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Entrevista:Miguel Syjuco | LIBROS

'Considero la escritura un acto político'

Andrea Aguilar

Miguel Syjuco, el protagonista de la novela Ilustrado, comparte con su creador nombre y apellido, nacionalidad, edad y, hasta hace muy poco, aspiraciones profesionales. Ambos son jóvenes filipinos que pasaron su primera infancia en Canadá. El personaje ficticio nunca pasará de ser un inquieto aspirante a escritor. Su creador, sin embargo, se ha convertido en una brillante revelación del panorama literario con su primera novela, ganadora del Premio Man Asian Literary, vendida a 14 países y celebrada por la crítica como el descubrimiento del año.

Los padres de Syjuco, personaje de ficción, murieron en un accidente aéreo y él creció con sus abuelos. En Ilustrado, rememora su gesto de rebeldía contra el futuro que le habían trazado, su negativa a dar el salto a la política para continuar la tradición familiar y ocupar el escaño de su abuelo en el Parlamento. Conoce en Nueva York a un mítico y polémico escritor, gloria literaria nacional, Crispin Salvador, autor de más de una veintena de libros que incluyen asuntos tan variados como reportajes de denuncia social, ensayos sobre los movimientos políticos de la izquierda en los sesenta, cuentos infantiles, novelas de misterio y una autobiografía con la que consigue enfurecer a todos los críticos filipinos. Salvador aparece muerto en el río Hudson y Syjuco decide investigar la vida de su mentor para escribir su primer libro, viajar a Filipinas y buscar el manuscrito desaparecido.

"Filipinas es más que sirvientes, prostitutas e Imelda. Ahora tengo la posibilidad de explicar al mundo lo que ocurre allí"
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Sentado en un café del barrio universitario de Montreal, ciudad en la que reside desde hace dos años, Miguel Syjuco, el autor, repasa su biografía. Nació en Manila en 1976, se trasladó con su familia a Vancouver durante el Gobierno de Marcos y allí estuvo hasta los 12 años. No habla español, pero tiene familia en Barcelona. En Filipinas concluyó sus estudios de bachillerato, se licenció en Filología Inglesa en Manila y puso en marcha una página web de información local con cuatro amigos. Se convirtió en un experto en Metro Manila, un lugar "trágico y fascinante" y en el que, de momento, no tiene pensado volver a vivir.

Como el personaje de su novela, Syjuco quería ser escritor y no político como su familia insistía. Su padre es congresista y fue ministro en el Gobierno de Gloria Macapagal Arroyo. Él ingresó en el programa de escritura de la Universidad de Columbia. Escribió cuentos, trabajó en los departamentos de ficción de las revistas New Yorker, Paris Review y Esquire. En la primera de ellas, estuvo encargado de leer relatos enviados a la redacción. Sentado frente a un plato de papel con una montaña de patatas fritas, describe aquella experiencia como altamente desesperanzadora: "La pila era enorme, al cabo de una semana solo leía la primera frase. Aguanté un semestre. El rechazo era constante, fue como volver al instituto".

Este idealista literario con sastre en Hong Kong dice tener corazón de hippy -resultado de la marihuana médica que le ayuda a combatir las migrañas y de muchas clases de Bikram yoga- y un buen armario de prendas de segunda mano, que compra en mercadillos y combina con las piezas hechas a medida. Syjuco también trabajó de camarero y revendió en eBay algunas de las gangas que había adquirido en las ventas especiales de grandes diseñadores. Soñaba con ser escritor y no encontraba la manera de contar la historia que tenía en la cabeza. Eso fue hasta que vio un documental sobre las técnicas tradicionales que emplean las tejedoras en Filipinas, que primero tiñen los hilos por separado y luego los trenzan de acuerdo con los diseños. Se trataba de una de las decenas de vídeos con las que atesta su maleta cada vez que regresa a casa -"es la manera que tengo de conocer mejor mi cultura", explica sonriente-. Dice que las tejedoras le dieron la clave para su novela: corrió a su ordenador y abrió 10 documentos. En cada uno de ellos fue desarrollando las hebras de las historias que entrelaza en Ilustrado, sátira en la que se solapan comentarios de blogs, entrevistas, recortes de prensa, extractos de falsas novelas, una historia narrada en primera persona y otra versión de la misma contada por un narrador omnisciente. Hasta febrero de 2009 trabajó como editor en un periódico local de Montreal. Ahora es escritor a tiempo completo. Habla con entusiasmo de su próximo proyecto -una novela que surge de uno de los personajes menores de Ilustrado y con la que pretende hablar de corrupción, celebrities y política escrita, cómo no, como una parodia- y de un documental que ha realizado uno de sus hermanos sobre Paco Larrañaga, el hijo del pelotari español que fue acusado de asesinato y encarcelado en Filipinas, y que ha sido deportado a España. Se declara fan de Roberto Bolaño, al que describe como un escritor audaz que logra salirse con la suya -"si él ha podido ¿por qué no yo?"-, y admirador de Mario Vargas Llosa, con cuyas preocupaciones estéticas se identifica. "Yo entiendo la literatura como una meditación, una discusión, un repudio de quienes somos".

