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Columna
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FLO Y COLL

Juan Cruz

Flo, Florentino Fernández, se hizo en la escuela de Pepe Navarro; allí construyó una figura que lo desfiguraba. Con el paso de los años aquel Flo es solo parte de su escenografía facial, esencial para entender la propia hechura de sus personajes. Entonces estaba obligado, porque el programa tenía ese espíritu, y por tanto ese guión, a ser el perejil y la pimienta al mismo tiempo. Ahora, en Cuatro, Flo es otra cosa; se ha adaptado con mucha naturalidad a una hora, la de los críos, en que es muy difícil hacer televisión para alguien que fue nocturno.

El mérito de Tonterías..., donde triunfa Flo, radica en la versatilidad del personaje, en la humildad con la que este cómico que proviene de la escuela de Coll más que de la escuela de Navarro aborda un horario que en muchas televisiones se convierte en un ochomil. Lo vi ayer por la tarde, rodeado de chicos, en un aeropuerto; los chicos no se levantaron jamás, me parece que le dieron las gracias al retraso del vuelo.

¿Y qué tiene que ver Coll con esto? Creo que la magia de Coll radicaba en su rostro de Buster Keaton, inquisitivo y como pasota al mismo tiempo. Para que se riera Coll hacía falta un chiste muy grande, o una ocurrencia surrealista que era una tontería en boca de cualquier otro. Flo ríe todo el tiempo, pero, como Coll, es capaz de decir una tontería y convertirla en una gracia, en un chiste, o, como dice él, en un chistaco. Hay algo que en Flo es muy destacable: que un tipo tan contundente haya sido capaz de simular (o de ejecutar) una agilidad que proviene quizá de que se ríe hasta de su propio cuerpo. Es un gordo ligero, y eso le ayuda a ser mucho más aéreo incluso que sus risas. El cuerpo es un elemento fundamental en el humor; que Tip fuera altísimo y Coll fuera tan bajo no fueron circunstancias ajenas al éxito de su trabajo. Flo es gordo. Pero ya a la gente se le ha olvidado que ese sea un factor en su manera de aparecer en la tele. Del mismo modo que en algún momento Coll parecía más alto que Tip.

Y Flo tiene eso, que flota con su cuerpo en una nube de gracias concéntricas que a él mismo le hace olvidarse de que es gordo. Y lo que transmite este personaje que empezó siendo ruidoso y ha terminado siendo armónico es la naturalidad que lo ha convertido en un amigo bastante bienvenido en las tardes cansinas de una España en la que hay muchas más tonterías que las justas.

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