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Reportaje:

La 'Marcha Verde' de San Cibrao

La fábrica de aluminio y aluminia de Alcoa en A Mariña, que acaba de cumplir tres décadas de historia, supone el 30% del PIB de la provincia de Lugo

Los municipios de Cervo y Xove, en Lugo, descubrieron el aluminio cuando la mayoría de los vecinos no concebía otro modo de ganarse la vida que la tierra y el mar. Por eso en 1976, obligados por la construcción de la factoría de Alúmina-Aluminio (hoy Alcoa) en el puerto de San Cibrao, algunos vecinos abandonaron sus casas llevándose sus pertenencias en los remolques de los tractores. El episodio, que la comarca bautizó jocosamente de Marcha Verde -no había pasado ni un año desde el conflicto con Marruecos por el Sahara- retrata los estertores de una agricultura de subsistencia que dejaba paso a la industria. Pública hasta 1998, la fábrica fue inaugurada el 6 de octubre de 1980, hace ahora 30 años, con la presencia de los Reyes y una comida campestre. El aniversario de Alcoa coincide con una catástrofe ecológica: el vertido de lodos tóxicos que asola 40 kilómetros cuadrados en Hungría tras la rotura de una balsa con restos de aluminio, suceso que ha puesto en el punto de mira a las plantas productoras de todo el mundo.

El desastre de Hungría ha vuelto a poner a la planta en el punto de mira

La fábrica de Alcoa en Lugo se construyó no sin oposición de vecinos y ecologistas, pero tres décadas después, su actividad supone el 30% del PIB de la provincia de Lugo y reporta a ayuntamientos como el de Cervo, de 4.600 habitantes, más de un millón de euros al año sólo en impuestos. El 80% de los vecinos de A Mariña empleados en el sector industrial lo hace en la planta de San Cibrao. La fábrica da trabajo directo a 1.134 personas y las industrias dependientes, a cerca de 600 más.

El actual alcalde de Xove, Demetrio Salgueiro, forma parte de la generación del cambio. Era un niño cuando en 1975 comenzaron las obras en Lago (Xove), una de las tres parroquias a las que más afectó la construcción de la planta. "Al principio, como siempre que llega algo nuevo, la gente tenía reticencias", reconoce el hoy alcalde del PP. El rechazo tenía dos vertientes. La primera, la de los vecinos, que acabaron vendiendo al grupo público Inespal, gestor de la planta, 500 hectáreas de terreno a cambio de casas en A Veiga (Cervo), Burela o Xove, indemnizaciones y en muchos casos un empleo en la factoría. "Muchas familias se descapitalizaron en terrenos, pero al venderlos tuvieron por primera vez dinero para invertir. También ganaron en calidad de vida: los pescadores pasaban entonces meses enteros en el mar, sin ver a sus familias", recuerda Salgueiro. Así que para muchos la elección fue fácil.

La otra reticencia sigue presente, ahora con el vertido de Hungría, y a lo largo de los 30 años de historia de la planta, privatizada en 1998 con la compra de Inespal por la multinacional estadounidense Alcoa, que tiene en Lugo la más importante de sus factorías europeas. En 1979, a punto de inaugurarse, una fuga de flúor calificada como "grave" por el Ministerio de Industria alertó a los vecinos de Lago (Xove), que se quejaban de enfermedades en el ganado y daños en los cultivos. La empresa indemnizó a los afectados, que protagonizaron un encierro en el Ayuntamiento de Xove y solicitaron por carta una entrevista con el Rey que nunca les fue concedida. En 2009, Alcoa fue condenada a pagar una indemnización de un millón de euros -condena confirmada en abril de este año tras un recurso infructuoso por parte de la empresa- a 74 vecinos de la misma parroquia, por la depreciación que habían sufrido las fincas vecinas a la fábrica. Un estudio de la Universidade de Santiago confirmó este mismo año la presencia de cantidades de flúor superiores a las normales en un diámetro de tres kilómetros alrededor de las instalaciones de Alcoa. La propia empresa es la que se encarga de facilitar a la Administración sus datos medioambientales, porque la estación de control de la Xunta no está en uso.

