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Columna
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Rock y libros

La vida es entretenida, divertida, sorprendente, pero la realidad es una pesadez. Qué hartazgo de crisis económica, de tener que pensar en el dinero, del miedo a perder dicho dinero o a no ganarlo, de tener que saber si a mi banco lo ha descalificado alguna de esas agencias descalificadoras y entonces tener que preocuparme. Es tedioso estar preocupada por estas cosas. Solo los niños saben vivir la vida, los adultos vivimos la realidad, y la realidad consume, nos empobrece completamente.

El grifo que gotea, los ajustes del Gobierno que parecen bien y a los dos minutos mal, un coche aparcado justo en el paso del garaje cuando tenemos que salir. El seguro del coche y el de la casa, montones de recibos domiciliados en el banco de baja puntuación. Tarjetas de crédito por aquí y tarjetas por allá. Papeleo y los malos modos del prójimo. La realidad aturde.

Desde que a unos cuantos majaderos les dio por confundir trabajo y ocio, empezamos a desvariar
El pueblo de Arganda se convierte en estos días en la envidia del mundo entero

Estamos tan enfermos de realidad que ya ni sabemos lo que es, y la estamos confundiendo con la vida. En la vida también cabe la irrealidad, la fantasía, el sueño, los mundos imposibles y los seres portentosos que nos gustaría ser. Cabe lo que haríamos, mientras que la realidad es lo que hacemos. La vida nos permite jugar, la realidad nos marca un destino. Desde el momento en que a unos cuantos majaderos les dio por confundir trabajo y ocio, empezamos a desvariar. Antes estaba claro que uno llegaba a casa, se quitaba la corbata o los zapatos de tacón y empezaba a hacer lo que realmente le gustaba. Ahora muchos sabihondos han querido jugar trabajando y nos han hundido.

¿No se puede escapar de las garras de los amos del mundo? Por lo menos antaño la gente podía guardar el dinero debajo del colchón si le daba la gana. Ahora todo lo que no pase por el banco es sospechoso, en líneas generales, porque siempre hay gente que se las arregla para ser diferente. Y hay muchos diferentes. Los del montón somos los que pagamos el pato. Solo pido que, por favor, no me pidan que sea responsable, porque cuando pienso en lo exageradamente responsable que he sido, me cabreo.

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Necesitamos explicarnos tanto desastre, así que no es extraño que hayan surgido libros en los últimos años que hablan de un Gobierno mundial en la sombra, que sería el que maneja los hilos de todo lo que ocurre, y lo que ocurre obedece a un diseño de este club de superpoderosos, que estarían planeando nuestro futuro a gran escala, incluida la actual crisis económica. En el fondo es una forma de dar sentido (aunque sea diabólico) a lo que no entendemos. Es una manera de confiar en la inteligencia humana (aunque sea para manipularnos y controlarnos) y su poder de ir más allá. Pero la verdad es que no tenemos capacidad de adentrarnos en el futuro, ni de anticiparnos en mucho tiempo a lo que vaya a suceder, no somos buenos previsores.

La verdad es que nuestra imaginación, que nos parece tan sobrenatural porque no tenemos con qué compararla, donde mejor se desenvuelve es en la parcela del juego, de la ensoñación, de las emociones y del arte. Por eso seguro que el "tenebroso Gobierno mundial" está más organizado en la ficción que en la realidad. La literatura, el cine y la música no pueden hacernos daño, ni arruinarnos, no son definitivos. Podemos escuchar y dejar de escuchar. Podemos abrir una novela y volver a cerrarla, y además su historia cambia con el tiempo y con nuestra manera de vivir. No nos marca un destino, nos acompaña.

Y este fin de semana en Madrid tenemos la oportunidad de abrir dos puertas que nos harán desembocar en lo que de verdad tiene que ver con la vida. Si paso por la puerta de Alcalá, me encontraré en el Retiro, en la fiesta de los libros. Allí podréis conseguir la nueva novela de Antonio Soler (premio Nacional de la Crítica 1996), Lausana, una delicada y absorbente historia, escrita con "el temor de romper la delicada superficie de vidrio sobre la que se construyen las historias de amor", emoción y vida en estado puro, sin estridencias.

Y si paso por la Puerta de Arganda en metro, aterrizaré en la fiesta de la música, en el monumental Rock in Rio, hecho para sentir, para sudar, para estar en ese instante en que hay que dejarse llevar porque si no nos lo perderíamos. El pueblo de Arganda se convierte en estos días en la envidia del mundo entero.

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