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Columna
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Alfonso Rus

"Soy el gerente de una empresa de muebles. Soy de los que piensa que, para que un negocio funcione, uno tiene que estar en contacto directo con él para no perderse ningún movimiento en su gestión", dice Alfonso Rus, presidente de la Diputación Provincial de Valencia.

Parece un hombre dispuesto, decidido a elevarse, a distinguirse, con lujos asiáticos o con alardes dicharacheros. Sus empleos políticos o sus declaraciones públicas lo hacen visible, bien visible, a pesar de estar rodeado de gentes con más altos anhelos que lo miran por encima del hombro. O no: también Rus manifiesta siempre que puede sus elevadas ambiciones. Se le nota que quiere llegar más arriba. Ser alcalde de su ciudad está muy bien, presidir el Olímpic CF de Xàtiva, también. Pero ahora, por ejemplo, ya no parece conformarse con la Diputación de Valencia. Es una institución que se le ha quedado pequeña. No me extraña: conduce un Ferrari, un bólido que va a toda pastilla, pero en el que sólo cabe gente de cierta estatura. "Me lo compré porque soy bajito", dicen que declaró Rus en cierta ocasión.

No me fío de sus palabras: el gerente Rus es un gigante del verbo. También de la campechanía rústica. Es populista y un discutidor. Reta a los eruditos, a los universitarios, a esos sabios distantes o próximos que se le suben a la chepa para reprocharle su expresión tosca. Le importa una higa. Afecta rudeza y una gran simplicidad para reírse de los doctos lejanos que lo condenan o de los asesores cercanos que intentan refinarlo. No tiene remedio. Viéndose como un hombre hecho a sí mismo, no le importa ser ordinario y locuaz. Para algunos hace ostentación de incultura. En realidad, no es tan iletrado como aparenta. Tampoco es el charlatán que algunos quieren ver, pero tiene la elocuencia del vendedor ocurrente, una facundia que acabará perdiéndole.

Su lema es: "Nada en el mundo sustituye a la constancia. El talento no la sustituye, pues nada es tan corriente como los inteligentes frustrados. El genio tampoco, ya que resulta ser tópico el caso de los genios ignorados. Ni siquiera la educación sustituye a la constancia, pues el mundo está lleno de fracasados bien educados. Solamente la constancia y la decisión lo consiguen todo".

Eso dice Rus en su página web. Podemos tomar dichas palabras como un autorretrato sincero: él sólo alardea de constancia y decisión. El talento, el genio y la educación los deja para tantos frustrados, tantos desconocidos, tantos fracasados. Él no quiere ser nada de eso. Quiere descollar, como un balón, un toro o un bólido. Hombre, mejor sería que se pareciera a un futbolista talentoso, a un torero genial, a un piloto educado: o simplemente a un reflexivo vendedor, o quizá a un comerciante discreto.

Mejor nos iría el negocio.

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