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Columna
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Ángel culpable

Juan Cruz

Esperanza Aguirre dijo el otro día, cuando los verbos del metro se tornaron lanzas, que la culpa era de Zapatero.

Fue un silogismo muy interesante: los del metro le hacían una huelga a ella porque no se la sabían hacer a Zapatero.

No sé si ya está en las enciclopedias, pero seguro que está en la prensa más proclive a Esperanza Aguirre, es decir, esa prensa esperanzada que ella misma ha colocado en los primeros sitios del vociferío de la TDT. En esas enciclopedias se dice que el culpable es Zapatero. Puede haber otras acepciones inmediatamente después, pero esa es la premisa.

Así que le faltó tiempo a la líder popular para arrojarle al culpable, y jefe de todos los culpables, la culpa de todo lo que se mueve.

Fue casualidad que al tiempo que la presidenta de Madrid conseguía colocar a Zapatero en la diana del metro, el ministro de Educación le dijera en el Congreso a los diputados populares que para culpable él mismo. La cosa fue como sigue: le buscaron al ministro todas las culpas de las recientes desavenencias que hicieron imposible un pacto por la educación, y como no salían de ese enredo, Ángel Gabilondo, que domina las metáforas casi como Enrique Tierno Galván, les lanzó este desafío:

-Considérenme culpable. Teniendo ustedes un culpable ya nos podríamos poner a trabajar como es debido.

La cosa está así: de pronto se incendia el porvenir, viene la economía con un lastre enorme de miseria, y en medio del desbarajuste la gente busca culpables. No sé quién dijo que en lugar de buscar culpables lo que habría que hacer es buscar caminos. Pero no está el humor para esos senderos.

Ha habido de todo en esta cosecha reciente de culpables. Los sindicalistas del metro tampoco anduvieron demasiado finos, ni en su lenguaje ni en la defensa de sus derechos, y la gente terminó con la lengua fuera, reclamándoles una sensatez que ellos desmintieron con un verbo que merecía un limpiado de calderas. Pero, claro, si uno dice esto es que está con Esperanza Aguirre, y así vamos construyendo una conversación paupérrima en la que o tienes un culpable o no eres nadie en la vida.

Esto de las culpas es internacional, pero en España le estamos dando un envoltorio que parece el envoltorio del pan cuando éste escaseaba. Un papel de estraza que raspa hasta viéndolo. Cuando Ángel Gabilondo se ofreció como culpable en las Cortes me acordé de aquel cuento del memorable Julio Cortázar, No se culpe a nadie. Claro, aquí no culpas a nadie y tienen que cerrar las TDT esperanzadas. Por eso es tan interesante la propuesta del ministro: buscas a un culpable y ya la gente empieza a tirarle chinitas hasta que habla inglés, como el mono.

No se van a conformar con un único culpable, que se desengañe el Ángel culpable. Van a seguir buscando con esta retórica de comentaristas de la TDT que se le ha puesto a los políticos y a los sindicalistas, que en lugar de pensar hacia los lados piensan hacia el frente, como si quisieran derribar al contrario con ideas que a veces parecen las piedras picudas de las que hablaba Ganivet, un colega de Gabilondo.

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