El picudo rojo se planta a las puertas del Jardí Botànic
Alcanza Jesuitas y amenaza a uno de los mejores palmerales de Europa
El picudo rojo, el coleóptero de origen asiático que ha devastado miles de palmeras del litoral mediterráneo en pocos años, ha alcanzado las puertas del Jardí Botànic de la Universitat de València, donde se conserva una de las mejores colecciones de Europa. La plaga ha infestado una palmera del complejo de los Jesuitas (adosado al polémico solar) y amenaza con recorrer los 20 metros que lo separan del Botánico. Los trabajos para evitar que avance cuentan, por ahora, con una ventaja climática: el picudo detesta el frío y tiende a pasar el invierno en el interior de las palmeras.
El caso pone de manifiesto los problemas de orden práctico que dificultan la lucha contra su propagación. El primero es la coordinación. Generalitat y Ayuntamientos comparten competencias, a lo que a menudo se suma (como en este caso) el hecho de que el árbol sea propiedad privada. Todo ello retrasa la respuesta contra un enemigo muy activo. El segundo es la falta de información sobre el insecto y sobre las medidas a adoptar en caso de ser detectado.
El caso pone de relieve los problemas de coordinación frente a la plaga
Del resto se encarga el propio picudo. Y explica probablemente su expansión (probablemente desde India) por toda la cuenca mediterránea. Se trata de un coleóptero relativamente grande (mide unos dos centímetros, una talla tropical), tiene la cabeza prolongada hacia adelante (en forma de trompa), y es muy esquivo. Se prodiga poco por el exterior, pone cientos de huevos de una sola vez y su hábitat (las coronas de las palmeras, es decir, el extremo superior del tronco) resulta difícil de controlar.
Si no existe un plan de prevención (como el que el Jardí Botànic activó hace dos años), lo normal es que el propietario del árbol lo descubra cuando la palmera muere. Para entonces el árbol puede alojar insectos de varias generaciones.
El picudo siente predilección por la palmera Phoenix canariensis (la más abundante en suelo valenciano). También le atrae la Phoenix dactylifera (la típica de Elche) y es capaz de adaptarse a muchas otras especies. El Botànic cuenta con 120 diferentes para un total de 300 ejemplares, entre ellos una extraordinaria datilera con más de 35 brazos. Las más longevas superan los 150 años.
En invierno, los picudos sobreviven gracias al proceso de putrefacción que provocan en el interior de las palmeras, lo que eleva unos grados la temperatura de sus galerías. En primavera retoman su actividad. En agosto suelen descansar (tampoco les gusta el calor) y a partir de septiembre sus vuelos se disparan.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.