La abuela del barrio Maravillas
Una octogenaria de Malasaña ha revitalizado las fiestas de su vecindario
"Yo no me considero una vieja". Maruja con 78 años y una vitalidad inmarcesible, recuerda varias veces la tercera juventud en la que vive, mientras sorbe su segundo vermut y revolotea entre sus vecinos en Casa Camacho. Para Maruja la edad nunca fue un obstáculo, y mucho menos si esta juventud y alegrías de las que habla las vive en su propio barrio, en sus vecinos y en sus fiestas. Todo muy cerca de casa.
Esta señora amante del morado en el vestir abandonó su pueblito de Ávila a los 12 años para convertirse en la niñera de la familia Colmenarejo, famosa en el barrio Maravillas porque regentaba una lechería a la que todo el mundo acudía. "Felipa, vete porque en lugar de una niñera he encontrado una mujer", dice que le dijo su señora a la asistenta cuando la despidió. "Debió de ver que era muy espabilada", dice con cierto orgullo en el sofá de su diminuta casa. Por aquel entonces Maruja todavía era Mari Carmen, "hasta que mi señora, Doña Emilia, empezó a llamarme Marujita". La lechería de los Colmenarejo, en la calle del Dos de Mayo, pasó años después a las manos del marido de Maruja, convirtiéndoles en los lecheros del barrio y parte de su historia. Las fotos, diplomas, placas y cartas de agradecimiento que empapelan su casa cuentan cómo la lechera pidió al Ayuntamiento cientos de geranios que regaló a los ancianos, muestran también las guirnaldas de fabricación casera que colgaba cuando llegaba el carnaval, sus recolecciones de fondos para todo tipo de causas, sus chocolatadas del día de Reyes pagadas de su bolsillo y hasta el agradecimiento del rey de Marruecos, Mohamed VI, que le envió una carta para agradecerle el libro que Maruja le regaló. Y esto sólo es lo que se ve de una ojeada y en los álbumes que están a mano; las estanterías superiores guardan muchos más recuerdos a los que Maruja no llega por mucho que se estire, pero que tampoco necesita. Para eso está la memoria, y a ella le sobra.
Llegó al barrio hace 66 años para trabajar de niñera en una familia
El rey de Marruecos le envió una carta para agradecerle un libro que le envió
"Llegué aquí sin saber leer ni escribir", dice Mari Carmen
Las tiendas de toda la vida a las que iba se han convertido en negocios 'cool'
Durante los últimos años el barrio Maravillas se ha puesto del revés. Ahora lo llaman Malasaña; sus vecinos han rejuvenecido varias generaciones y las tiendas de ultramarinos se han convertido en negocios cool que pretenden la rehabilitación de la zona. Pero Maruja resiste como símbolo; tan popular como la estatua de Daoíz y Velarde. Es presidenta honorífica de las mesas de diálogo y miembro de la Asociación de comerciantes del barrio Maravillas. "Esta señora es el alma del barrio", exclaman sus vecinos cuando la ven, porque la última hazaña de Maruja ha sido reconocida por muchos en este barrio, en el que hace años que sus fiestas populares languidecen.
"¿Si todos tienen fiestas por qué nosotros no?", se preguntaba amenazante Maruja el pasado uno de febrero, en la víspera del día de su patrona, Nuestra Señora de las Maravillas. Pues eso, que Maruja, que nunca se ha conformado, pensó que si tenía que ser ella quien levantase las celebraciones otra vez, lo iba a ser.
Por tercer año consecutivo Maruja agarró del brazo a su inseparable Mari Carmen, su "secretaria", como ella la llama, y se la llevó de bar en bar y de tienda en tienda. Echándole mucha (y buena) cara pidió a cada empresario dinero e ideas para montar algo parecido a unas fiestas populares, tarea nada fácil en momentos de crisis.
Durante su periplo se topó con la tienda de monopatines de la calle de La Palma, Old School. "Un sitio raro", recuerda Mari Carmen, que reconoce que tiró del brazo de Maruja para evitar que entrase. "¡El no ya lo tenemos!", le replicó ella, mientras la empujaba al interior.
Y allí se encontraron con la sorpresa de la temporada. Mientras que algunos comercios de toda la vida no dieron a Maruja más que dos euros, Blanca Gil, la propietaria de la tienda, le organizó un concurso de skate, que con más de 80 participantes, acabó siendo la actividad estrella de la última edición de las fiestas del barrio Maravillas y donde Maruja se sintió como pez en el agua a pesar de verse rodeada de quinceañeros.
"Yo llegué aquí sin saber leer ni escribir. Fue una vecina la que me animó a aprender a contar. 'Si sabes pintarte los labios deberías saber también devolver el cambio', me dijo. Nunca se me olvidará". "Todo lo que sé me lo ha enseñado este barrio y mis vecinos. Si tengo que morir por ellos, lo haré".
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