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Columna
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Madrid va despertando

El Ayuntamiento ha solicitado la inclusión de Madrid en la asociación internacional de ciudades y entidades del Foro de la Ilustración como socio de número. En plena crisis de ideas, es urgente el renacimiento de ese movimiento que marcó las pautas razonables para el futuro de la cultura y de la vida humana.

Hay que recordar que, a pesar de las actuales actitudes cavernícolas de la Iglesia católica, siempre ha habido dentro de ella personalidades fundamentales en la historia del progreso. En realidad, la Ilustración fue introducida en España por la Iglesia. Uno de los primeros ilustrados fue el profesor benedictino padre Feijoo, que en 1737 se consideraba a sí mismo "ciudadano libre de la República de las Letras".

Otro de los grandes impulsores de la Ilustración fue el político y escritor católico Gaspar Melchor de Jovellanos. Pero el inicio de la Revolución Francesa fastidió todo. El rey Carlos IV y su panda apartaron de la vida pública a la mayoría de los pensadores progresistas, que entonces no se llamaban así. Se les decía simplemente "avanzados". Durante muchos años, la Ilustración estuvo perseguida, pero logró mantener su luz discretamente en colegios religiosos y logias masónicas.

Sin entrar en la polémica sobre la fiesta de los toros, Jovellanos entró al quite en su jugoso ensayo Memoria sobre las diversiones públicas. Después de tratar con respeto todas las derivaciones taurómacas, al final suelta: "La lucha de toros empezó a ser mirada por algunos como diversión sangrienta y bárbara". Y recuerda cómo "Gonzalo Fernández de Oviedo pondera el horror con que la piadosa Isabel la Católica vio una de estas fiestas, no sé si en Medina del Campo". Éramos pocos y parió la abuela.

Sobran ilustres y faltan ilustrados. Anda, Voltaire, date una vuelta por Madrid.

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