Escapes

Cuentan que los tiempos duros, protagonizados por la incertidumbre, el miedo y la carestía, siempre fueron productivos en las taquillas de los cines. Vendían ensoñación a precio razonable, eran un refugio cotidiano y sólido, inventaban con estrategia, desvergüenza o convicción finales felices, caldeaban la tristeza. Pero en esta época sombría están vacíos, hasta el extremo de que sus ínfimos visitantes nos reconocemos como náufragos en una isla fantasmal que nunca volverá a ponerse de moda. La mayoría están destartalados y con olor a defunción, ya no es tan barato el rito de ir al cine, cuesta demasiado y vano esfuerzo encontrar una película en la cartelera que te haga flotar.

Se supone que el Mundial de Sudáfrica 2010 tiene facultades opiáceas para un 80% de la humanidad y que para el resto supone una tortura insufrible, una tabarra de la que es imposible huir aunque coloquen tapones en sus oídos durante mes tan infausto. También implica el gran colocón de los sentimientos patrióticos. Sin embargo, tengo la sensación de que hasta ahora solo provoca colectiva modorra este fútbol grisáceo o mezquino, nada que pueda alimentar la pasión, que haga olvidar la hipoteca o que peligra la nómina.

Escucho la convicción de Belén Esteban, ese grotesco esperpento que ejerce de princesa en el corazón del pueblo llano, de que esa anfetamina costrosa y enloquecedora titulada Sálvame logra que los españoles se distraigan de sus problemas. También que ha estado en Dubrovnik, que es la perla del Antártico. Que arriesgada es la certeza de que millones de moscas no pueden estar equivocadas si lo que les gusta es alimentarse de heces.

Dedican el arranque de las noticias del mundo en el informativo de Antena 3 a contar que una princesa de las de siempre, no designada por la plebe sino por la voluntad de Dios, se ha casado con su entrenador gimnástico, que el concierto que amenizaba el casamiento estaba dedicado al amor, que los invitados se trasladaron al festejo en autocares ecológicos, que los casados desecharon la pompa de fuegos artificiales y globos adornando el cielo. Imagino que debido a su profunda conciencia social ante la crisis de los pringados. Y así durante 15 minutos. Cada uno elige su escape. Lo alarmante es que tanto personal coincida en los mismos.