PREGUNTA. De nacionalidad filipina, con una novela escrita en inglés y titulada en castellano. ¿Por qué Ilustrado?

RESPUESTA. Aunque en origen sea española, la palabra se usa en inglés filipino. Pensé en traducir, pero creo que a los lectores les gusta aprender. El término se refiere a los líderes históricos de la revolución, educados en Europa, que regresaron para liderar el cambio y resultaron no ser tan ilustrados como se esperaba. Los nueve millones de filipinos que viven hoy fuera del país también podrían regresar y ser parte de un cambio.

P. Rechazó una carrera política en potencia por la literatura.

R. Bueno, ahora tengo la posibilidad de escribir sobre mi país, que mis compatriotas vean reflejadas sus frustraciones e intentar explicar al mundo lo que ocurre allí. Filipinas es más que sirvientes, prostitutas e Imelda. Considero la escritura un acto político, porque para atajar un problema hay que entender. No creo en el arte por el arte, pero tampoco en la propaganda.

P. En su libro se menciona a José Rizal, poeta-héroe de la revolución.

R. Sí, el primer filipino. Fue un hombre increíble que valoraba el trabajo y el conocimiento. Era complejo y apasionado.

P. La Iglesia fue uno de sus mayores enemigos. ¿Qué papel tiene hoy la religión en Filipinas?

R. Siempre ha jugado un papel fundamental. Rizal escribió contra ella y los frailes acabaron con él. El apoyo de monjas y curas a la revolución de Aquino fue muy importante. Ahora están la Iglesia católica, los evangelistas, que tienen mucho poder, los musulmanes y el capitalismo, que también es una religión. En Filipinas hay una actitud muy conformista y fatalista.

P. En Ilustrado, Miguel dice que escribe para intentar explicarse las cosas a sí mismo, para "traducirse". ¿Qué se propuso con esta novela?

R. Yo quería hacer un libro que recogiera parte de la historia de Filipinas, pero que no forzara el ritmo por la condensación de información. Hay libros dirigidos a Occidente que son demasiado explicativos y la narración nunca fluye, está atascada. Para evitar esto opté por géneros didácticos como blogs, memorias, artículos, incluso metí las bromas traducidas del tagalo. ¿Cómo hacer de lo local algo universal? Al final comprendí que no hay que elegir. Un libro siempre es traducido por los lectores. ¿Por qué no usar esto?

P. ¿Cómo armó la estructura?

R. Pensé en Borges y cómo su obra anima a jugar con la forma. Al juntar los hilos busqué los motivos, como dicen los músicos de jazz. Temas como la revolución, las relaciones paterno-filiales, la madurez, la culpa, estaban en todas las historias que confluían en la novela, así los lectores tenían algo a lo que agarrarse. Pero hubo un momento en el que no sabía qué dibujo estaba creando, así que desarrollé un sistema con cartulinas, colores y velcro en la mesa de la cocina. Tenía cosas importantes que decir y el resultado debía ser entretenido.

