Dos días y medio de fuego, cinco años de infierno judicial
El PP pidió penas de cárcel para siete técnicos por el incendio mortal de 2005 en Guadalajara - Ahora, tras ser exculpados, recuerdan su calvario
No habían podido aún ni llorar a 11 de sus compañeros, con los que habían convivido en algún caso durante más de tres décadas. El voraz incendio que los había engullido aún estaba activo, y los que seguían vivos debían intentar controlarlo antes de que alcanzara los pueblos cercanos. Pero en sus vehículos todoterreno, entre turno y turno, de regreso al combate con las llamas tras unas pocas horas de sueño, los técnicos de Medio Ambiente empezaron a escuchar ya cómo desde algunas emisoras de radio se les señalaba como responsables de la tragedia. Era solo el principio de un largo calvario: siete de ellos llegarían a ser imputados por homicidio imprudente, enfrentándose a penas de cárcel.
"No entendía por qué un partido político me quería mandar a la cárcel"
Ahora, cinco años después, uno de ellos, Ángel Vela, actual director del Parque Natural del Alto Tajo, recorre con EL PAÍS el lugar del incendio. Por primera vez está libre de toda sospecha, sin el terrible peso de la duda de acabar en prisión. La Audiencia de Guadalajara retiró la semana pasada la imputación que pesaba sobre él y sus compañeros. Hasta ahora apenas habían hecho declaraciones. De hecho, todavía hoy, con un auto judicial que les exculpa y que incluso ridiculiza sus imputaciones -les acusaron hasta de provocar el fuego, que se inició en una barbacoa en Riba de Saelices-, algunos de ellos piden que no se les mencione en este reportaje. Tienen miedo a sufrir represalias del Partido Popular, que se personó en la causa para utilizar como arma política el incendio forestal más trágico de la historia de España.
"Yo no podía entender que me pidiera siete años de cárcel un partido político. Me preguntaba si habrían hecho lo mismo si hubieran ganado ellos las elecciones, es decir, si hubiesen sido ellos mis jefes en aquel momento", cuenta Ángel Vela. "El día siguiente a que nos imputaran, los periódicos locales sacaron cuatro páginas con nuestros nombres y cargos y los delitos de los que se nos acusaba, como si fuéramos criminales". Aquel verano, el más seco desde 1945, pasaron más tiempo respondiendo a interrogatorios que apagando fuegos.
Ángel Vela recuerda que tuvo que cambiar un turno durante el incendio de Riba de Saelices para poder ir al funeral de Pedro Almansilla, uno de los fallecidos, su amigo. "Yo estaba en Ciruelos, el casco urbano que más peligraba porque el último pino del bosque conectaba con la primera casa del pueblo. Estuvimos toda la noche abriendo cortafuegos y lo salvamos. Al día siguiente me llamaron porque no conseguían contactar con Pedro, al que habían encargado proteger Santa María del Espino. Fui a buscarle. Recuerdo la angustia de ir llamándole por el bosque. Pero me volvieron a avisar y me dijeron que un medio aéreo había visto su retén. Estaban todos muertos".
Todos no. Jesús Abad resistía bajo su vehículo, volcado, después de haber visto cómo una bola de fuego engullía los coches en los que iban sus 11 compañeros. En el juzgado de Sigüenza explicó que lo ocurrido había sido "una explosión, un accidente de la naturaleza, un fenómeno natural imposible de prever", pero la juez, María del Mar Lorenzo, mantuvo las imputaciones. Ahora la Audiencia de Guadalajara reprocha a esta que despreciara el testimonio del único testigo.
El PP pidió indemnizaciones solo para nueve de las 11 víctimas del incendio. Se olvidó de Jesús Abad, el único superviviente, que aseguraba que había sido un accidente de la naturaleza; de Pedro Almansilla, que dirigía el retén; y de Marcos Martínez García, hijo de la consejera (socialista) de Educación de Castilla-La Mancha.
El día 17 de cada mes, varios familiares de los fallecidos acudían a la oficina de los técnicos imputados a exigir su condena. Entre tanto, la juez rechazaba las pruebas que los responsables antiicendios presentaban en su defensa. Entre ellas, un informe elaborado por el astronauta Pedro Duque con 81 imágenes de satélite que aseguraba que el humo había avanzado 356 kilómetros en menos de cinco horas, lo que desmentía al perito contratado por las familias, que aseguraba que aquel día no había viento y el incendio -que devoró unas 12.500 hectáreas con llamas de 30 metros- era fácilmente controlable.
"El auto que nos absuelve dice que nunca debimos estar procesados. No sabíamos qué habíamos hecho mal. No entendíamos nada. Nos abrumaba el aparato político y mediático", recuerda Ángel Vela. Junto a los técnicos fueron imputados también varios cargos políticos, que también han sido exculpados por la Audiencia. Solo serán juzgados los tres presuntos autores de la barbacoa que provocó el incendio.
"Nos llamaron asesinos. Durante tres años no había día que no soñara con el incendio. Pensaba que mi crimen había sido no caer", insiste, muy serio. Durante el recorrido por el lugar del incendio se refiere a sus compañeros muertos como "combatientes", y llama "caer" a morir. "Un incendio se parece mucho a una guerra", explica. A esta fueron bien preparados -Almansilla tenía 30 años de experiencia-, pero les falló la suerte. "Era imposible prever lo que pasó. Nos hubiéramos quemado todos. Muchos compañeros fueron luego al sitio para verlo y todos decían lo mismo: 'me habría quemado, me habría quemado...".
Vela cuenta que, cuando le absolvieron, lo primero que pensó fue en su familia: "Mis padres por fin iban a poder descansar". Y luego, en Franz Kafka. "Nuestra condena fue como El proceso", recuerda. La novela arranca así: "Alguien tenía que haber calumniado a Josef K, pues fue detenido una mañana sin haber hecho nada malo. (...).
-No puede irse, está detenido.
- ¿Y por qué?, preguntó.
-No estamos autorizados a decírselo. Regrese a su habitación y espere".
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