"Si tenemos lo bueno, también tenemos lo malo", reflexiona Ramón López, presidente de la asociación de vecinos de Lieiro y obrero desde hace 30 años en la planta de alúmina, el óxido de aluminio extraído de la bauxita de Guinea Ecuatorial. En la última década, la plantilla de Alcoa rejuveneció gracias a los contratos de renovación que permitieron jubilar a obreros a partir de los 60 años. Hoy, calcula José Luís Combarro, presidente del Comité de empresa de Alcoa en Europa, "el 50% de la plantilla tiene menos de 40 años".

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El lugar de Bidueiros, en Lieiro, desapareció en 1977. Buena parte de sus vecinos tuvieron que ser realojados en viviendas de alquiler porque las obras de la planta obligaron a barrenar el suelo. Cuenta Manuel Barro Quenlle, cronista local, que una sirena avisaba a los lugareños para que se alejasen de sus viviendas cuando estallaba la dinamita. Finalmente, la empresa expropió 500 hectáreas divididas en 3.709 fincas, sobre las que se instalaron dos plantas, una de alúmina y otra de aluminio, además de un puerto compartido para ambas. En las obras trabajaron 20.000 obreros, entre ellos los primeros caboverdianos asentados en A Mariña.

La llegada de 20.000 personas a un ayuntamiento que en la actualidad no supera los 5.000 provocó, a la fuerza, una pequeña revolución. Abrieron restaurantes y cafeterías y las viviendas particulares se convirtieron en improvisadas pensiones. Una de ellas estaba en la casa de Ramón López. Su madre, cuenta, "colocó cuatro camas en el desván para los obreros que venían de los pueblos del interior". El trabajo en el mar comenzaba a perder atractivo. "Había que ir buscando a la gente por las casas para embarcar", recuerda López, hijo de marinero. Años después, algunos de los negocios nacidos al calor de las obras echarían el cierre. Otros terminaron adaptándose para servir a la creciente demanda turística. "La fábrica trajo progreso económico y social", segura el historiador Carlos Andrés González Paz, que dedicó su tesis doctoral a estudiar A Mariña antes y después de Alcoa.

La factoría comenzó su andadura con 1.600 trabajadores, más de la mitad procedentes de A Mariña. El cambio en la estructura productiva de la comarca fue evidente: en los primeros 20 años de historia de la empresa, la población ocupada en el sector primario pasó del 38% al 18%. Hoy, los 1.134 trabajadores de Alcoa en San Cibrao sufren, si bien de manera más suave que otras plantas españolas, las consecuencias de la crisis. En 2009, la fábrica de aluminio redujo su producción debido a la caída de la demanda del metal en los mercados europeos, pero la ligera recuperación de los precios en 2010 hizo este año más llevadero. "La crisis afectó en su momento, por eso la fábrica tuvo que someterse a una reducción de costes para mantenerse", confirma Combarro. Otras plantas españolas de Alcoa atraviesan una situación complicada, con varios ERE abiertos, por ejemplo, en Alicante.

Pero ni con la actual crisis, ni con el rechazo de los primeros tiempos atravesó la industria de San Cibrao unos días tan complicados como los de diciembre de 1987. En la madrugada del día 12, los trabajadores de la entonces Inespal se plantaron contra la entrada en la factoría de los bidones de productos tóxicos rescatados del buque Casón, hundido días antes frente a la costa de Fisterra. Los 23 representantes del comité de empresa fueron despedidos, con 111 trabajadores más. Estos últimos conseguirían ante un tribunal que su salida de la empresa fuese declarada nula, pero los primeros nunca tuvieron reparación. Ramón López oscurece el tono al hablar del conflicto. "Fueron días muy complicados. No sabíamos si nos quedábamos en la calle. Yo mismo recuerdo estar en la playa de Lago, con otros obreros y alcaldes de la zona, sin saber qué iba a pasar. En cierta manera, todavía hoy estamos sufriendo las consecuencias del Casón".

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