P. ¿Entretenimiento a través de la autoparodia y humor corrosivo?

R. Escribí este libro muy en serio, pero el mundo es bastante absurdo y una forma muy potente de decir la verdad es el humor. Miré la escena literaria, la política, la Iglesia y me fijé en su lado más cómico. Si quería hacer una sátira sobre tantas cosas más me valía empezar conmigo mismo.

P. ¿Y dar su nombre al protagonista?

R. Quería difuminar la línea entre realidad y ficción y hacer perder un poco el equilibrio a los lectores para que se mantuvieran atentos. El poder de una novela es que nos permite adentrarnos en una verdad más profunda que trasciende los meros hechos. El personaje es la peor versión de mí mismo.

P. ¿Hay que jugar con la experiencia?

R. Creo que es artificial que un autor diga que todo es ficción. No veo nada malo en subrayar la artificialidad de un libro y al mismo tiempo no negar su conexión con el mundo real. Quería hacer un libro sincero y para eso tenía que serlo conmigo mismo.

P. Esta sinceridad implica cierta desnudez. En la novela, Salvador, el viejo maestro, le dice a Miguel que ser huérfano le ahorrará muchos problemas. ¿Es este un dolor de crecimiento esencial para un escritor?

R. Siguiendo la analogía, si vas a exponer mucha carne, entonces ¿por qué no machacarte en el gimnasio para tener buen aspecto? Uno se esconde por timidez o porque tiene miedo de las consecuencias. Si eres suficientemente valiente hay algo muy liberador. A mí no me han metido en la cárcel ni he escrito nada que ponga en peligro mi vida, pero espero que si un día me veo ante el dilema ya tendré el hábito de la honestidad.

P. En el libro parodia la imagen del escritor bohemio y del típico hombre presumido filipino.

R. Todos los clichés son fruto de una determinada idea o detalle que es universal y te pueden llevar a la raíz. No hay nada malo en ellos per se. A mí me gustan.

P. Antes de ser escritor, ¿qué cliché de la profesión le atraía más?

R. ¡Todo! Me encantaba pensar que podía ser temperamental y quedarme en la cama. Guardaba una botella de whisky en mi escritorio y me veía como un personaje de película. Ahora hablo del estereotipo en mi libro y no necesito vivirlo.

P. En la novela un escritor aspira a "convertir la ficción en memoria".

R. Hay personajes de ficción que llegas a conocer mejor que a muchas personas. La Historia muchas veces es pura ficción, los recuerdos de familia son heredados y como ocurre con el arte nos gusta conservarlos en el mismo lugar de nuestra cabeza y nuestro corazón. Yo he transformado memoria en ficción y ficción en memoria.

P. Filipino, canadiense, posmodernista, ¿qué etiqueta aborrece más?

R. El posmodernismo surgió en los años sesenta y setenta como una reacción al modernismo. No puede ser que 30 años después sigamos en lo mismo. Sin embargo, entiendo qué quieren decir cuando usan ese término. Estoy orgulloso de ser filipino y me honra ser canadiense, pero odio que me llamen filipino-canadiense. Eso te sitúa en un limbo.

P. ¿Hay qué elegir entonces?

R. Hace unos meses, en Nueva York, Rodrigo Fresán dijo que uno nace argentino pero quiere morir escritor. No puedo estar más de acuerdo. Vienes de un sitio pero eso no acota adónde vas a llegar. Yo escribo sobre la experiencia de un filipino porque es lo que conozco, pero nadie me va a limitar, y aquí me incluyo especialmente a mí mismo.

"Yo entiendo la literatura como una meditación, una discusión, un repudio de quienes somos", afirma Miguel Syjuco, que da su nombre al protagonista de <i>Ilustrado.</i>
"Yo entiendo la literatura como una meditación, una discusión, un repudio de quienes somos", afirma Miguel Syjuco, que da su nombre al protagonista de Ilustrado.Beowulf Sheehan / MWF/ Opale

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Sobre la firma

Andrea Aguilar
Es periodista cultural. Licenciada en Historia y Políticas por la Universidad de Kent, fue becada por el Graduate School of Journalism de la Universidad de Columbia en Nueva York. Su trabajo, con un foco especial en el mundo literario, también ha aparecido en revistas como The Paris Review o The Reading Room Journal.

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