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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

La rebelión de los párrocos

Los curas vascos que rechazan a su nuevo obispo, José Ignacio Munilla, pecan de ingenuos porque la Iglesia es jerárquica, no democrática. Se rige por un sistema religioso y político un tanto extraño. Es una teocracia, es decir, el poder viene de Dios y se deposita en un príncipe o monarca, quien ejerce la autoridad infalible y absoluta. Benedicto XVI elige motu proprio a un sacerdote y le nombra obispo. Y nadie puede quebrantar esa decisión.

La estructura de esta organización eclesial solamente es democrática en una ocasión. En la elección del nuevo Papa. Porque no le queda otro remedio por razones obvias. La Iglesia en lo político es una monarquía, cuyo rey es el Santo Padre y los príncipes son los cardenales. La única vía para suceder al rey es dar paso al príncipe, y en el caso del Vaticano los príncipes herederos son los miembros del colegio cardenalicio.

El gobierno de la Iglesia no solamente mantiene estas diferencias ancestrales con la sociedad civil. Las leyes, mandamientos y dogmas son de inspiración divina, infalibles y la mayoría inamovibles. Medir las decisiones de Roma y formular reclamaciones como si de una democracia se tratara obtiene nulos resultados. La Iglesia sólo entiende de deberes, no de derechos. De pecados, no de delitos. De penitencias y excomuniones, no de justicia y reinserción social.

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Además, las mujeres están discriminadas, postergadas y tienen nula esperanza de que puedan ser consideradas con los mismos parámetros que los hombres. El Dios de los católicos es inamovible y sus bienes no son de este mundo. Rechaza los derechos democráticos y a ser felices, porque el premio está en el más allá. Los curas vascos lo saben muy bien, han estudiado mucha filosofía escolástica, teología dogmática y doctrina social de la Iglesia. Saben que su reino no es de este mundo. Y que el nacionalismo sólo se contempla en el éxodo de los israelitas -que no los israelíes-, nacionalizados en el pueblo elegido de Israel. El País Vasco para el Vaticano es una provincia del Sacro Imperio Romano.

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