_
_
_
_
_
Conflicto en la frontera de Melilla

'Normalidad' en la frontera

Cesa el boicoteo comercial en Melilla, pero la situación en los pasos sigue siendo "ingestionable" para la policía

Mónica Ceberio Belaza

"Hay tranquilidad por ahora, pero aquí todo es impredecible". Un policía y un guardia civil del puesto fronterizo de Beni Enzar repetían ayer, por separado, la misma idea: en Melilla nunca se sabe lo que puede pasar; los activistas marroquíes que agitaron un conflicto incomprensible protestan de forma habitual, aunque lo hagan sin apoyo diplomático marroquí y sin osar inundar la tierra de nadie de carteles insultando a la policía española. En ese sentido, el Sindicato Unificado de Policía colocará en unos días carteles con fotos de una mujer policía y el lema "Melillenses, vamos a darle un abrazo".

En la frontera se espera que la reunión del lunes entre los ministros del Interior zanje el asunto. Ayer, los camiones circulaban sin problemas y la tierra de nadie volvía a ser un lugar ocupado por los marroquíes pero libre de tensión y pancartas. Los agentes confían en que la atención mediática que ha recibido el conflicto haga reflexionar a los políticos y muestre a los españoles en la Península que la frontera de Melilla es una anomalía. "¿Tú has visto algo así antes?", preguntan. Por Beni Enzar cruzan 30.000 o 40.000 personas al día. Pero ayer a mediodía solo había seis guardias civiles en el control de aduanas y siete policías en el de pasaportes. El entorno del paso, lleno de gente vendiendo productos, rodeados de suciedad y polvo, es el de un país en vías de desarrollo. Los marroquíes deben acceder a la ciudad autónoma a través de unos pequeños y agobiantes tornos en los que se junta demasiada gente, mientras los españoles (y los ciudadanos de la UE) pasan tranquilos a su lado sin tornos.

Habiba, de 78 años, cobra tres euros por cada bulto que lleva a Marruecos
Más información
La ONU pidió ayuda a España para desbloquear el conflicto del Sáhara
El emisario de la ONU para el Sáhara dibuja un panorama negro y solicita ayuda a las potencias occidentales

La frontera del barrio chino es aún peor. Todo el que la visita por primera vez queda impactado. No hay foto, imagen ni reportaje capaz de transmitir en toda su crudeza la realidad de ese paso fronterizo para personas y transporte a pie de mercancías. El sistema es sencillo: se utiliza como transporte a seres humanos para no pagar aranceles aduaneros. Motos, camiones, coches y furgonetas llegan con paquetes ya preparados de los productos que quieren vender a Marruecos. Los hay grandes (sobre todo, ropa usada y mantas), que pueden pesar 60 kilos; y pequeños (pañales, champú, patatas fritas, galletas). Los porteadores, sobre todo mujeres (las hay con muletas, ancianas, embazaradas), pasan a las siete de la mañana a España y corren a coger un bulto. A veces se pelean por ellos. Llevan un colchoncito en la espalda. Después, hacen cola en unos carriles ordenados por guardias civiles con ayuda de unos gorrillas marroquíes, que les ayudan a que no haya incidentes. A cambio, les permiten pasar bultos sin hacer cola. "Qué vamos a hacer, esto es ingestionable", dice un agente. Una mujer murió aplastada por la muchedumbre en 2008.

A partir de las nueve ya pueden volver a Marruecos. La aduana local permite entrar los bultos. O no. Depende del momento. Si lo logran, los dejan y vuelven a por más. Así hasta tres o cuatro veces. Los productos acaban en mercados de Nador, previo pago a los porteadores, más un soborno a los funcionarios locales.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Habiba comenzó de porteadora hace dos años, con 78. Su hijo se quedó inválido y tiene que alimentarlo. Gana tres euros por bulto, que serían cinco si pudiera cargar los de 60 kilos. Transporta a lo largo de 300 metros un paquete que a una mujer de 20 años le costaría llevar. Hace mucho calor, pero no puede ni beber agua. Es Ramadán.

Mujeres con mercancías atravesaban ayer el paso fronterizo del barrio chino de Melilla.
Mujeres con mercancías atravesaban ayer el paso fronterizo del barrio chino de Melilla.JULIÁN ROJAS

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Mónica Ceberio Belaza
Reportera y coordinadora de proyectos especiales. Ex directora adjunta de EL PAÍS. Especializada en temas sociales, contó en exclusiva los encuentros entre presos de ETA y sus víctimas. Premio Ortega y Gasset 2014 por 'En la calle, una historia de desahucios' y del Ministerio de Igualdad en 2009 por la serie sobre trata ‘La esclavitud invisible’.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_