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33ª jornada de Liga

Juego de mediocentros

Forlín y Baena presionan al tiempo que Busquets desgasta sin acierto la salida de la pelota

Jordi Quixano

Fiel reflejo del encuentro, los mediocentros, pieza táctica por excelencia, se desfondaron en el esfuerzo, en las ayudas y las coberturas, en la brega por gobernar su parcela. Baena y Forlín, por parte del Espanyol; Busquets, por parte del Barcelona. Mismo puesto y distintos mundos. "Será un partido de contacto", predijo antes del derby Pep Guardiola, el técnico azulgrana. No se equivocó. Los mediocentros absorbieron el papel protagonista tanto en la escasa creación del juego como en la encarnizada batalla.

En una decisión un tanto sorprendente, Mauricio Pochettino, el entrenador blanquiazul, decidió dar cabida a Forlín en detrimento de Moisés Hurtado, uno de los capitanes del Espanyol y que no se había perdido una sola titularidad en la temporada siempre y cuando no estuviera lesionado. Quiso potenciar, en definitiva, el aspecto defensivo en la línea medular. A su lado se desplegó Baena, canterano que se ha ganado el puesto y la confianza a base de entrega y sudor, de mantener al equipo con su músculo.

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A pocos metros y al otro lado del campo, se exprimía Busquets, que ha arrebatado la demarcación a Touré quizá porque da más sentido al juego con el toque y no mediante la conducción. "El mediocentro del Barcelona no sólo es físico, sino que también tiene técnica", había sostenido en la víspera Guardiola. Busquets cumple el perfil. Pero anoche se quedó sin ingenio, sin espacio ni tiempo para ejecutar su fútbol. Éxito del Espanyol.

"¡Dale, dale, dale!", vociferaba Pochettino con persistencia desde el área técnica al tiempo que se frotaba la cara, se repeinaba o instruía al Espanyol con infinidad de aspavientos. Entonces, Forlín y Baena avanzaban unos pasos su posición, arrastraban la línea al campo ajeno y reducían la capacidad arquitectónica adversaria. Xavi no recibía porque se tapaban los pasillos interiores, Touré no se ofrecía y Busquets, sin más remedio, se refugiaba en la línea de los centrales para buscar otra vía de salida. No resultó la apuesta porque Verdú le perseguía y no le permitía ni recibir ni girarse. Incluso perdió Busquets dos balones muy comprometidos que a punto estuvieron de costar un serio disgusto al Barça: en el primero, Verdú no supo finalizar la jugada; en el segundo, Baena no acertó en la definición, delante de Valdés.

El asfixiante atosigo, la eficiente reducción de espacios y los múltiples achiques se tradujeron en clave táctica. El peligro se originó desde la presión y no desde la creación. Baena y Forlín, que se intercambiaron con acierto las parejas de baile (Xavi y Touré) representaron el juego. Baena remató un contragolpe con la cabeza y el balón saludó al poste por fuera. Forlín probó un disparo desde fuera del área, sin dirección alguna. Y Busquets, descolocado, con más pie que sus rivales pero menos huecos, recibió un sinfín de patadas. Acostumbrado a exagerar el contacto, Cornellà-El Prat le vilipendió en numerosas ocasiones, pero no le convirtió en el centro de sus críticas, papel destinado a Alves, que fue insultado en términos racistas.

Guardiola, intervencionista por naturaleza, decidió situar a Xavi junto a Busquets para crear más fútbol. Duró poco. Hasta que Alves enfiló el túnel de vestuarios, desquiciado hasta el punto de que vio la cartulina roja por dos entradas a destiempo. Forlín y Baena recobraron entonces el poder. Pero les faltó pie para lanzar al Espanyol. Al Barça, huecos.

Alves, en un momento del encuentro.
Alves, en un momento del encuentro.AFP

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