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CÁMARA OCULTA
Columna
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Fronteras

En el reciente Festival de Marrakech decía un crítico marroquí que la edición de este año ha tenido un aroma español, y no sólo por el drama de Aminetu Haidar, a quien la prensa local prestó durante el festival una atención relativa, al mismo tiempo que sí era motivo de encendidas disputas privadas entre algunos invitados. Se refería el crítico a la presencia de Marisa Paredes en el jurado -con Kiarostami y Fanny Ardant, entre sus componentes-, y también a la singular película La mujer sin piano, de Javier Rebollo, que era la que más le había interesado de todo el programa, además de a la participación de Jim Jarmush con una película menor rodada en España. En cualquier caso, como opinó Alfonso Cuarón en una charla ante el público, en el cine no existen nacionalidades sino películas, que o son buenas o no lo son. Cuarón, mexicano residente en Londres y director de algunas grandes producciones de Hollywood -Harry Potter y el prisionero de Azkaban, entre ellas-, y de otras hechas en México, sabe de qué habla. Junto a sus compadres Iñárritu y Guillermo del Toro ha puesto una pica en Los Ángeles, al igual que Almodóvar la ha puesto en múltiples rincones del mundo. Prueba de ello es la actual candidatura de don Pedro al Globo de Oro, que en este caso no será una antesala a los Oscar ya que la Academia española ha optado por presentar la película de Trueba. Hubiera tenido doble gracia que Almodóvar fuera el candidato, puesto que precisamente él, junto a Tarantino, es quien entregará la estatuilla al mejor filme de habla no inglesa.

Cuarón explicó que no le había quedado más remedio que dejar su país para poder hacer cine libremente. Otro mexicano, Rigoberto Pérezcano, que se alzó en Marrakech con el máximo galardón por Norteado, había recurrido hace un par de años a las ayudas de las empresas españolas que en San Sebastián se reúnen cada año en torno de la sección Cine en construcción con el fin de posproducir una película latinoamericana. Norteado habla de un muchacho que necesita salir de su país, abandonar Tijuana, con la esperanza de mejorar su vida al otro lado de la frontera.

El Festival de Marrakech, de acento francés, desplegó sus actividades a lo largo de nueve días, nueve días más del hambre tenaz de Aminetu por volver a su casa con la cabeza alta. Quizá algún día nos lo cuente el cine.

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