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OPINIÓN
Columna
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Noticia bomba

Enric González

Periodismo hay mucho. Noticias hay pocas, y son aún menos los periodistas capaces de olerlas. El olfato periodístico siempre ha sido escaso. El asunto puede parecer sencillo, porque cualquiera identifica una noticia cuando se la ponen delante, bien tallada y pulida. El problema es que la noticia, en su estado natural, no suele brillar ni huele a nada. En realidad, no es todavía una noticia. Quien sabe pillarla al vuelo y adivinar su potencial posee un talento muy raro.

Un caso ejemplar lo protagonizó hace unos años Matthew Pritchett. No hablamos de un periodista en un sentido estricto, ya que estudió cinematografía y se gana la vida haciendo dibujitos. Sus dibujitos, sin embargo, no son cualquier cosa: Pritchett es el mejor viñetista de actualidad del Reino Unido y en 2005 la revista profesional Press Gazette, asesorada por los directores de los principales periódicos del país, le incluyó entre las 40 personas que más y mejor habían influido en el periodismo británico contemporáneo.

Su viñeta aparece cada día en la portada de The Daily Telegraph y es lo primero que buscan sus lectores, que no son pocos: el Telegraph vende 850.000 ejemplares. Matthew Pritchett tiene 45 años y desde los 24 asume la responsabilidad cotidiana de proporcionar al lector una noticia con una sonrisa. Trabaja como un condenado: no hace una sola viñeta, sino 20, y luego elige. En una ocasión rompió más de 50 dibujos hasta conseguir que un perro tuviera la expresión facial adecuada.

Pocos meses antes de ser incluido entre los 40 grandes del periodismo, Pritchett recibió una llamada matutina. Era Kimberly Quinn, máxima responsable de la revista conservadora The Spectator, en la que colaboraba ocasionalmente. "Quinn me dijo que estaba leyéndole la prensa al ministro del Interior, David Blunkett [el ministro era ciego], y que ambos se habían tronchado de risa con mi viñeta". Su dibujito, aquel día, se refería al plan del propio Blunkett de introducir en el Reino Unido el carné de identidad. Se veía a dos perros mostrándose el carné. Uno de ellos decía: "Esto es mucho mejor que olernos mutuamente el culo".

El viñetista se sintió muy halagado por los elogios. Tanto, que no se preguntó qué hacía la jefa del conservador The Spectator leyendo la prensa con uno de los más influyentes ministros de Tony Blair, antes de las 8 de la mañana. "Era obvio, estaban en la cama leyendo la prensa como un matrimonio cualquiera", contó Matthew Pritchett, "pero no deduje nada".

Fueron otros periódicos los que, semanas después, averiguaron que el ministro laborista y la editora conservadora (ambos casados) mantenían un romance, y que uno de los hijos de Quinn con su marido, editor de la revista Vogue, era en realidad de Blunkett. Cuando esto salió a la luz, Blunkett y Quinn se pelearon, y ella reveló que el ministro había concedido un permiso de residencia a su niñera saltándose los trámites reglamentarios. El ministro la demandó para obtener el derecho a visitar regularmente a su hijo. La bronca fue tan grande y los insultos, tan públicos y tan sonoros, que ambos se vieron obligados a dimitir, en el ministerio y en The Spectator. Después de aquel escándalo, el declive de Tony Blair se hizo imparable.

En plena tormenta informativa, Matthew se acercó al redactor jefe y le habló sobre aquella llamada tempranera. "¿Quizá debería haberos comentado algo?". El redactor jefe contuvo la furia y optó por la flema: "Sí, probablemente deberías habernos comentado algo".

Es lo que pasa con las noticias. Es difícil olerlas, y más a las ocho de la mañana.

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