El hospital de Olot certificó como natural una muerte por lejía
El celador del asilo envenenó a Montserrat Guillamet después de que fuera visitada por su familia - "Estaba animada y contenta; iba a ser bisabuela"
Antes de morir en el hospital Sant Jaume de Olot, rodeada por sus familiares y sufriendo visiblemente, Montserrat Guillamet intentó arrancarse varias veces la mascarilla de oxígeno. Su hijo Jordi lo impidió. Temía que se agravara aún más el delicado estado de salud de la anciana, de 88 años. Hacía pocas horas que el celador de Olot, Jordi Vila Dilmé, la había envenenado con un líquido cáustico (posiblemente lejía). Jordi -ni nadie, salvo el propio Vila- lo sabía entonces. Ahora le atormenta la idea de que quizá su madre estaba intentando contárselo.
Guillamet fue la penúltima víctima del celador de Olot. Vivía en la residencia La Caritat desde 2008 y le gustaba. Había perdido la movilidad tras una mala caída y varias operaciones. Se movía en silla de ruedas y al principio le costó acostumbrarse a ello. Pero, según quiso dejar claro la familia a la policía, "llevaba unos dos años muy animada y contenta", sobre todo después de enterarse de que "iba a ser bisabuela por segunda vez". La tarde del mismo día en que murió, la familia había estado con la mujer y la había visto "tan bien como siempre".
La mujer trató de arrancarse la máscara de oxígeno antes de morir
Su hijo sospecha que quería contarle que Vila Dilmé la había envenenado
La directora médica del hospital destacó a los Mossos d'Esquadra el "gran sufrimiento" que padeció la anciana al morir. Pero pese a ello, el centro acabó por certificar su muerte como natural. No fue hasta al día siguiente, cuando entró otra anciana de La Caritat, Paquita Gironès, y se detectó que podía haber sido envenenada, que la médica revisó el historial de Guillamet. Entonces empezó a verlo todo de otro modo. "La causa que motivó el traslado y la posterior muerte genera ciertas dudas", admitió. "El cuadro de la bronco-aspiración (tragarse el vómito) que sufrió fue muy repentino", añadió.
El asesinato confesado por el celador ocurrió pasadas las 18.30 del sábado en La Caritat. Joan Vila declaró que estaba con Guillamet a la hora de cenar. "Tenía problemas para comer. Tenía todo el cuerpo agarrotado", contó ante el juez. La subió a su habitación, la 301. Allí le dio una sustancia cáustica, no recuerda cuál exactamente, en un vaso de plástico blanco y la obligó a beber. "Ya verás que te encontrarás bien", le dijo.
Antes sus familiares habían estado con ella. Por la mañana, su nuera la vio "muy contenta". Guillamet había desayunado todo lo que le habían puesto. Por la tarde estuvo su hijo Joan con ella, de las cuatro y las seis. Y también vio cómo su madre merendó bien. "Estaba muy contenta". A las 20.30 la doctora le llamó. "Soy la médica del centro. Su madre ha tenido un vómito y está muy sudada. La trasladan al hospital".
Justo al irse la familia, Vila la envenenó. Luego llamó muy nervioso a una geriatra: "Tendríais que subir". "No quiero saber nada más. Estoy fatal de lo del martes", se justificó. Lo del martes es la muerte de Sabina Masllorens, a la que Vila le dio también un vaso de lejía. El celador es el asesino confeso de al menos 11 personas, y manifiesta dudas en otro caso más.
Las trabajadoras encontraron a Guillamet en una posición "forzada, no natural". El cuerpo formaba una V. "Tenía los ojos muy abiertos. Parecía muy asustada, respiraba con dificultad, tenía la boca cerrada y la cara roja", relató a los policías una de las trabajadoras. En el pijama había restos de vómitos.
La geriatra fue en busca de una compañera y al regresar ambas a la habitación vieron que "la señora Guillamet seguía muy asustada, con respiración y ronquidos". Les impactó "la manera de mirarlas". Guillamet hizo una bronco-aspiración. La enfermera trató de succionar parte de lo que había ingerido con un aparato, "pero como el aspirador del centro no es demasiado potente, únicamente pudo aspirar poca cantidad".
Mientras, Vila acostaba a la anciana de la habitación de al lado, la 302. Algo que también impactó a sus compañeras, que no entendían que estuviese allí mientras Guillamet agonizaba al otro lado de la pared. "Tras la muerte de Sabina Masllorens parecía muy preocupado, muy nervioso y parecía como si no quisiese saber nada más de ningún muerto", comentó a los agentes una de ellas.
La enfermera "estuvo llamando a la doctora del centro, pero no la localizó en el teléfono móvil". Las empleadas optaron por marcar el 061 y una ambulancia trasladó a Montserrat Guillamet al hospital de Sant Jaume d'Olot.
Guillamet entró muy grave en Urgencias a las 21.30. Presentaba asfixia, malestar y estaba muy sudada. Además, tenía una coloración azulosa en los dedos y en los labios por la falta de oxígeno. El personal técnico del hospital le hizo una aspiración y observó que había un mínimo de contenido marrón y restos de sangre.
Consideraron que no había nada que hacer, que Guillamet estaba muy mal y la trasladaron a un box. Allí vomitó sangre y murió acompañada de sus familiares. La doctora de Urgencias certificó la muerte como natural. Al día siguiente la directora médica del centro revisó esa decisión. La muerte de Guillamet le generó "ciertas dudas" tras ver el historial clínico. La bronco-aspiración había sido muy súbita.
¿Hubiese sido sencillo detectar que la habían envenenado con un líquido cáustico? El doctor experto en medicina forense legal Josep Arimany asegura no es nada sencillo. "Puede haber quemaduras en la mucosidad gástrica que provoquen que en el vómito haya esfacelos (restos de tejidos orgánicos). Pero el vómito, al ser sanguinolento, se puede confundir con una hemorragia gástrica", explica. También, teniendo en cuenta la cantidad de producto cáustico suministrado, la regurgitación podría haber olido a lejía. "Pero normalmente los médicos no huelen los vómitos".
"Nuestra madre el miércoles pasado estaba haciendo punto de cruz, como cada miércoles en la residencia como actividad manual", insistieron, incrédulos, a los agentes los hijos de la anciana cuando supieron que había sido asesinada.
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