"A mi hijo sólo le dejo 15 minutos al día con la consola"

Llega aturdido al restaurante. No lo ha elegido él, pero, por su debilidad por las tapas, al japonés Eiji Aonuma (Nagano, 1963) le recomendaron las de Paco Roncero en el Paseo del Prado. "Soy un gourmet, no puedo evitar probarlo todo, pero este verano mi mujer me comparó con una morsa. Perdí peso y ahora intento mantenerme", dice el diseñador de videojuegos de Nintendo. Es su primera visita a España: tres días para acudir al Reina Sofía, recorrer La Latina, hablar de su última creación -la decimocuarta entrega del videojuego La leyenda de Zelda-, y descubrir "un país ardiente donde imaginaba que iba a hacer calor, en el que esperaba encontrar flamencas en la calle y donde la comida es muy buena".

El diseñador japonés creó el videojuego mejor valorado de la historia

"En 1988 trabajaba en la universidad de Tokio elaborando muñecos de madera cuando Miyamoto -el Walt Disney de los videojuegos y creador de Mario o Zelda- los vio. Le gustaron y me contrató, pero no me dijo más. No tenía ni idea de qué iba a hacer", cuenta mientras llega la ensaladilla rusa.

En esa época, las consolas eran una industria emergente y minoritaria. Ahora son uno de los bastiones del ocio -en España generan más beneficios que el cine, la música y los DVD juntos- y Aonuma, uno de sus gurús. Hace 11 años, revolucionó la serie de Zelda con Ocarina of time, el videojuego mejor valorado de la historia. "Desde que entré en la franquicia, ésta comenzó a ser más cinematográfica: me preocupaba el guión, la banda sonora y los planos. Aunque Miyamoto me decía: 'No pierdas tanto tiempo en la historia, al final el juego será aburrido', eso era importante para mí". Ese equilibrio entre jugabilidad y reflexión marcó tendencia en la creación de aventuras digitales.

Su tez tersa y su cuerpo delgado no evidencian los casi cincuenta años que tiene. Pero en los viajes que realiza, debido al lanzamiento de The Legend of Zelda: Spirits Tracks, se salta el régimen con mejillones tigre o croquetas.Aonuma está casado y tiene un hijo de siete años, por lo que habla con delicada seriedad sobre niños y videoconsolas. "Dejando aparte si educativamente son buenos o malos, los juegos aportan sensaciones y experiencias. Dicho esto, confieso que me pongo nervioso si veo a mi hijo jugar horas con la consola", comenta con una sonrisa pícara. "Por eso le dejo sólo 15 minutos al día", asegura, "aunque luego me da pena quitársela". El ragú de setas, su pasión recién descubierta, corta la conversación. "Con tantas setas, voy a conseguir tres vidas", bromea, haciendo un guiño al mítico juego Super Mario Bros (las vidas extra tienen forma de champiñón). "Son finas y deliciosas", añade mientras vuelve al reino de la princesa Zelda, que en el nuevo juego "tiene un rol activo, ya no está sólo presa y acompaña a Link".

El ritmo de trabajo en Nintendo se le asemeja a un torbellino y, tras mitificar la siesta española, llega el postre. "¿Aún hay más?", exclama ante una crema de orujo con un sabor "muy parecido al sake". Con Zelda siempre hay más. No sólo se habla de una posible película, sino que se plantea relanzar el clásico. "Mucha gente quiere un remake con la tecnología actual. No lo descarto, pero con cuidado y respeto", concluye con un expresso.