_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Camps no controla a Camps

El patio financiero se está poniendo muy crudo. Y el de mi casa, como decía la vieja canción, es particular y se moja como los demás... o peor, que aquí la lluvia tiene poco de civilizada y cuando cae, lo inunda todo. Las cajas de ahorro bullen. Al punto de que el pasado viernes el presidente de la Confederación de las Cajas de Ahorro (CECA), Juan Ramón Quintás, comparaba el sistema bancario con la selva y apelaba a la necesidad de conservar la biodiversidad para defender la existencia de las cajas. "En la selva no puede haber sólo elefantes", dijo Quintás antes de concluir que hay que conservar "las distintas especies". El símil no acaba ahí, porque el presidente de la CECA habló del "acoso" que habían sufrido las cajas y de la defensa del "principio de biodiversidad institucional". Como se ve, todo muy civilizado. Vamos, como la vida salvaje, donde rige la ley de la jungla. Puro darwinismo social. Y por si la aproximación al medio no quedaba clara, ese mismo día, el director general de Regulación del Banco de España advertía de que a las entidades financieras se les venía encima un "tsunami regulatorio" europeo.

En este idílico panorama y mientras el Banco de España urge a Cajasur y a Unicaja para que se fusionen, o mientras Caixa Galicia abre una puerta a una alianza con la CAM y Caja Madrid, aquí en la Comunidad Valenciana, con la habilidad, la sensatez y las buenas maneras de que hace gala su presidente, el Gobierno autonómico tiene preparado a su sector financiero para aguantar la que se nos viene encima. Lástima que sólo un par de días antes, el vicepresidente económico del Consell, Gerardo Camps, se permitiera declarar a la prensa: "La CAM entrará en pérdidas en 2010". Y aunque un desliz lo tiene cualquiera, Gerardo Camps casi consigue dos objetivos al tiempo: hacer saltar por los aires a la propia CAM y de paso, dinamitar las relaciones entre Alicante y Valencia. Pero, al día siguiente el presidente del Consell desautorizaba a su vicepresidente y Gerardo Camps volvía a su condición, agudamente definida por Josep Torrent, de conseller fijo discontinuo.

El pasado viernes, un destacado dirigente de una importante caja de ahorros comentaba en privado que Camps no controla nada. Se refería a Francisco Camps. Y se supone que uno de los incontrolados es el propio Gerardo Camps. Francisco Camps, que estudió con la Compañía de Jesús, sigue atenazado por la máxima de San Ignacio de Loyola de "en tiempos de tribulación no hacer mudanza" y permanece impávido sin mover ficha, como un pasmarote que sólo reacciona con historias delirantes (su fusilamiento), comportamientos frívolos (el Ferrari) o ridículos (persiguiendo a un joven que le increpaba). Mientras el Gobierno que preside está inoperante, la Administración autonómica se encuentra al borde del colapso y los impagos amenazan a empresas, profesionales y a otras instituciones públicas.

Es difícil gobernar a los otros cuando, a diferencia de lo que propugnaba el fundador de la Compañía, uno no es capitán de sí mismo.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_