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Columna
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Evo de Jong

El fútbol está lleno de frases célebres, unas más celebradas que otras, es cierto. Más que libros, hay enciclopedias llenas de ingeniosas o aceradas frases que retratan el fútbol. Hay una que dice que al fútbol se juega como se entrena, y se entrena como se vive. Es una frase muy celebrada y recurrente para explicar la forma de juego o el estado de ánimo de un equipo en la competición. La repetía Valdano en su sentido estricto, pero luego cada cual la ha usado como incienso de bendición o arma arrojadiza. Por ejemplo, se dice que se juega como se vive para reflejar el espíritu indesmayable de un futbolista surgido de los potreros o de las favelas y se usa también para advertir del acomodamiento de algunos futbolistas bañados en oro y criados en la opulencia. Los del vaso de nada en una tableta y los del chocolate con avellanas, aunque al final siempre gane Alemania.

¿Dónde entraría Evo Morales, el presidente de Bolivia en esas definiciones del fútbol? Indudablemente en una: la del abuso de autoridad. En el fútbol de la URSS se alternaban en los triunfos el equipo del Ejército y el equipo de la policía. Pura coincidencia. Y todo el mundo sabe que en los países democráticos no se arbitra igual al líder que al colista. Por eso el árbitro expulsó al opositor que recibió en sus partes pudendas el majestuoso rodillazo de Evo Morales en un partido "amistoso" entre el Gobierno y la oposición (¡vaya ocurrencia!). El pobre muchacho resulta que agredió la rodilla del presidente con sus testículos, en cuyo potencial debía creer hasta la extenuación (nunca mejor dicho). Inmediatamente, me vino a la cabeza la patada de kárate del holandés De Jong a Xabi Alonso en la final del último Mundial. El expulsado, según la ley boliviana, debió ser Xabi, que golpeó con su pecho guipuzcoano los tacos del pobre jugador holandés. Gracias a Dios, De Jong no jugaba con sus escoltas, como Evo, porque de haber sido así el madridista hubiera sido golpeado después por atentado contra la autoridad y al día siguiente se hubiera quedado en el hotel, igual que el opositor boliviano que no fue al Ayuntamiento por miedo a que el Gobierno hubiera querido seguir poniendo a prueba la dureza de sus testículos.

Entre la fraseología futbolística abundan las alabanzas a la violencia. Pasarella decía que había dos tipos de defensas: los que pegaban por necesidad y los que lo hacían por placer. Él se jactaba de pertenecer a los segundos. Otro futbolista le espetó a un ex futbolista del Athletic, cuando se quejaba de que le iba pisando mientras caminaban hacia atrás en espera del saque del portero: "No te equivoques; yo cuando piso lo hago en el cuello". Cosas de la cancha, dicen que son. Lo que está claro es que todos ellos eran unos puros aprendices comparados con Evo Morales, que juega con el cargo de presidente, los escoltas a su lado y el árbitro comprado. El fútbol como metáfora, una vez más, de la vida.

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