrollado su carrera en varios medios como Europa Press, El Mundo y ahora EL PAÍS. Es también autor del libro 'España, destino Tercer Mundo'.

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