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Un símbolo metropolitano

La 'Sagrada Familia' del Besòs busca parroquia

Sant Adrià piensa cómo dar una nueva vida a las tres chimeneas

Son tres gigantes de hormigón que miden casi 200 metros de altura y que se yerguen imponentes en el litoral desde 1976. Los vecinos de Sant Adrià de Besòs se han acostumbrado ya a su presencia y las miran con una mezcla de recelo, por las molestias causadas durante años, y simpatía, ya que se han convertido en un icono que permite situar en el horizonte a esta pequeña ciudad del área metropolitana. A la central térmica de Endesa en Sant Adrià, en cualquier caso, y a sus emblemáticas tres chimeneas les queda un año de vida. Al otro lado del Besòs la compañía eléctrica avanza en la construcción de la nueva central de ciclo combinado, que ha de estar lista para el día del traspaso de poderes, a finales de 2010. Pero mientras salen de la vieja instalación los últimos kilovatios, aumenta el debate sobre qué hacer con ella una vez que se eche el cierre.

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El derribo, cuyo coste se calcula en nueve millones de euros según fuentes municipales, está casi descartado. Sobre todo después de que los adrianenses se pronunciaran a favor de la conservación de las tres chimeneas en el referéndum convocado por el Ayuntamiento el pasado mes de enero (el 82% de los votantes se inclinaron por el sí). También el Consistorio se mostró partidario de indultar la vieja instalación, pero siempre ha dejado claro que no hipotecará su presupuesto por darle una nueva vida al recinto. Ahora está buscando socios para sufragar el proyecto y evaluando usos futuros para la mole, situada en un solar de 110.600 metros cuadrados propiedad de Endesa.

Uno de los referentes para la transformación de la térmica es la obra de los arquitectos suizos Herzog & De Meuron, que en el año 2000 inauguraron la Tate Modern en Londres, una prestigiosa galería de arte alojada en la antigua central eléctrica de Bankside, a orillas del Támesis. Otra central que pasó a mejor vida en 1997 fue la Centrale Montemartini, en Roma, que hoy alberga piezas clásicas de un valor incalculable procedentes de los Musei Capitolini y es sede del museo arqueológico en la capital italiana. De manera que los bustos de mármol reposan rodeados de tuberías, llaves y calderas.

El alcalde de Sant Adrià, Jesús Maria Canga, asegura que se han realizado catas en el edificio y que se encuentra en un estado magnífico. Su proyecto ideal consistiría en crear "un equipamiento cultural, que diera servicio a toda Cataluña y fuera una referencia internacional que se financiara en buena parte con capital privado". Ya antes de que se celebrara la consulta popular comenzaron a sonar algunos posibles proyectos. La construcción de una sede para el Memorial Democrático de Cataluña y un museo del transporte fueron dos de ellos, pero han acabado diluyéndose.

La iniciativa que cuenta con más apoyos es la de convertir una parte del complejo en un museo de la energía. Eso permitiría explicar la historia del sector eléctrico en Cataluña, una parte importante de la cual ha transcurrido en esos terrenos de Sant Adrià, que ya en 1912 acogieron una central térmica que se alimentaba con carbón. La propuesta no desentonaría con el entorno, aún consagrado al uso que tuvo en el siglo pasado: en la margen derecha del Besòs hay tres centrales de ciclo combinado, junto al Fórum se ubicará el campus de la UPC que reunirá las ingenierías industriales y ya en el parque se sitúa la placa fotovoltaica. "Pasado, presente y futuro de la energía en apenas dos kilómetros de costa", resumen los partidarios de esta opción, que además cuenta con una subvención de 15 millones procedente de fondos europeos. Además, así se podría seguir llamando a la central la "Sagrada Familia de la electricidad", como la bautizó Salvador Tarragó.

Por el momento, el Estudi Ramon Folch está recopilando ideas y proyectos a petición del Consistorio. "Sí hemos hecho notar ya la singularidad del edificio, el más alto de Cataluña. Como central, también tiene su interés: por ejemplo, por sus enormes calderas, de 60 metros de altura. No quiero decir que haya que fosilizar la historia, pero quizá estaría bien conservar y museizar una de las tres chimeneas, ya que tienen un valor patrimonial en sí mismas", explica el socioecólogo Ramon Folch.

Vista desde cerca, la central es un auténtico mastodonte, tres tótemes en cuyo interior serpentean toda suerte de conductos. Cuando a Miguel Monzón, actual director de la central, le preguntan por la posible conservación de una torre, no esconde sus dudas. "Equipos construidos hace 35 años, ¿ya han envejecido lo suficiente para que pasen de viejos a antiguos? La conservación no es complicada, pero es dinero".

Independientemente de lo que suceda finalmente con la maquinaria de la térmica, lo cierto es que la central es tan espaciosa que ofrece múltiples posibilidades. Y eso que las instalaciones que se salvarán del derribo ocupan únicamente una décima parte del solar de Endesa. Cada chimenea cuenta con un fuste de hormigón que una vez vaciado dejaría libres 450 metros cuadrados de superficie y 95 de altura. Según los cálculos de Barcelona Regional, que está redactando un informe técnico sobre la reforma del litoral adrianense, las torres podrían albergar desde un conjunto de 276 viviendas de 90 metros cuadrados a 80 oficinas de 500 metros. Y en el edificio de turbinas, que también se librará de las excavadoras, cabe un auditorio con 600 localidades, salas de exposiciones y de ensayo, y un restaurante. Es sólo una aproximación, pero da idea de la amplitud de la central.

La voluntad del Ayuntamiento es aprovechar la rehabilitación de la térmica como motor para recuperar el frente marítimo, desde el límite con Badalona hasta el Besòs. Además de la central, otro escollo se ha interpuesto hasta ahora entre la ciudad y el mar: la fábrica Akzo Nobel, cuyos terrenos son propiedad de Banesto, pero que cesa en su actividad en diciembre y será desmantelada. La reforma de la central y los terrenos aledaños ya despiertan todo tipo comentarios. El arquitecto Pier Paolo Troiano, que ha estudiado la transformación de las torres y su entorno, defiende por ejemplo que si en su día fueron "un enchufe eléctrico, en el futuro deben ser un enchufe económico, social y cultural para el área metropolitana. Si dentro se construyeran pisos, sería el enésimo pelotazo urbanístico. Debe ser un monumento vivo. La zona podría ser un nuevo 22@, que combine usos: residencial, industrial y de ocio en forma de parque metropolitano al final de la Diagonal".

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