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Reportaje:

Valencia, año cero

La Universitat publica en dos tomos la obra más amplia y ambiciosa sobre la historia, la geografía y el arte de la ciudad

Ignacio Zafra

Los primeros pobladores de Valencia fundaron la ciudad en el centro de un golfo, en una llanura abonada por la actividad sedimentaria del Turia "a escasos kilómetros de una costa deltaica salpicada de lagunas, barras arenosas y dunas". L'Albufera era mucho más grande que hoy, y había otros marjales menores pero estimables en el actual Grao a y unos kilómetros hacia el norte de la Malva-rosa. Las condiciones naturales eran perfectas para la aparición de la huerta, que potenció su crecimiento y terminó siendo víctima del aumento de tamaño que había propiciado. "La ciudad creció merced a la huerta, pero es que fuera de la original ciudad romana, y después de la ciudad árabe, y después de la visigoda, y después... ¡Todo era huerta! Y conste que yo defiendo la huerta", explica el profesor Jorge Hermosilla, coordinador de La ciudad de Valencia, Historia, Geografía y Arte, presentada la semana pasada por la Universitat de València.

Se han editado 3.000 ejemplares de la obra, de un millar de páginas

Obra monumental, con más de un millar de páginas distribuidas en dos tomos cargados de ilustraciones, fotografías y mapas, en la que han trabajado 95 profesores de la Facultad de Geografía e Historia, un récord por número y también por la dificultad que representa conciliar las diversas (por no decir enfrentadas) tendencias que conviven en cualquier facultad.

El libro explica la ciudad desde la triple óptica de la geografía, el arte y la historia. Empieza por la Valencia antigua y termina prácticamente ayer. Existen antecedentes, como la espléndida La ciudad de Valencia, publicada en 1971 por Manuel Sanchís Guarner, recuerda Hermosilla. Aspira a convertirse en obra de referencia y es también, en el fondo, un ajuste de cuentas (o una reivindicación) de la facultad, que decidió, después de algunas discusiones, poner a trabajar a sus siete departamentos y no pedir refuerzos externos.

Al menos en la parte intelectual. En la económica, Hermosilla, que era decano cuando arrancó el proyecto, invitó a participar al Ayuntamiento, que declinó hacerlo.

El profesor no pierde, sin embargo, la esperanza de que el consistorio se sume a la iniciativa, porque acaricia la idea de que las 1.000 páginas actuales se conviertan en el germen de una obra todavía mayor. Cuenta con el antecedente de la Història de Xàtiva, presentada hace un par de años, que alcanza los ocho tomos.

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El coste de producción (entre el pago a los autores y la edición, de la que se ha encargado La Imprenta) ronda los 120.000 euros. Se han editado 3.000 ejemplares (que ya están pensando ampliar) y ha salido a la venta por 60 euros. "Es lo que costaría un tomo", comenta Hermosilla, "pero cuando nos planteamos hacerla se decidió que tuviera un perfil muy divulgativo en la redacción, en la edición y también en el precio".

La historia de Valencia, como la de cualquier ciudad, es la historia de un proceso de una antropización. De un cambio continuo del entorno para adaptarlo a las necesidades humanas. El puerto empezó siendo fluvial (los romanos lo construyeron cerca de las actuales Torres de Serranos) y fue trasladado siglos después a la orilla del mar. La huerta creció a costa del bosque para ser sepultada después bajo el asfalto. Los muchos brazos del Turia, que formaba un delta, se fueron secando o domesticando a medida que se implantó el sistema de regadío. Incluida la vaguada que pasaba cerca de la zona del mercado y que convertía a la ciudad original en algo parecido a una isla. La industria se situó inicialmente en el núcleo urbano, preferiblemente junto al río y cerca del puerto, porque era fundamentalmente exportadora.

Con el tiempo, fue abandonando la ciudad para asentarse en la primera corona del área metropolitana, caso de algunas industrias de vino. El traslado venía condicionado por el precio y la disponibilidad del suelo, que hacían muy rentable vender un terreno urbano y llevarse las fábricas y las naves a las afueras. El proceso se repitió después en dirección a la segunda corona. Y a medida que la ciudad se desprendía de su coraza industrial, iban ganando peso los servicios.

Valencia es hoy en todo caso, señala Hermosilla, "un espacio metropolitano". Y como tal no ha perdido peso industrial: sólo con su presencia se entiende que Ford eligiera Almussafes como base para su fábrica o que IBM hiciera lo propio con La Pobla de Vallbona. Esos viejos fenómenos de deslocalización del interior de la ciudad hacia su entorno no son tan distintos a los que se producen hoy con destino a otros continentes, afirma el profesor.

El examen al arte valenciano empieza prácticamente con la fundación de la ciudad, en el año 138 antes de nuestra era, aunque las primeras piezas conservadas son posteriores. Entre ellas (expuesta hoy en el Museo Arqueológico Nacional, en Madrid) se encuentra una escultura del dios Baco, desnudo, con una jarra (en realidad un kantharos) vacío en la mano derecha y una pantera pequeña a sus pies. Una de las últimas creaciones abordadas es el Palau de les Arts diseñado por Santiago Calatrava, y el libro incluye también aspectos relativamente innovadores como la visión del arte local desde la perspectiva de género.

La obra llega hasta el año 2008. Y contiene, en la parte dedicada a la geografía, algunos pasajes premonitorios que la hacen aún más actual: "En 1991 el nuevo gobierno municipal conservador tuvo las manos libres para la opción de su programa electoral de prolongar Blasco Ibáñez con la misma anchura hasta el mar, lo que no estaba en el proyecto de Meseguer de 1888 ni en los posteriores y sólo aparece en el Plan General de 1966. (...) Ha dado lugar a un largo conflicto entre el Ayuntamiento y ciudadanos agrupados en una plataforma de defensa de El Cabanyal: las obras están en marcha y parecían irreversibles hasta que una reciente sentencia ha abierto un resquicio de esperanza".

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Sobre la firma

Ignacio Zafra
Es redactor de la sección de Sociedad del diario EL PAÍS y está especializado en temas de política educativa. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Valencia y Máster de periodismo por la Universidad Autónoma de Madrid y EL PAÍS.

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