Otra polémica arquitectónica del príncipe Carlos
La obsesión del príncipe Carlos por imponer sus gustos estéticos al desarrollo arquitectónico de Londres le procuró ayer nuevas críticas, tras conocerse sus maniobras para influir en el rediseño de una parte del palacio de Kensigton, antigua morada de Diana de Gales. El heredero británico quiere que se instale un pórtico de hierro fundido que sus detractores califican de "mueble cursi de jardinería". El heredero, cuya alergia a la arquitectura moderna es notoria, está ejerciendo de "lobby político", según ha denunciado el grupo antimonárquico Republic, que le acusa de interferir en el "proceso democrático de planificación urbana".
Incluso entre los círculos más adeptos a la corona inquieta la actitud del hijo mayor de Isabel II, protagonista en los últimos meses de una cadena de episodios relacionados con edificaciones diversas. Carlos logró persuadir en su día a la familia real de Qatar de que descartara el diseño rupturista que Richard Rogers -uno de los arquitectos más afamados del planeta- había concebido para un complejo de apartamentos en el barrio de Chelsea. Sus presiones no consiguieron, en cambio, bloquear el centro de oficinas y tiendas proyectado por el francés Jean Nouvel -premio Pritzker- junto a la catedral de San Pablo. También trascendió que el príncipe había amenazado con abandonar su patrocinio del National Trust (Patrimonio Nacional) si esta organización seguía adelante con la construcción de su nueva sede en Swindon, cuyo estilo no le complacía.
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