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Columna
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Bonito y barato

En la tienda cuestan 70 euros, pero por 20 y voramar te puedes mercar una camiseta auténtica de la selección. Siempre que no seas excesivamente exigente y des por bueno que Toress, el número 9, se escribe con dos eses y no con dos erres.

Las venden muy cerca del Faro de Santa Pola, donde hace poco arribaba una patera llena de jóvenes argelinos. En la fachada del hotel en ruinas (¿hasta cuándo?) se puede leer (¿hasta cuándo?) cierta pintada contra "los moros y los negros". Un odio por suerte poco extendido, porque esta playa familiar la surcan continuamente africanos (siempre hombres bastante jóvenes) del norte, del centro y del sur, que ofertan vestidos, gafas, pareos, gorras, bañadores... A algunos les conocemos por su nombre, de cada verano, y ya están muy especializados. Los magrebíes despliegan al montón el contenido de voluminosos fardos y vocean un género casi regalado. Por lo que cuentan, parecen más autónomos que los esbeltos de piel oscura, que llegan en grupo, siempre bien vestidos, y ofrecen mejores hechuras desde una distante dignidad. La clientela suele ser educada: dice no, gracias, a veces incluso con una sonrisa, lo que no impide que se ejercite el noble arte del regateo. De veras, nunca he presenciado comportamiento inapropiado ni en quienes compran ni en quienes venden, y tampoco he visto que la policía se moleste en llegarse hasta la orilla en persecución de un comercio presumiblemente ilegal. No como en la ciudad, donde el domingo levantaban veloces el puesto porque se aproximaba la patrulla, justo en mitad de una transacción. La más molesta parecía ser la señora que escrutaba un bolso modelo Rita, pero barato a la par que bonito: "Fíjate, qué daño harán estos chicos ganándose la vida..."

Al personal le tiene sin cuidado lo perjudicados que se puedan sentir los fabricantes y vendedores legales de modelitos pijos. Al personal lo que le importa es poderse permitir un capricho, y si de paso alguien se saca unos cuartos sin robar, pues mucho mejor. Luego viene la cruda realidad para aguarnos la fiesta, y esta nos indica que lo que ha sido liberador por ejemplo para las mujeres occidentales (ropa y accesorios de moda, desechables) se ha construido sobre sus hermanas en el mundo en desarrollo. Porque, ¿cómo se fabrican todas estas cosas, increíblemente baratas? Pues haciendo morir de hambre y oprimiendo a mujeres de Bangladesh, China, México, Haití y otros países, así es como lo hacen. Amén de escamotear impuestos, allá y acá. Muchas de aquellas trabajadoras (las peor pagadas del mundo) ya han protagonizado protestas, logrando aumentos salariales y mejores condiciones de trabajo.

Dejadme soñar bajo la solana que un día podremos cambiar nuestros patrones de consumo y comprar solo lo que esté fabricado sin pisotear a nadie, suponiendo que se pueda alcanzar esa certeza. Claro que entonces se quedarán sin trabajo los vendedores de todo a tres.

Qué difícil nos lo ponen todo, incluso en vacaciones...

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