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Reportaje:

La sultana del swing americano

Marta Silva se perfila como la primera gallega profesional del golf en EE UU

Hace tres años que Marta Silva Zamora, todavía menor de edad, planteó que su futuro estaba en Estados Unidos, que iba a recorrer el camino para dedicarse a ser profesional del golf en la auténtica meca, la Ladies PGA. Sería la primera gallega en lograrlo. No va desencaminada: la pasada temporada disputó doce torneos del competido calendario universitario, venció en dos y en ocho más acabó entre las diez primeras. De vuelta a casa compaginó relax y competición con singular éxito, ganó el campeonato de España amateur y junior, fue cuarta en el Europeo individual y subcampeona por equipos. Es tercera en el ranking continental y todos la señalan como uno de los principales valores del golf femenino, disciplina que por estos pagos no acaba de despuntar en popularidad y seguimiento al nivel del masculino. Por eso Estados Unidos no es un mal sitio para crecer. "Es como con tantas otras cosas, a las mujeres no nos aprecian tanto. Puede que tengamos otra manera de jugar en la que no prima la fuerza o la pegada, pero el nivel técnico es muy elevado", describe. No, una mujer no podría competir contra un hombre porque padecería en el juego largo, pero en el corto, cerca o sobre el green, las diferencias se disipan.

Empezó a practicar la pegada en el Aeroclub santiagués a los 10 años
La All America ha reconocido la valía de la universitaria compostelana

En Estados Unidos el golf mueve masas, el deporte universitario también. Por eso Marta Silva siente que está en el entorno ideal. Todavía no da crédito a moverse por el campus como una estrella, a que la alumbren los focos de la popularidad. "Hay ocasiones en las que parece que somos como los jugadores de fútbol en España. Ser deportista y jugar para tu universidad es algo muy grande en la mentalidad norteamericana", explica. Ella lo hace en la de Georgia, donde recibe honores de All America, distinción que la señala como una de las diez mejores golfistas universitarias de Estados Unidos.

Y todo empezó en el Aeroclub de Santiago. Allí llegó Marta con diez años, no muy pronto, pero por lo que se ve tampoco tarde. "Mejoré de manera muy rápida. Con once ya me llamaron para participar en un campeonato de España que se jugaba en Meis". En edad alevín se proclamó subcampeona de España y campeona de Galicia absoluta. Decidió tomárselo en serio, sacrificar algunas horas de clase en el Peleteiro y acudir dos tardes por semana a A Toxa, siempre con un punto autodidacta que impidió que se pudiera viciar su talento natural. Hoy todos elogian, por sencillo y natural, su swing, el movimiento rápido en el que cadera y brazos se ponen de acuerdo para impulsar el palo y golpear en largo la bola. "Tiene un talento especial", apunta Jeff Fischer, el técnico que guió sus pasos mientras estuvo en la International Junior Academy, un vivero dirigido por Hank Haney, el forjador de Tiger Woods, que agrupa en Carolina del Sur a los mejores preuniversitarios. Allí llegó Silva tras obtener una beca y dejar familia y amigos por un sueño. "Podía salir bien o no. Lo llevo bien, pero cuando vengo a casa y tengo que regresar allá me cuesta mucho", suspiraba la semana pasada con un pie en el avión y otro en una playa de O Son, donde apuró sus últimas horas antes de regresar a Georgia, un lugar en el que no hay playa, sólo golf y libros, estudios de marketing y publicidad y muchas horas en el campo, en un entorno no siempre amable. "Hay mucho individualismo, la gente es muy competitiva. Tienen una fachada simpática, pero cuando necesitas un favor no aparecen. Este año dejaré la residencia universitaria para irme a vivir a una casa con unas compañeras, pero aún no he encontrado la amistad verdadera", lamenta.

Con todo, los resultados muestran que no se arruga, que tampoco se viene abajo su ambición, su anhelo por mejorar, por más que ese carácter indómito y autodidacta le impida confiar en las palabras de un coach. "Todavía busco a alguien porque en la universidad la entrenadora es más una capitana que otra cosa. Llevo toda la vida entrenando a mi bola y veo que todos se apoyan en un preparador personal". Explorará en esa línea, pero sabe que tiene margen. Le quedan dos años en Georgia, luego saltará al profesionalismo. "Noto que estoy progresando, que cada vez soy más regular y que puedo llegar al objetivo", confía. Por el camino tiene algún reto como el Campeonato del Mundo amateur en Argentina el próximo mes de octubre o volver cada verano a mostrar sus progresos engrosando su palmarés a este lado del Atlántico.

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