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El flamenco, patrimonio de todos

El flamenco no tiene fronteras pero tiene cuna, Andalucía. Desde hace siglos nos ha servido de pasaporte a toda España, y hoy día sigue siendo nuestro mejor embajador.

Enrique Morente dice, con una expresión orteguiana, que sería mejor hacer a la humanidad patrimonio del flamenco. Nuestro arte no está en vías de extinción, sino al contrario, en plena expansión. El flamenco no teme mestizarse porque, como decía Manuel Ríos Ruiz, "siempre sale ganando".

¿Por qué, pues, la iniciativa para declarar el flamenco Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad? Por tres razones principales: porque lo dotará de oficialidad en la institución cultural más influyente del mundo; porque Andalucía se obliga ante la Unesco a medidas concretas de salvaguarda; y porque contribuirá decisivamente a descaspar la imagen de Andalucía y España creada por los viajeros románticos, y ayudará a desterrar el tópico de la charanga y la pandereta.

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Y porque precisamente su humanidad es lo que hace al flamenco patrimonio de todos. Sus letras encierran todo lo que afecta al ser humano. Su música y su baile expresan el sentir de un pueblo y hacen que esa alma trascienda a la humanidad entera. Alma que no es alma sino duende, como decía Camarón.

El flamenco genera identidad. Lleva intrínseca la idiosincrasia de la gente del Sur, pero a la vez contagia y establece vínculos con diferentes culturas de los cinco continentes. Porque el flamenco tiene cuna pero es patrimonio de todos. No se postula a esta declaración solo por su tradición, también por tratarse de un arte vivo, en permanente cambio, que busca, que se enriquece.

Como en tantos otros aspectos de nuestra historia reciente, el flamenco ha experimentado un auge y difusión sin precedentes con la democracia y, en especial, desde la implantación del Estado de las Autonomías. El propio Estatuto andaluz establece la tutela y protección del flamenco como expresión cardinal de nuestra cultura.

Desde esta perspectiva, lejos de abundar en una visión localista o endógena, la autonomía ha traído una generalización del flamenco como elemento sociocultural de referencia y, a la vez, ha abierto una vía académica de investigación sobre sus raíces y evolución, pero también sobre su repercusión económica.

Además de identidad, el flamenco genera riqueza. Andalucía ha sido capaz de aprovechar el talento y canalizar nuestro arte a través de una industria cultural en plena expansión, que se abre camino más allá de nuestro territorio. El flamenco como espectáculo y como divulgación artística de nuestro sentir.

Estamos, pues, ante un sector cultural consolidado y multidisciplinar. A su explosión de recitales o representaciones se une una diversificación industrial que oscila desde lo textil a la fabricación de instrumentos; un mercado emergente en países europeos, Japón o Escandinavia.

El Comité de Patrimonio de la Unesco resolverá en su próxima reunión en Nairobi la solicitud de declarar el flamenco Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, una candidatura liderada por la Junta de Andalucía en colaboración con Extremadura y Murcia. La iniciativa está respaldada por el mundo del arte jondo, artistas, peñas, instituciones y agentes sociales, en lo que supone una apuesta común a favor de una de las señas de identidad de Andalucía que no desdeña su vertiente principal: el arte nacido del pueblo, la singularidad y la emoción que nos conmueven en los mismos términos que fascina a ciudadanos del mundo, y que ha sido y es fuente inagotable de creación cultural.

La candidatura pone el acento en los artistas, los colectivos, los palos y algunos escenarios como el Barrio Santiago de Jerez o el Sacromonte granadino. Para la movilización previa a Nairobi la Junta de Andalucía ha puesto en marcha la campaña Flamenco soy, con presencia en la Red y en los principales festivales de flamenco, a la que se suma el respaldo del Instituto Cervantes, con la difusión de esta iniciativa en sus centros. Hoy presentamos la candidatura en Madrid con un referente mundial del flamenco, Paco de Lucía. Cuando se dice su nombre no hace falta nada más. El genio de Algeciras ha contribuido a que nuestro arte no solo sea popular, sino internacional. Por eso, el recital de esta noche en el Teatro Real permitirá apoyar al flamenco desde dentro y también otorgarle una dimensión mundial.

Sostiene el escritor Fernando Iwasaki que fue en el París de los años veinte cuando el flamenco salió al mundo, en aquella apoteosis de arte y literatura que describe Hemingway en su célebre París era una fiesta. Picasso, Ezra Pound, Matisse, Juan Gris o André Breton desarrollaron su creatividad con el fondo sonoro de tres músicas de raíz que se generalizaron en aquel escenario: el tango, el jazz y el flamenco. Pero, mientras que el tango y el jazz adquirieron condición internacional y se establecieron como arte de referencia en los principales países del mundo, el flamenco perdió el salto, tal vez por la turbulenta situación política de entonces.

La declaración de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad brindará ahora al flamenco esa posibilidad, la de ocupar por fin su sitio en el universo musical de la humanidad.

José Antonio Griñán Martínez es presidente de la Junta de Andalucía.

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